31.1.14

Vespral Gran Reserva 2006

¿Podría un gran reserva de la Terra Alta pasar por amontilliado? La respuesta es sí; al menos, si se adquiere en Lidl empeñando en la arriesgada aventura solo la calderilla que cabe en un diminuto monedero. Y eso es, justamente, lo que le ha sucedido a mi tabernero: movido por la curiosidad ante el constante cacareo de los bienpagaos prescriptores de andar por casa acerca de las excelencias de los vinos de lineal de supermercado y sus marcas blancas, el otro día le echó bemoles al asunto y se agenció un ejemplar digno de figurar, desde ya, en las páginas de lo que Florian Werner ha titulado con discreción La materia oscura, aunque su chivato subtítulo lo delate: en realidad, se trata de un pormenorizado repaso a la "Historia cultural de la mierda".

El caso es que hoy nos hemos echado unas (amargas) risas en la taberna a cuenta del brebaje en cuestión, embotellado por Viña Tridado y dado a conocer como Vespral Gran Reserva: una engañifa cuya contraetiqueta esconde una falacia para enmarcar y conservar en el museo de los horrores vinícolas: "Tras una esmerada crianza total de 60 meses, de los cuales, como mínimo 24 meses han sido en barrica de roble, este vino llega a su plenitud y obtiene un intenso color rubí. Su sabia composición de uvas Tempranillo y Cabernet Sauvignon permite un reposo de hasta 6 años en su bodega". Pero lo que uno descubre tras descorchar su tramposa botella es un artificioso caldo con el que la oxidación se ha cebado, convirtiendo lo que debería ser un vino robusto y serio en un imposible bebedizo más cercano a los generosos jerezanos pasados de rosca.

Según la web de la cadena de supermercados que lo comercializa, Vespral es un "vino de aroma potente y marcada personalidad, de agradable sensación inicial y largo postgusto"; un "vino de intensidad alta en nariz, donde destacan toques de vainilla, regaliz y ligeros tonos ahumados. Carnoso, untuoso y equilibrado en boca". Lo que pasa es que durante su descuidado proceso de crianza se han evaporado las escasas propiedades varietales conservadas tras un (aún más) descuidado proceso de selección, mal que le pese a catadores como Albert Flores i Arqué, que aseguran haber hallado en él un vino "ampli, consistent, persistent i equilibrat; afruitat a gers i groselles amb un final a fruits secs, lleugerament a albercoc i cacau".

La clave del desaguisado nos la da el traductor de Google, que en ocasiones hace gala de una inesperada agudeza: donde Lidl pretende (des)informar a sus clientes alemanes ("Nach einer sogfältigen Lagerung con insgesamt 60 Monaten"), el diccionario digital instantáneo le devuelve un zarpazo en toda la jeta ("Después de una estafa de almacenamiento sogfältigen total de 60 meses"). Ese debe ser el 'secreto de Lidl', que se vanagloria (inútilmente) de conseguir vinos de la mejor calidad al mejor precio defendiendo un exhaustivo control "desde el viñedo hasta la venta de los mismos en la tienda correspondiente, incluyendo el proceso de vinificación y embotellado"; un doble proceso que implica a "su propio instituto de control independiente" y a otro "instituto de control externo", de los cuales no se aportan más datos. Eso sí, parece ser que dicho procedimiento ha llevado a las marcas blancas de Lidl a ocupar "el primer puesto en las catas a ciegas que realizan regularmente revistas de enología líderes en el sector con muestras representativas", un hecho, empero, del que las hemerotecas consultadas no recuerdan más que aquella gloriosa ocasión en la que "la prestigiosa revista alemana Weinwirtschaft" calificó su surtido como "el mejor dentro de las cadenas de alimentación de descuento" en 2007. ¡Casi ná!

Maite Corsín, una sospechosa habitual del ibérico microcosmos enológico que asegura haber probado y puntuado más de 45.000 vinos para la Guía Peñín de los Vinos de España y otros medios especializados, concedió en cierta ocasión "un 7 de media a los vinos del Lidl", después de catar una nutrida selección de los mismos entre la que se encontraba el hermano pequeño (crianza) del Vespral que aquí nos ocupa. "Hasta los reservas y los vinos con más envejecimiento", aseguraba entonces la enoconsejera, "despistan porque son vinos que parecen más jóvenes que 'sesentones"; una observación de la que, tras la maldita ingesta de este gran reserva que ni es grande ni es reserva, solo cabe rescatar lo sustancial: los vinos de Lidl despistan; tanto, que incluso un maduro tinto del Baix Camp tarraconense podría pasar por un amontillado jerezano. Pero un amontillado malo, malísimo.


Vespral Gran Reserva

2006

24 meses en barrica de roble

Tempranillo y Cabernet Sauvignon

13% alcohol

DO Terra Alta

Viña Tridado, Les Borges del Camp, Tarragona, Cataluña, España

30.1.14

Contra el vino del presente

Perdón por la tristeza pero hoy ha muerto Félix Grande, tan cercano en lo material y en lo spirituals (que diría él) por cuestiones que no vienen al caso. Enmudecidos por la pena, el tabernero y yo hemos gastado la tarde (re)leyendo algunos envinados párrafos de su monumental Memoria del flamenco, como aquel en el que denuncia la intrascendencia del vino del presente:
"Hay un vino intermedio. No tiene relación con la memoria: no quiere asesinarla, no quiere acentuarla. Es un vino ruidoso, que ayuda a hablar, a reír, finalmente a dormir. Se toma en grupo, con abundancia y sin hacerle caso: no se cohabita con él, se le utiliza. Es el vino de las fiestas de fecha fija, es un vino excitante, veloz, sin imaginación. Junto a él hay sonidos de tenedores, músicas voluminosas de aparatos de radio, gritos de camareros o de anfitriones o invitados. Es un vino que comparece en las reuniones familiares, en muchas bodas y bautizos, en los sábados que lograron eludir la desgracia de las horas vacías. No tiene relación con la memoria. A este vino no se lo bebe con desesperación, ni con rencor, ni con autopiedad; tampoco se lo bebe con parsimonia y corazón, con lenta plenitud, con inteligencia del mundo. Se lo bebe, quizá entre baile y baile, con avidez casual, o con una alegría que no tiene conciencia de su propio milagro, una alegría municipal, útil, muy sana, no muy conmovedora. Éste es el vino del presente. Sus consumidores no soportan, creo, demasiados sufrimientos inexplicables; tampoco, creo, sus emociones enigmáticas son demasiado duraderas. Utilitario y subalterno, es un vino eficiente, sin compromisos, sin pasión, sin heridas. Es el vino que tiene mayor número de parroquianos, ni desdichados en exceso, ni emocionados en exceso: de parroquianos sin exceso. Os juro que no hay desprecio en este boceto de una manera de beber. Yo no desprecio a nadie. Pero amo la memoria →ese cordón umbilical del tiempo →ese cordón umbilical del mundo. Amo ese instante de la memoria en que, reventando de nombres y de años y de emoción y de dolor, alcanza ese estado al que se ha hallado un nombre hermoso: los sentimientos oceánicos, las emociones oceánicas. Allí no llega este vino intermedio. Este es el vino del presente. No tiene relación con la memoria. No necesita asesinarla. No necesita acentuarla. Es autosuficiente: es pequeño. Es un vino que no busca al olvido, pero finalmente lo encuentra: en el sueño, en la fatiga, en el embotamiento, en la indiferencia de la repetición. Y ese olvido, aunque sin crispación, de algún modo también sustituye a la vida. De algún modo, la usurpa. De los días, de los hechos monótonos y repetidos, se desprende, fantasmal, la ceniza del Universo. Este vino intermedio no reaviva el incendio de vivir. Sin vehemencia, sin hondura, modesto, el vino del presente carece incluso de lo que tiene aún el vino trágico: la lenta y solitaria lágrima que se enfría".


