Modestia aparte, Sobremesa se ve a sí misma como una revista "de vino, gastronomía, actualidad y tendencias, avalada por los mejores profesionales del sector". Creada en 1984, por estas fechas se cumple su trigésimo aniversario, efeméride que celebra en su número de enero reuniendo lo que considera "algunas de las figuras más importantes de los mundos del vino y la gastronomía" debido a que "su influencia y su labor divulgativa han marcado las tendencias definitivas en ambos campos a lo largo de las últimas tres décadas". En ese escandaloso cajón de sastre, lo mismo caben Ferran Adrià que José Ribagorda, Custodio López Zamarra que José Peñín, José Carlos Capel que Miguel Arias Cañete, Rafael Ansón que Juan Echanove, y sus jugosas entrevistas se pueden saborear en papel de toda la vida (como he hecho yo en la taberna), en pantallitas digitales o adornadas con imagen y sonido conscientemente informales en el canal de vídeos por un tubo que la publicación aloja gratuitamente en la red de redes.
En el citado cajón de sastre también hay sitio para Carlos Delgado, pionero de la crítica enológica de difusión nacional, actual columnista y bloguero de El País, impulsor en el pasado de la revista Vino y Gastronomía y del grupo OpusWine, y autor del fundacional El libro del vino. Y resulta que, en la breve semblanza que los juntaletras de turno esbozan sobre su figura, el subconsciente les juega una mala pasada y terminan haciendo una confidencia tan innecesaria como sospechosa: "Desde hace cuatro años va por libre", advierten los redactores acerca del veterano catavinos.
Retrocedamos en este punto: Sobremesa presume de "una mesa de cata donde el rigor y la profesionalidad constituyen las verdaderas premisas". Pero a nadie se le escapa que, como el 99% de las publicaciones especializadas medianamente sostenibles, sus intereses son eminentemente comerciales. Verbigracia: la revista pertenece al grupo Vinoselección, un club dedicado a la selección y venta de vino y productos de gastronomía, fundado en 1973 por Massimo Galimberti y asentado en Reino Unido, Alemania, Holanda, Argentina, Uruguay, Brasil, Canadá e Italia, donde operan distintos clubes que cuentan con más de cien mil socios y más de cien empleados. Con estos datos, huelgan las explicaciones.
Avancemos de nuevo hasta la semblanza de Carlos Delgado: tan asentada está entre la profesión la certidumbre de que la (casi) totalidad de los escribanos deben sus opiniones a las voces de sus amos, mecenas directos o indirectos de su actividad crematística, que incluso en la letra pequeña de las grandes ocasiones se cuelan deslices con los que alimentar el insaciable apetito de los conspiranoicos. Tanto da si el gazapo que cierra el despiece de la entrevista al vehemente Delgado es obra de Juan Manuel Ruiz Casado o de Saúl Cepeda (ambos firmantes del desaguisado); lo que importa a los lectores más susceptibles es conocer qué se esconde realmente tras denuncia tan ambigua: ¿Qué significa ir por libre en el mundo de la crítica de vinos? ¿Por qué solo hace cuatro años que Carlos Delgado va por libre? ¿Se puede ir por libre estando a sueldo de El País? ¿Por qué no iba por libre antes?
Demasiadas preguntas cuyas respuestas se pueden intuir, pero que nunca aparecerán publicadas en Sobremesa, una más de las revistas pretendidamente respetables que han devenido en meros catálogos del "sibaritismo y el lifestyle". Y no lo digo yo; lo dicen sus propios vendemotos: "Te dejamos todos los meses en el buzón los reportajes de la más rabiosa actualidad vinícola y gastronómica. Las mejores propuestas para realizar escapadas gastronómicas. Lo último en lujo y tendencias. Lugares de ensueño, delicatessen fascinantes y sugerentes viajes. Entrevistas con los personajes más 'in' del momento. Y por supuesto, la mejor guía de cata en la sección Dossier, para acertar siempre en tu elección, sea para tomar un vino, o para invertir en él". Lástima que hayan olvidado añadir como colofón: "Todo ello, previo pago de su importe (en publicidad o en especie) por parte de los interesados". O sea.