Ha muerto Félix Grande, el poeta que nos dejó en herencia un soneto (El vino a solas, la memoria ardiendo) cuyos sobrios tercetos finales hoy cobran un nuevo (y doloroso) sentido:

"Delicada catástrofe; desgracia taciturna.
La escasa fe maltrecha que queda se embadurna
en interrogaciones sin futuro ni afán. 
Y me he quedado solo, sin sombra, mortecino,
rebuscando calor en mi aterido vino.
La vida nos engaña, las cosas se nos van".

29.1.14

Guerra a la guerra

Hoy he respirado en la taberna un particular ambiente belicoso: le han declarado la guerra a la guerra, ahora que se cumplen cincuenta años desde que los Estados Unidos de América se implicaran a fondo en el segundo conflicto de Indochina. Como acompañamiento de entresemana han rebuscado en el baúl del antibelicismo musical y se han dado de bruces con el recopilatorio 'Motown Remixed', con el que el negrísimo sello discográfico fundado por Berry Gordy Jr. en el Detroit del medio siglo sacaba lustre en 2005 a un puñado de sus incontables números uno de la mano de otros tantos productores y remezcladores contemporáneos. Entre medias del característico sonido Motown y de toda su gloria rítmica, gentileza de los eternamente insuperables Funk Brothers, me ha despabilado de la resaca perpetua el himno pacifista gritado al mundo en 1970 por Edwin Starr querellándose contra la marcial querencia de su gobierno, que por aquel entonces bravuconeaba en Vietnam frente a los deseos de un pueblo estadounidense que a esas alturas ya tenía más que interiorizado el estribillo del tema en cuestión: "War, huh, yeah / What is it good for? / Absolutely nothing".


Esta incontestable oda al pacifismo fue alumbrada por dos de las más lúcidas cabezas pensantes de la Motown, Norman Whitfield y Barrett Strong, con la intención de que The Temptations la convirtieran en uno de sus éxitos masivos. Sin embargo, los titubeos de la banda, sumados a los recelos de Gordy ante el temor de un (poco) probable fracaso comercial, retrasaron su publicación como single y propiciaron, de rebote, que un recién llegado a la casa del soul se convirtiera en la voz que aupara la pieza hasta el número uno de las listas. La infalible fórmula que posibilitó semejante pelotazo fue, más o menos, la habitual: una letra que huía de las medias tintas y que por primera vez era inequívocamente política; una trotona sección rítmica capaz de remover de su asiento al más impasible de los oyentes; y una voz tan fiera como demandaba el asunto tratado. Y lógicamente, el resultado fue (con perdón) un bombazo, versionado y (re)utilizado hasta la saciedad como emblema del antibelicismo universal. En el caso de la versión que sonaba hoy en la taberna, la circunstancial remezcla del limitado King Britt es lo menos impactante, porque toda la fuerza de 'War' ya venía de serie en el original.

28.1.14

Ebeia Roble 2012

El que hoy puede presumir de ser el emporio con mayor cantidad de viñedo propio de Rioja comenzó su andadura en Oyón (Álava) el año 1861 como elaborador de vinos a granel que se nutrían de las cepas familiares. El Grupo Faustino, dueño en la actualidad de siete bodegas (Faustino, Campillo y Marqués de Vitoria en Rioja, Valcarlos en Navarra, Leganza en La Mancha y Portia en Ribera del Duero, además de las Victorianas, productoras de vino de mesa), tuvo en Eleuterio Martínez Arzok a su primer impulsor y en su vástago Faustino Martínez Pérez de Albéniz (que prestó su nombre al conglomerado) al primer embotellador de la familia. Pero el paso definitivo para la consolidación del grupo lo dio en 1957 el nieto del fundador, Julio Faustino Martínez, cuyo penúltimo capricho (el último ha sido un lío de faldas con su secretaria y el despido fulminante de sus hijos) se llama Portia, una bodega con nombre de luna (la que preside sus etiquetas) y de araña.


Según Kefyn Catley, aracnólogo en el Museo Americano de Historia Natural, portia es la "araña de apariencia más extraña": algo así como "un cruce entre el Monstruo de la Laguna Negra y un extraterrestre". Y, pese a que desde dentro se recalca que la Portia que aquí nos ocupa debe su nombre a uno de los satélites de Urano (que a su vez lo tomó prestado de una de las protagonistas del shakespeariano El mercader de Venecia), más bien un bicho con patas es lo que parece la megabodega homónima diseñada por Norman Foster y enclavada en plena Ribera del Duero: una aparatosa obra de ingeniería donde van a parar los frutos de las 160 hectáreas de tinta del país plantadas en los años 90 por el equipo del enólogo Raúl Quemada del Río en las zonas de Roa, Gumiel de Izán, Villanueva y Gumiel de Mercado. Los 12.500 metros de hormigón, madera, acero y vidrio amalgamados por el endiosado arquitecto británico se reparten entre tres plantas araneomorfas cuyos brazos corresponden a las distintas zonas de elaboración, fermentación y crianza del vino, y un corazón central, sobre el que se encuentra la tolva receptora de las uvas recolectadas, que actúa como centro de operaciones de un complejo al que los lugareños se refieren, llanamente, como el ovni.


En su interior se alojan las barricas de roble americano en las que se hace adulto el atapuerquense benjamín de la casa, Ebeia, un tinto justo de crianza elaborado íntegramente con tempranillo al que oficialmente se describe con comodines ordinarios ("de color rojo cereza picota con tonos púrpura, limpio y brillante") y para cuyo paso por boca tampoco se pone demasiado en juego: "Es fresco y sabroso, de agradable tanino y buena acidez. Recuerdos balsámicos y frutales, postgusto largo y con notas torrefactas". Todo ello indiscutible tras el par de copas tomadas en la taberna, teniendo en cuenta que tales epítetos caracterizan a un ejemplar al que algún despistado le ha descubierto matices de "mostrador de carnicería" pero que, merced a su dignísimo precio, se ha convertido en uno de los verdaderos supervinos (esto es: buenos, bonitos y baratos) de España.


Ebeia Roble

2012

Tempranillo

4 meses en barrica de roble americano

13,5% alcohol

DO Ribera del Duero

Bodegas Portia, Gumiel de Izán, Burgos, Castilla y León, España

27.1.14

Por libre

Modestia aparte, Sobremesa se ve a sí misma como una revista "de vino, gastronomía, actualidad y tendencias, avalada por los mejores profesionales del sector". Creada en 1984, por estas fechas se cumple su trigésimo aniversario, efeméride que celebra en su número de enero reuniendo lo que considera "algunas de las figuras más importantes de los mundos del vino y la gastronomía" debido a que "su influencia y su labor divulgativa han marcado las tendencias definitivas en ambos campos a lo largo de las últimas tres décadas". En ese escandaloso cajón de sastre, lo mismo caben Ferran Adrià que José Ribagorda, Custodio López Zamarra que José Peñín, José Carlos Capel que Miguel Arias Cañete, Rafael Ansón que Juan Echanove, y sus jugosas entrevistas se pueden saborear en papel de toda la vida (como he hecho yo en la taberna), en pantallitas digitales o adornadas con imagen y sonido conscientemente informales en el canal de vídeos por un tubo que la publicación aloja gratuitamente en la red de redes.


En el citado cajón de sastre también hay sitio para Carlos Delgado, pionero de la crítica enológica de difusión nacional, actual columnista y bloguero de El País, impulsor en el pasado de la revista Vino y Gastronomía y del grupo OpusWine, y autor del fundacional El libro del vino. Y resulta que, en la breve semblanza que los juntaletras de turno esbozan sobre su figura, el subconsciente les juega una mala pasada y terminan haciendo una confidencia tan innecesaria como sospechosa: "Desde hace cuatro años va por libre", advierten los redactores acerca del veterano catavinos.

Retrocedamos en este punto: Sobremesa presume de "una mesa de cata donde el rigor y la profesionalidad constituyen las verdaderas premisas". Pero a nadie se le escapa que, como el 99% de las publicaciones especializadas medianamente sostenibles, sus intereses son eminentemente comerciales. Verbigracia: la revista pertenece al grupo Vinoselección, un club dedicado a la selección y venta de vino y productos de gastronomía, fundado en 1973 por Massimo Galimberti y asentado en Reino Unido, Alemania, Holanda, Argentina, Uruguay, Brasil, Canadá e Italia, donde operan distintos clubes que cuentan con más de cien mil socios y más de cien empleados. Con estos datos, huelgan las explicaciones.

Avancemos de nuevo hasta la semblanza de Carlos Delgado: tan asentada está entre la profesión la certidumbre de que la (casi) totalidad de los escribanos deben sus opiniones a las voces de sus amos, mecenas directos o indirectos de su actividad crematística, que incluso en la letra pequeña de las grandes ocasiones se cuelan deslices con los que alimentar el insaciable apetito de los conspiranoicos. Tanto da si el gazapo que cierra el despiece de la entrevista al vehemente Delgado es obra de Juan Manuel Ruiz Casado o de Saúl Cepeda (ambos firmantes del desaguisado); lo que importa a los lectores más susceptibles es conocer qué se esconde realmente tras denuncia tan ambigua: ¿Qué significa ir por libre en el mundo de la crítica de vinos? ¿Por qué solo hace cuatro años que Carlos Delgado va por libre? ¿Se puede ir por libre estando a sueldo de El País? ¿Por qué no iba por libre antes?


Demasiadas preguntas cuyas respuestas se pueden intuir, pero que nunca aparecerán publicadas en Sobremesa, una más de las revistas pretendidamente respetables que han devenido en meros catálogos del "sibaritismo y el lifestyle". Y no lo digo yo; lo dicen sus propios vendemotos: "Te dejamos todos los meses en el buzón los reportajes de la más rabiosa actualidad vinícola y gastronómica. Las mejores propuestas para realizar escapadas gastronómicas. Lo último en lujo y tendencias. Lugares de ensueño, delicatessen fascinantes y sugerentes viajes. Entrevistas con los personajes más 'in' del momento. Y por supuesto, la mejor guía de cata en la sección Dossier, para acertar siempre en tu elección, sea para tomar un vino, o para invertir en él". Lástima que hayan olvidado añadir como colofón: "Todo ello, previo pago de su importe (en publicidad o en especie) por parte de los interesados". O sea.

25.1.14

El oráculo de Baco

El pasado 2 de enero, cual oráculo de Baco, ese hedonista de la vida y el vino que se hace llamar Robert M. Parker, Jr. ofreció vía Twitter, sin que haya trascendido consulta previa, sus quince predicciones relacionadas con el vino para 2014. Y, como está comprobado que para los acérrimos correligionarios del baquismo (aquellos que hacen buena la certidumbre del Eclesiastés, 1, 15, "El número de necios es infinito") lo que sentencia mister Parker va a misa, imagino que a estas alturas la curia enológica mundial ya estará irreconciliablemente dividida entre quienes intrigan para elevar a los altares al hombre de la nariz del millón de dólares y los que confían sus más descorazonadas plegarias a su condena (sin fianza) a los infiernos del vino.


Como aún es pronto para juzgar todas las boberías y perogrulladas enunciadas sin recato por el sacrosanto wine advocate (para eso habrá que dejar correr el año y pasar revista, Dios mediante, en enero de 2015), de momento nos limitaremos a poner el acento en las tres predicciones que nos tocan más de cerca:

· "5. España, el sur de Italia y Francia dominarán los vinos de alta calidad de menos de 20 dólares": Tener la poca lacha de vender como futurible un hecho repetido año tras año desde que el vino es vino solo está al alcance de los gurús instalados en la más absoluta desvergüenza. España, Italia y Francia son y serán (no necesariamente por ese orden y con mínimas excepciones) los tres principales productores vinícolas del mundo tanto en cantidad como en calidad por muchos años; y los países emergentes (como la patria del flamante oráculo de Baco) seguirán siendo gregarios de lujo a menos que la filoxera vuelva a hacer de las suyas.
· "15. Las ventas de vino espumoso Prosecco y Cava erosionarán parte de los beneficios y el glamour del Champagne": Salvo que en Cataluña salga cara en el referéndum por la independencia, circunstancia que condenaría a una muerte lenta a un producto insuperable en la relación calidad-precio pero lastrado por la estrechez de miras de sus administradores.
· "11. Los blogueros del vino continuarán quejándose de su fracaso para rentabilizar sus sitios y ganarse el respeto": El ínclito Parker es un cachondo, qué le vamos a hacer. Pero debería saber que los blogs y las razones que justifican su existencia son como los culos (con perdón): cada cual tiene el suyo. Respecto a la dicotomía rentabilidad-respeto, se me ocurren tropecientos personajes que me merecen mayor atención. Con que los blogueros mereciéramos al abogado defensor del vino el mismo respeto que él nos merece a nosotros, nos daríamos por satisfechos.

24.1.14

Alice Bel Colle Moscato d'Asti 2011

Aseguran los manuales de geografía universal (triste consuelo para quienes no poseemos el don de la omnipresencia ni disponemos de un billetámen especialmente reventón) que Alice Bel Colle es una pequeña comuna piamontesa situada en el Alto Monferrato, en la frontera que separa las provincias de Alessandria y Asti, al noroeste de la bota italiana; y confirma la vastísima (intra)historia del bebercio transalpino que la cantina homónima es una bodega levantada en 1955 al pie de la citada colina, comandada en la actualidad por unos ciento cincuenta socios que concentran la mayor parte de sus esfuerzos en la elaboración de su producto estrella: el Moscato d'Asti.


La Denominazione di Origine Controllata e Garantita Moscato d'Asti presta su sello de calidad a un vino blanco que sus promotores definen como "dulce, pero no empalagoso, con un inimitable aroma almizclado procedente de las uvas seleccionadas y un sabor delicado e intenso, que recuerda a glicina y tilo, melocotón y albaricoque, con notas de salvia, limón y azahar". Y casi todo lo dicho podríamos darlo por bueno tras su degustación a los postres por gentileza del tabernero, salvo la advertencia inicial. "Dulce, pero no empalagoso" es la venda que el consejo regulador del Moscato d'Asti se pone antes de resultar herido por la maledicencia del consumidor, empalagado sin remedio por culpa de la desproporcionada dosis de azúcar contenida en un jarabe que los ultras de la enología mundial pretenden excluir del oficioso catálogo vinícola por considerar que su imperceptible contenido alcohólico (5,5% del volumen en el caso que nos ocupa) no da la talla.

Nos hallamos, por tanto, ante un sospechoso habitual del tinglado enológico en el que su mayor virtud se convierte, por arte de birlibirloque, en su principal defecto. Para conseguir la baja graduación característica del Moscato d'Asti, sus productores recurren a un sencillo procedimiento: detener la fermentación alcohólica a mitad del proceso con ayuda de frío, lo que favorece que una parte importante de los azúcares que deberían ser transformados de ahí en adelante permanezcan en el vino, reduciendo considerablemente su nivel de alcohol y manteniendo, de paso, los aromas y sabores inherentes a la uva. A diferencia de espumosos como el cava o el champagne, elaborados según el tradicional método champanoise, los Astis se obtienen mediante el método Charmat o gran vas, cuya segunda fermentación tiene lugar en el propio depósito, hecho que le aporta una ligera carga de carbónico que contribuye a definir su ligero carácter. Un carácter del que un puñado de inaprensivos, empezando por un servidor, se chotea cada vez que se presenta la ocasión.


Alice Bel Colle Moscato d'Asti

2011

Moscato bianco

5,5% alcohol

DOCG Moscato d'Asti

Cantina Alice Bel Colle, Alice Bel Colle, Alessandria, Piamonte, Italia

23.1.14

La barra de Erlich

Me gusta desayunarme cada mañana contemplando la viñeta de Bernardo Erlich en El País porque soy adicto a su alegre pesimismo, a su congénita alergia a los lunes y a sus cínicas reflexiones tabernarias, que tanto se asemejan a mi día a día. Es rara la semana en la que este ilustrador y humorista gráfico, argentino de Tucumán, no sienta a alguno de sus personajes ante la barra de un bar para que descargue, ante el bebercio cotidiano, sus cuitas. Solo en lo que va de año, ya son cuatro las estampas que se suceden con vasos y copas de por medio; y su interés va in crescendo, según el parecer de mi tabernero de cabecera, que hoy ha estado regocijándose ante ellas.

22.1.14

¿Cuánto cuesta una botella de vino?

¡Maldita la hora en la que mi tabernero y yo nos hemos inmiscuido en una de las más agrias polémicas que mantienen en vilo desde antiguo al tinglado vitivinícola español: el precio de la botella de vino! Cuanto más me adentro en el abismo de este negocio, a base de tragos y charlas, más cercano me siento a la rutina dominical instalada en casa de Valerio Magrelli. En su último libro, Adiós al fútbol, el poeta romano confiesa cerrar la semana dando vueltas por el salón, intentando evadirse del resultadismo balompédico: "Quiero saber y al mismo tiempo no saber". Lo mismo me ocurre a mí con el vino.

En fin, que el tabernero y yo nos las hemos tenido tiesas a cuenta del irresoluble asunto. La chispa que ha prendido una mecha trenzada tiempo atrás han sido sendos artículos publicados en los últimos días por una de las (más resistentes) fuerzas vivas de la crítica enogastronómica de nuestro país (Carlos Delgado) y por un blog paradigmático de la posmodernidad librecambista (Popthewine.com), que han dejado (más o menos) claras sus respectivas posturas sobre la peliaguda cuestión.


Por un lado, los responsables del portal de venta online que se cisca desde sus principios fundacionales en puntos, guías, medallas y gurús, defienden, tras una larga exposición de motivos, que "solo en costes de producto 'puro" (uva, sustancias adicionales, barrica, recipiente, tapón y etiquetado) una botella de vino puede "superar los 6 euros fácilmente", a los que habría que añadir "el coste humano (nóminas de los empleados en bodega y trabajos sobre la viña), el coste estructural (edificio de la bodega, depósitos, maquinaria agrícola), el coste de elaboración (máquina embotelladora, depósitos, luz, agua, productos, abonos, combustible, etc.), los costes financieros (hay vinos que salen de la bodega tras años de su vendimia), costes de marketing (acudir a premios, ferias, salir en las guías y publicaciones, catas, degustaciones, etc.) y los impuestos (que tan solo el IVA del vino comprado en una tienda es del 21%) o pertenencia a denominaciones de origen"; sin olvidar que "¡algo habrá que sumarle a eso para que gane algo de dinero la bodega, el que lo transporta y el que lo vende!".

Por otro lado, el autor del Manual del Santo Bebedor afina un poco más la puntería antes de lanzar un dardo envenenado contra el todopoderoso prescriptor patrio: "La guerra de los precios bajos (lowcost) puede causar estragos en el sector vitivinícola español y afectar seriamente la imagen de calidad de sus vinos. A la política agresiva de las grandes superficies, con promociones, venta en exclusiva y fuertes rebajas, se unen los vinos de marca 'blanca', que, en el caso de Carrefour, han tenido el privilegio de ser valorados por la prestigiosa Guía Peñín 2014. Y con puntuaciones de notable para arriba". Tras lo cual se atreve a poner nombre y apellidos a sus desvelos: "La duda surge ante determinadas ofertas, como un Rioja Reserva 2008 por 3,80 euros, el Tres Reinos de Carrefour (84 puntos GP), embotellado por Marqués del Atrio".

Tenemos, por tanto, dos hechos incontrovertibles y (aparentemente) enfrentados: de una parte, una razonada (y más que razonable) justificación del precio medio recomendado para una botella de vino español; de la otra, la (más que tozuda) realidad: su verdadero precio de mercado. Y a un servidor, marcado por el estigma del escepticismo desde su forzado paso por la pila bautismal, ni lo uno ni lo otro le terminan de convencer, para qué engañarnos. Sobre todo porque, a fin de cuentas, ambos enunciados vienen a decir lo mismo: que una botella de vino no debe ser tan cara como la venden unos ni tan barata como tratan de venderla otros.


A estas alturas de la historia, no se trata de alistarse con tirios o con troyanos, sino de ir al meollo de la guerra. El principal peligro de la estrategia que (mal)vende los caldos a precio de saldo no es el coste en sí mismo, sino el (convenientemente remunerado) aval prestado por los consejeros más mediáticos a semejantes (sub)productos. Concretando: el pasado 17 de diciembre, la Guía Peñín de los Vinos de España anunciaba a bombo y platillo la inclusión (por primera vez) en su edición 2014 de "los más de 70 vinos de marca propia de los hipermercados Carrefour", y justificaba la medida (auto)erigiéndose en servicio público: "Con la incorporación de los vinos de marca propia de la Bodega Carrefour se atiende a la demanda de aficionados al vino que buscan en la Guía Peñín una herramienta que les oriente entre el amplísimo número de marcas que existen en el mercado".

A decir verdad, a mí no me han preguntado nunca, y al resto de la parroquia que se ha sumado al debate mantenido entre el tabernero y yo, tampoco. Así que me barrunto que donde dice "demanda de aficionados al vino", debería decir "talegada aflojada por los paganinis de la cadena de hipermercados". En caso contrario, resultaría imposible de digerir el comunicado lanzado solo tres días después por la propia Guía, en un alarde de farisaísmo sin parangón que afectaba directamente a la competencia: "La cadena de supermercados Lidl ha accedido a retirar cualquier alusión a Guía Peñín en la sección de bebidas de todos sus establecimientos". Con vomitivo recochineo, el presidente de honor del alcohólico vademécum, José Peñín, zanjaba la cuestión el 22 de diciembre vanagloriándose en las redes sociales de su subvencionada omnipotencia: "En Carrefour ponen los puntos Guía Peñín hasta en las cajas de vinos", se podía leer en un bochornoso tuit que adjuntaba foto del desmán. Resumiendo: la Guía Peñín solo tiene amigos entre quienes que pasan por caja.


Todo esto dibuja un escenario devastador para el futuro del vino español, en el que el consumidor medio habrá de andarse con cuidado si no quiere caer en alguna de las numerosas trampas que le tiende el mercado. Por ir concluyendo: para elaborar la Guía Peñín 2014 se han catado (supuestamente) unas 10.000 referencias, pertenecientes a 2.137 bodegas (menos de la mitad de las existentes en España), con una nota media de 87,8 puntos; si tenemos en cuenta que casi un tercio de los vinos reseñados (3.328) supera el umbral de los 90 puntos, a nadie en su sano juicio se le ocurriría exhibir con orgullo puntuaciones de 84 (Tres Reinos, citado por Carlos Delegado) o de 87 (Moralinos, tuiteado por monsieur Peñín). Pero, en un país asolado por la necedad, incluso el cutrerío más atroz (ocupar el puesto 6.000 u 8.000 en un sector determinado) puede ser vendido con ostentación. Los puntos comprados al peso pretenden compensar un precio aligerado de cargas con el único fin de confundir al consumidor desinformado, y así es imposible adivinar cuánto cuesta realmente una botella de vino.

21.1.14

Penta 2009, 2010 y 2011

El tabernero me ha propuesto hoy llevar a cabo una (mini)cata vertical (ya sabes, buscar las siete diferencias entre distintas añadas de una misma referencia) como lúdico desengrase de la rutina diaria; y yo, que huyo del aburrimiento como de la peste, me he dejado hacer. La (a priori) excitante propuesta consistía en dar cuenta de sendas muestras de Penta, correspondientes a las añadas de 2009, 2010 y 2011, pero su desarrollo ha resultado (mucho) menos provechoso de lo esperado, principalmente por culpa de la nula personalidad de un vino excesivamente encorsetado por su diseño conceptual: el artificio se hace llamar así, Penta (elemento compositivo, del griego 'πεντα-'), porque está integrado por un coupage de cinco variedades de uva; porque su crianza en barrica de roble gabacho alcanza los cinco meses; y porque, rizando el rizo de la gilipolluá, pretende estimular los cinco sentidos. Total, mi gozo en un pozo: ni el vino ni el jueguecito de marras me han hecho tilín.


Por lo que respecta al caldo, lo justo sería adelantar que se trata de un mero soldado raso dentro del nutrido ejército de etiquetas con el que combate Pago del Vicario, una bodega con cuartel general en Ciudad Real (junto a la ribera del río Guadiana, en las primeras estribaciones de los Montes de Toledo) y comandancias en la Alpujarra almeriense y El Bierzo leonés. Las variedades empleadas para la consecución de Penta, procedentes de vendimias nocturnas y con vinificaciones individualizadas parcela a parcela, solo son agrupadas en la fase final de su proceso de elaboración; y esta circunstancia, sumada a la heterogeneidad de los suelos de las veintinueve parcelas en las que se divide el pago, se convierte en la principal causa de su indefinido carácter. Así las cosas, el hecho de que en la añada 2011 cabernet sauvignon y syrah fueran sustituidas por garnacha tinta y graciano no supuso la más mínima ventaja para un coupage que, siquiera por eso, debería haber superado sus primigenias hechuras bordelesas, ganando en españolidad y potencia.

Muy al contrario, este proyecto dirigido por la saturniense Susana López Mendiondo peca de impersonalidad precisamente en aquellos aspectos que deberían conformar sus señas de identidad, lo cual evidencia que, si alguna semilla dejó Peter Sissek en la responsable enológica de Pago del Vicario durante su matrimonio de conveniencia en Clos d'Agón, desde luego no es este Penta la criatura en la que se hace notar. Sirva como muestra un botón: desde la web oficial de la bodega se habla de un vino "muy frutal" en boca, "con notas de menta y cacao (aftereight)", "recordando mousse de fresa y nata". O sea, menta y cacao y fresa y nata; demasiado postre para tan poco alimento; el ser y la nada, que diría Sartre.

En cuanto a mi humilde experimento tabernario, la batalla la ha ganado de largo el 2009, cuyo periodo de guarda en botella ha multiplicado las (escasas) excelencias de su paso por barrica, una eventualidad que ha permitido que las especias de la madera compensen la vaguedad de semejante ensalada de frutas. Algo que aún no se ha producido en el caso del 2010, que de propina ofrece un ataque en nariz ligeramente desagradable, ni en el del 2011, al que unos meses más de reposo le sentarán de escándalo.


Penta

2009, 2010 y 2011

Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Syrah, Merlot y Petit Verdot (2009 y 2010)

Tempranillo, Garnacha tinta, Graciano, Merlot y Petit Verdot (2011)

5 meses en barricas de roble francés

14,5% alcohol

Vino de la Tierra de Castilla

Pago del Vicario, Ciudad Real, Castilla La Mancha, España

20.1.14

Brighter (Fade to Black)

En la taberna andaban hoy un tanto melancólicos (musicalmente hablando), acaso afectados por esa vertiginosa nostalgia de lo festivo que ya no volverá. Lo ventajoso del caso es que tal circunstancia ha posibilitado un acompañamiento inmejorable para mi bebercio vespertino: el último (y elefantiásico y unánimemente aclamado por la crítica) álbum publicado por el californiano Cass McCombs, uno de esos "cantantes de country-rock con su guitarra y su influencia de Gram Parsons a cuestas" que "se cuentan por cientos", según apunta con sorna Carles Novellas en PlayGround, pero que lleva ya algo más de una década empeñado en pasar a la historia como uno de los más ilustres representantes de ese género de canciones "sencillas, de armonías claras, instrumentación clásica" y belleza inmarcesible que a mí me arrebatan.


Entre los veintitrés cortes de su más reciente publicación, 'Big Wheel and Others', sobresalen las dos versiones despachadas de un clásico instantáneo: 'Brighter'. La primera, interpretada por él mismo, pone los pelos de punta; la segunda, que cede la voz cantante a Karen Black, emociona aún más aunque por motivos extramusicales: la actriz y vocalista registró su toma solo unas semanas antes de morir a los 74 años víctima del cáncer. Y en ambos casos, sobre una melodía íntima preñada de slide guitar, queda patente que las letras de McCombs "vuelven a pasearse por los miedos y frustraciones metafísicas del hombre", como ha señalado acertadamente Nacho Ruiz en su reseña para Metrópoli.

18.1.14

El puño borracho de Yuen Woo-ping

Se ha estrenado en las escasas salas cinematográficas que (nos) van quedando 'The Grandmaster', la quintaesencia del lírico manierismo practicado por el sin par hongkonés Wong Kar-wai. La película narra la peripecia vital de Ip Man, padre del Kung-fu moderno y mentor de Bruce Lee, y cuenta con la inestimable colaboración de Yuen Woo-ping, el más excelso coreógrafo de artes marciales audiovisuales del que se tiene noticia, como podrán atestiguar quienes se hayan deleitado con los vuelos, danzas y posturitas de 'Tigre y dragón', la trilogía 'Matrix' o la tarantiniana 'Kill Bill', por citar solo algunos ejemplos de su deslumbrante maestría.


Colgándose de esta percha, Ismael Marinero ha repasado en Metrópoli la influencia ejercida por Woo-ping en el desarrollo del (occidentalizado) cine oriental de mamporros, comenzando por su segunda película como director, que es precisamente la que daba esta sobremesa el avispado canal televisivo que tenían sintonizado en la taberna: 'El mono borracho en el ojo del tigre' (1978). Inequívocamente conocida en el ámbito anglosajón como 'Drunken master', se trata de una disparatada comedia en la que un bisoño Jackie Chan se despacha a gusto repartiendo generosas muestras del 'puño borracho' (zui quan), una técnica marcial que desde su irrupción se ha vuelto omnipresente en la cultura popular, con especial incidencia en el anime y los videojuegos.

Los que aún no hayan tenido el gusto y estén dispuestos a cogerse una borrachera (cinematográfica) de puñetazos y patadas, póngase cómodos y disfruten, que esta sesión corre por cuenta de la casa:

17.1.14

Canasta

Las Bodegas Williams & Humbert fueron fundadas en 1877 por sir Alexander Williams, del que se cuenta oficialmente que era un "gran conocedor y admirador de los productos jerezanos", y Arthur Humbert, reconocido "especialista en relaciones internacionales", pero su verdadero origen es mucho más romántico: un buen día, el citado Williams, un modesto empleado de la firma Wisdom & Warter, se enamoró de Amy Humbert, una dama jerezana de origen inglés; incapacitado para mantener económicamente una familia y con el rechazo patronal como respuesta a su solicitud de su auxilio, decidió asociarse con su suegro, alquilando una nave y fundando sus propias bodegas.


Situado en el cuasi mitológico "valle mesopotámico" de Andalucía occidental, abrigado por esa santísima trinidad del vino que forman Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda, el mayor aliado de este templo de la enología es el peculiar microclima que encierran los ríos Guadalquivir y Guadalete. W&H, que se anuncia a sí misma como "la bodega más grande de Europa" (aunque me parece que esto lo he leído antes en algún otro lugar), conserva desde entonces parte de los vinos y brandies de la casa en soberbias botas de roble (soleras) que operan como base del actual desarrollo y crianza de cada uno de sus caldos. El histórico sello, una vez superado su coyuntural desprestigio tras verse envuelto en los líos jurídicos derivados de la expropiación de Rumasa, descansa a día de hoy en manos de la familia Medina y ha diversificado riesgos (como gustan de decir los buitres neocapitalistas) ampliando su carta de destilados y dejándose enredar en las cosas del comer.


Sea como fuere, una de sus banderas será siempre Canasta, el superventas de los olorosos patrios, del que hoy he paladeado una generosa dosis en la taberna, servida atinadamente on the rocks. Se trata de lo que los anglosajones denominan cream, los españoles llamamos vino generoso de licor de crianza y los recalcitrantes europeístas obligan a etiquetar como Vino de Licor de Calidad Producido en Región Determinada, aunque, a todos los efectos, Canasta es un oloroso dulce perteneciente a esa denominación de origen plurinominal conocida mundialmente como Jerez-Xérès-Sherry.

El formidable bebercio, procedente de mosto yema de las variedades palomino y Pedro Ximénez escogidas del pago Balbaína y Carrascal, es sometido primero a fermentación controlada, encabezado (es decir, fortificado) posteriormente hasta los 19,5 grados y trasegado en un laborioso proceso de sobretablas antes de adentrarse definitivamente en el sistema de criaderas y solera para su envejecimiento físico-químico por oxidación en botas de roble con una edad media mínima de seis años. El resultado, del que a esta hora aún guardo un grato recuerdo, es un "vino oloroso dulce de color caoba con aromas a frutos secos, nuez, y ligero recuerdo a pasas y azúcar tostado", un paladar "suave, aterciopelado, muy cálido por su contenido alcohólico" y una retronasal "persistente". Eso, según el parecer de quienes creen que se necesita echar mano de literatura (seudo)científica para venderlo, pero lo que convierte a este jarabe con 132 gramos de azúcar por litro en irresistible goloseo es la incertidumbre que advirtió Julian Jeffs, el autor de Sherry, como consustancial a los de su casta: "La naturaleza ha sido muy generosa con los vinateros jerezanos, pero dicha generosidad exige un precio y el jerez es un vino muy perverso, porque hasta que no ha finalizado su crianza nadie puede decir con certeza cómo se va a desarrollar, y eso es exasperante. Existen innumerables vinos de jerez y jamás dos botas dan dos vinos exactamente iguales". O sea.


Canasta

Palomino y Pedro Ximénez

19,5% alcohol

DO Jerez-Xérès-Sherry

Bodegas Williams & Humbert, Jerez de la Frontera, Cádiz, Andalucía, España

16.1.14

El vino, la pela y el chisme

Mi bodeguero de cabecera me hace saber que Castro Galiana, una consultora especializada en el asesoramiento comunicacional vitivinícola, acaba de hacer público un resumen de su Informe del sector del Vino en la prensa 2013 [para conocer el informe completo hay que rascarse el bolsillo] y, aunque sus conclusiones se comentan solas, no quiero dejar de subrayar tres puntos que explican por sí mismos el funcionamiento del mercado interno del vino:
· Según los expertos (un ente abstracto cuyo análisis en profundidad dejaremos para mejor ocasión), en España hay alrededor de cinco mil bodegas, de las cuales solo 1.546 han tenido presencia mediática. O sea, hay unos 3.500 productores de los que no se tiene noticia, literalmente. Y, curiosamente, los que más han dado que hablar en los mentideros vitivinícolas no lo han hecho por la excelencia de sus productos sino por rencillas familiares (Vega Sicilia) o cuestiones políticas (Freixenet). 
· Lo mismo sucede si fijamos nuestra atención en las marcas: únicamente 3.324 han sido citadas en la prensa y, de ellas, las más cacareadas lo son por motivos extravinícolas: una, por ser la sangre de Su sangre utilizada por los prebostes del Vaticano como alimento espiritual; otra, por ser vendida, conjunta e inseparablemente, por un diario venido a menos; otra más, porque su etiqueta ha sido Custo(mizada); y así sucesivamente. 
· En cuanto al origen, entre dos ases (Rioja y Ribera del Duero) se reparten casi un tercio de la baraja mediática, y otro repóquer (Cava, Rías Baixas, Jerez, Penedés y Rueda) acapara un cuarto de las cartas puestas sobre el tapete, circunstancia que deja solo los descartes para el resto de las comarcas productoras.
Teniendo en cuenta estos datos, se comprende mejor la rutinaria labor de los 622 escribanos, 52 revistas y 99 periódicos analizados en el informe de marras. Su criterio se rige, con mínimas aunque honrosas excepciones, por la pela y el chisme, el poder y la gloria. Así se decide desde las alturas lo que compramos y, peor aún, lo que bebemos.

15.1.14

Entre la locura y la prostitución

Al abrigo de una copa de vino tabernario, trasteo por la red en busca de nada cuando, causalmente, me topo con algo. Descubro un blog abecedario en el que un zagal llamado Álvaro Anguita va dando cuenta con cierta inconstancia de sus desvelos publicitarios, que no son pocos. En él, recuerda que fue Albert Einstein quien aseguró que "la creatividad es la inteligencia divirtiéndose" y, echando un vistazo a su post de hoy, ¡cualquiera se atreve a llevar la contraria al físco apátrida! Rastreando 'Los 20 packaging más originales del mundo' se me hace la boca agua, entre andanada y andanada a mi capacidad de sorpresa. Mi línea de flotación alucinatoria corre serio riesgo de hacer aguas justo antes de quedar definitivamente tocada y hundida ante la maravilla que abraza, literalmente, a un vino que se hace llamar Loco. Tras admirarla asombrado, mando al carajo mis prejuicios (anti)consumistas aunque no consigo silenciar del todo el eco de una advertencia lanzada a la humanidad por Peter Saville: "El diseño se ha convertido en un pretexto para el consumo innecesario".

Le doy la razón a regañadientes al portadista de los discos de Joy Division y New Order al tiempo que me entero de que Loco es el primer vino blanco de las toledanas Bodegas Canopy y que procede de una viña de garnacha blanca de más de 65 años cultivada de forma tradicional en vaso, que es obtenido mediante cosecha manual en pequeñas cajas y que su crianza está matemáticamente equilibrada: una mitad, fermentada durante seis meses en barrica con batonnage; la otra, en tanques de acero inoxidable trabajando las lías finas. Pero a lo que vamos: ¡Qué locura de presentación!


Una agencia madrileña (no la llames Dolores, llámala Lola) tiró la casa (creativa) por la ventana para envolver con insuperable acierto esta extravagancia vinícola de la que solo salieron al mercado mil botellas; y me gusta pensar que sus privilegiados compradores tendrán a buen recaudo esas codiciadas piezas artísticas hasta el día en que se levante un verdadero museo del vino español. Por si cuela, ordeno al tabernero que incluya a este Loco en mi lista de deseos (in)confesables mas, por lo que anuncia su torva mirada, parece concluir que el chalado soy yo. Así lo dejo cuando apuro el último trago y me dispongo a abandonar la taberna poniendo mientes en la locura, el diseño y el (anti)consumismo. De pronto, caigo en la cuenta de que el poeta Joseph Brodsky resolvió hace mucho tiempo semejante galimatías: "No es la locura lo que debemos evitar, sino la prostitución".

14.1.14

Mu 2013

La (pen)última ocurrencia de Fernando Toribio es la puesta en circulación de Mu, un caldo nacido para ocupar con dignidad el nicho de mercado que queda libre entre los vinos de mesa más peleones y los tintos jóvenes para cuya adquisición hace falta largar al menos un billete. El enólogo y propietario de Bodegas Toribio, cuyas creaciones para las etiquetas Viña Puebla y Pago Los Balancines lo han convertido en el bodeguero mejor valorado de Extremadura, busca mantener con su flamante criatura el (altísimo) nivel del resto de su catálogo, guiado por la mirífica intención de que el (bajo) precio de venta al público no suponga, en ningún caso, la más mínima merma en las cualidades del producto final.

De momento, su apuesta ya ha calado entre algunos de los altavoces con más ascendiente de la crítica especializada, lo que ha supuesto, por ejemplo, que Juan Fernández-Cuesta haya incluido a Mu entre los once vinos que dibujan, según él, lo que será el mapa vitivinícola español en 2014. Desde su página semanal en ABC, este hijo del tardofranquismo despachaba hace unos días con un puñado de generalidades el novedoso bebercio extremeño: "Vive envuelto por la honestidad y se comporta fácil en boca, bien hecho, con suficiente equilibrio, vivo". Sea, pero conste en acta que semejante nadería valdría lo mismo para un roto que para un descosido.

Mejor nos dedicamos a ir al grano, en este caso mezcla de tempranillo y de macabeo, y nos dejamos de ambiguos circunloquios. Lo dicho: este vino joven que acabo de estrenar en la taberna está elaborado, al cincuenta por ciento, con uva tinta y uva blanca, lo que le confiere una extraordinaria cualidad: huele a vino blanco pero sabe a vino tinto. La propia bodega define su aspecto como "violeta intenso" y asegura que a la nariz del catador acuden "aromas a frutos rojos y blancos" que aportan intensidad, expresividad y "sensación de frescor"; para el paladar, promete "fruta fresca" y un corolario de epítetos todoterreno perfectamente aplicables a un gran reserva: "Vivo, intenso, gustoso, largo y redondo". A mí, sin embargo, me parece ligero, y entiendo que esa es la mayor virtud de un vino nacido para justificar el devaluado binomio calidad-precio. Como sostiene el ínclito Fernández-Cuesta, "para irse de chateo siempre merecerá la pena".


Mu

2013

Tempranillo y Macabeo

13,5% alcohol

Vino de la Tierra de Extremadura

Bodegas Toribio, Puebla de Sancho Pérez, Badajoz, Extremadura, España

13.1.14

Mi toallita cervecera

Aunque cueste creerlo, en la taberna hay días en que resulta más placentero el momento de acudir al aseo que el mero hecho de entregarse sin medida al bebercio y al comercio; mas, como no quiero dar lugar a equívocos, aclararé al punto que esto sucede principalmente desde que el tabernero ha incorporado a su ajuar una toalla de manos en la que Heidi Schweigert homenajea a la cerveza retratando con tinta ecológica sobre algodón sin blanquear sus variedades más populares. Merced a ese pequeño detalle, el rutinario acto de secarme las manos se ha convertido en un delicado rito en el que me recreo con mayor frecuencia de la debida aunque solo sea por acariciar de cuando en vez tan apreciado tesoro.

Schweigert es una ilustradora y diseñadora afincada en Minneapolis cuyos clientes conforman un amplio abanico que va desde megafranquicias como Starbucks a pequeñas publicaciones especializadas en hogar y consumo. Su arte naïf puede ser admirado (red mediante) en su página personal y algunas de sus creaciones se pueden adquirir, a buen precio, en su tienda virtual, donde, además de la toalla de mis amores cerveceros, está disponible desde hace unos días un embriagador calendario de 2014 con el maridaje cerveza-comida como protagonista.

11.1.14

Callejeando con el tío Drew

Ayer, mientras me daba, como de costumbre, a la bebida, en el televisor de la taberna pasaban un spot publicitario emitido por un canal yanqui de esos que entienden la vida como espectáculo perpetuo. Al finalizar la películita me cosqué de que se trataba de una estratagema para vender al populacho norteamericano la Pepsi Max Zero Calories, aunque este hecho no empaña el goce que sentí mientras contemplaba el show.



Se trataba (luego lo supe) del tercer capítulo de 'Uncle Drew', una serie de cortometrajes escritos y dirigidos por Kyrie Irving, la estrella que más brilla en el firmamento de los Cleveland Cavaliers de la NBA, en la que el jugador de origen australiano se hace rodear de otros colegas de profesión para dar rienda suelta a su callejera pasión deportiva con la (mal)sana intención de burlarse de sendas pandillas de baloncestistas amateurs simulando ser un hatajo de viejales.


En ese último episodio aparecen también el dunker de los Denver Nuggets, Nate Robinson, y la exjugadora del Ros Casares valenciano Maya Moore; y en el anterior, Bill Russell, leyenda viva de los Boston Celtics, y Kevin Love, infalible tirador de Minnesota Timberwolves. Todos ellos contribuyen a engrandecer una serie que nació en la primavera de 2012 con la solitaria presencia de Irving como anciano impostor y que va camino de convertirse en fetiche para los coleccionistas de grandes emociones deportivas.

10.1.14

Baigorri Maceración Carbónica 2012

Por mucho que los académicos franceses se empeñen en apuntarse (también) el tanto de la maceración carbónica, situando su origen en Narbonne en 1934, lo cierto es que esta sencilla técnica de vinificación popularizada por el mercantilizado Beaujolais nouveau ha sido, desde siempre, la más utilizada por los bodegueros españoles y, hasta finales del siglo XIX, prácticamente la única. Siguiendo sus directrices se han elaborado tradicionalmente los tintos de cosechero de la Rioja Alavesa y, aunque los cazadores de tendencias hayan descubierto ahora sus virtudes y pretendan vendérnosla como una moda (más o menos) pasajera en la península histérica, no será aquí donde demos pábulo a semejante manipulación histórica.


Paternidades aparte, conviene recordar que la maceración carbónica consiste (por decirlo con palabras de Paco Berciano) en lo siguiente: "Se echan los racimos enteros, sin despalillar, ni romper, en grandes depósitos, normalmente de acero, aunque hay quien sigue usando madera o se ha vuelto más moderno y usa acero inoxidable. Hay una parte de la uva que se rompe o se aplasta y sufre una fermentación normal, con levaduras, pero hay otra parte que sigue intacta y realiza únicamente una fermentación intracelular, dentro de la propia uva. La mayor parte realiza primero la intracelular y después la tradicional con levaduras. Si la uva llega rota o rasgada se impone primero la fermentación por levaduras, si llega entera se impone la intracelular". El resultado de ese proceso, detallado por el divulgador babieco huyendo de tecnicismos, son vinos afrutados, aromáticos, cromáticamente intensos y con una ligera presencia de carbónico que los hace especialmente recomendables para ser consumidos a lo largo de su primer año de vida y, a ser posible, durante los meses de calor, servidos a una temperatura sensiblemente inferior a la sugerida para el resto de los tintos.

Rozando el límite de lo aconsejado, he dado cuenta hoy en la taberna de un ejemplar correspondiente a la cosecha 2012 de uno de los mayores exponentes de esa pandilla de parvenues embotellados que amenaza con descabalgar del escalafón vitivinícola al resto de los tintos jóvenes españoles: Baigorri Maceración Carbónica. La más fresca de las creaciones de la ejemplar bodega de Samaniego conserva, una vez superado el primer año de su embotellamiento, todas las cualidades que la han convertido en irresistible tentación para los recién aterrizados en el paraíso del bebercio. A saber: "Destaca su aroma afrutado de grosellas y moras, su paso en boca nos resulta agradable y perdurable sobresaliendo notas de regaliz y pastillas juanola. La nula astringencia lo hace agradable al paladar y es la característica más relevante que lo diferencia de los vinos clásicos de maceración carbónica". Olvida mencionar el redactor de la nota de cata oficial su notable carga láctea, pero lo anteriormente destacado se basta y se sobra para convertir a este joven caldo mimado por el equipo de Simón Arina en una apuesta segura ante audiencias heterogéneas.


Baigorri Maceración Carbónica

2012

Tempranillo

13,5% alcohol

DOCa Rioja

Bodegas Baigorri, Samaniego, Álava, País Vasco, España

9.1.14

Esto (no) es Jauja

Entre trago y trago, ojeo (y hojeo) en la taberna una revistilla entitulada XLSemanal, a la sazón suplemento dominical del vetusto (y desnortado) diario ABC, y entre sus páginas me topo con un publirreportaje destinado a encasquetarnos el último engañabobos del renacentista Umberto Eco, a quien veo en los últimos tiempos mucho más apocalíptico que integrado. El tomo en cuestión pretende ser una Historia de la tierra y los lugares legendarios, y al redactor de turno de la gaceta ilustrada que me traigo entre manos le ha sido encomendada la ardua tarea de entresacar de sus páginas un puñado de extractos que alimenten las (supuestas) ansias lectoras de unos españolitos que las pasarán canutas para reunir los cuarenta y cinco eurazos que pide la editorial Lumen por el lujoso artefacto.

Por lo que a mí respecta, con este aperitivo tengo más que suficiente, así que ya tienen garantizado un lector (y un comprador) menos. Pero centrándonos en las líneas que más me afectan por culpa de mis vicios (y virtudes) blogueros, o sea, aquellas en las que se rastrean los orígenes de Jauja, digamos que la indagación del semiótico piamontés no pasa de paupérrima, pues prima en ella una cegata visión macarroni de la cultura universal que olvida (o prentende olvidar) que el germen del mito jaujiano, como bien recuerda nuestra Real Academia Española, se sitúa en un valle homónimo del Perú famoso por la riqueza de su territorio, motivo por el cual el sustantivo 'Jauja' "denota todo lo que quiere presentarse como tipo de prosperidad y abundancia". Sin embargo, don Umberto solo se hace eco de las fuentes que le cuadran para que su relato quede plagado de mascarpone, marzolino y mortadela. Lee, si no, lo que nos cuenta acerca del reino de la abundancia, y juzga tú mismo:
"En ciertas leyendas, el paraíso terrenal adopta una forma totalmente materialista: el País de Jauja. El nombre aparece por primera vez en un poemilla del siglo X, pero la composición más antigua que ha llegado hasta hoy es del siglo XIII, en el que el autor dice haber viajado, por encargo del Papa, al País de Jauja, donde aparecen todas las maravillas que luego se repiten. En El perro de Diógenes, de Francesco Fulvio Frugoni (1687), la isla de Jauja está situada en el mar del Calducho, 'envuelta en una niebla blanca que parecía cuajada. [...] Corren ríos de leche y manan fuentes de moscatel, malvasía y vino dulce. Los montes son de queso y los valles, de mascarpone. De los árboles cuelgan marzolinos y mortadelas'.
La tradición es imprecisa respecto a la ubicación. La tierra de Bengodi, la Jauja que se describe en El decamerón, donde se atan los perros con longanizas, está situada en 'el país de los vascos'. En un drama religioso germano, el Schlaraffenland nombre alemán de este país feliz se encuentra entre Viena y Praga. En un poemilla inglés aparece en medio del mar, al oeste de España. Ahí se dice, además, que Jauja es mejor que el Paraíso, donde para comer solo hay fruta y para beber, solamente agua. Y es que la leyenda de Jauja no nace en ambientes místicos, sino entre las masas populares que padecen un hambre secular".

8.1.14

Milagros (relativos) de la dieta McDonalds

En la taberna nunca caerían en el mal gusto de agasajarme con un filete ruso abrasado de esos que los yanquis rebautizaron como hamburguesas después de que la carnaca en cuestión hiciera escala histórica en el puerto alemán que le prestó su nombre para los restos; ni siquiera se dejarían llevar por la tentación de ofrecerme uno de esos (mini)sucedáneos del steak tartare que han asaltado la cocina española de vanguardia en forma de emparedados de chichinabo para mayor gloria de florilegios gastronómicos varios. Concedamos el beneficio de la duda de que en el cielo seremos todos iguales pero en la tierra, por ventura, todavía hay clases... y congéneres que las respetan. Lo que sí me ha servido hoy el tabernero en bandeja ha sido un nuevo capítulo de la cansina (intra)historia de la comida rápida.

Por lo visto, alguien que en la blogosfera patrocinada se hace llamar El Comidista, y por cuyas venas corre la misma sangre que una (presunta) vieja gloria del baloncesto patrio, ha resucitado hoy la antediluviana polémica en torno a la porquería comestible al acercar al populacho español el caso de un maestro de escuela estadounidense que ha demostrado que se puede (mal)comer durante tres meses seguidos en McDonald's y, además de salir indemne del intento, hacerlo dejándose por el camino diecisiete kilos sumados a un tercio de esa entelequia médica que conocemos vulgarmente como colesterol malo.


El sujeto en cuestión atiende por John Cisca (sin cachondeo: nada que ver con la acepción pronominal de nuestro noble verbo 'ciscar') y su experimento hiede (con perdón) a la legua: zampó en McDonald's, sí, pero poco y con criterio, controlando las calorías ingeridas; y acompañando su particular dieta de considerables dosis de ejercicio. O sea, hizo trampas y, de paso, comió de gorra durante un trimestre. Lo que en mi pueblo catalogamos, sin miramientos, como un listo. Así que, la científica investigación que pretende dar al traste con lo denunciado en los últimos años por insoslayables documentos audiovisuales como 'Super Size Me' o 'Fast Food Nation' no es más que el enésimo intento de la franquicia de los huevos de oro por lavar su imagen ante una opinión pública más que escamada con las discutibles prácticas de este y de otros cuantos gigantes de la alimentación masiva.

Lástima que, entre sus multimillonarias campañas de blanqueamiento, se hayan colado pifias como la que conocíamos hace unos días de la mano de Íñigo Sáenz de Ugarte: algún topo de estómago desagradecido reveló que McDonald's advertía a sus propios empleados en mensajes internos de los riesgos de sus viandas superventas: "Las comidas rápidas son rápidas, de precio razonable y alternativas permanentemente disponibles a la comida casera. Aunque las comidas rápidas son convenientes y económicas para un estilo de vida atareado, son generalmente altas en calorías, grasas, grasas saturadas, azúcar y sal, y pueden poner a las personas en riesgo de sobrepeso". O sea: 'No comas comida rápida, es malo para ti', viene a decir papá McDonald's a sus hijos adoptivos.

Así pues, tras la efímera gloria alcanzada por el episodio protagonizado por el ínclito Cisca no se vislumbra nada nuevo bajo el sol alimentario: en la batalla por controlar el papeo mundial siempre habrá (al menos) dos bandos irreconciliables, animados recíprocamente por pequeñas escaramuzas como las aquí relatadas, mas ninguno de ellos impedirá que la comida basura siga siendo comida y, al mismo tiempo, basura.