15.1.14

Entre la locura y la prostitución

Al abrigo de una copa de vino tabernario, trasteo por la red en busca de nada cuando, causalmente, me topo con algo. Descubro un blog abecedario en el que un zagal llamado Álvaro Anguita va dando cuenta con cierta inconstancia de sus desvelos publicitarios, que no son pocos. En él, recuerda que fue Albert Einstein quien aseguró que "la creatividad es la inteligencia divirtiéndose" y, echando un vistazo a su post de hoy, ¡cualquiera se atreve a llevar la contraria al físco apátrida! Rastreando 'Los 20 packaging más originales del mundo' se me hace la boca agua, entre andanada y andanada a mi capacidad de sorpresa. Mi línea de flotación alucinatoria corre serio riesgo de hacer aguas justo antes de quedar definitivamente tocada y hundida ante la maravilla que abraza, literalmente, a un vino que se hace llamar Loco. Tras admirarla asombrado, mando al carajo mis prejuicios (anti)consumistas aunque no consigo silenciar del todo el eco de una advertencia lanzada a la humanidad por Peter Saville: "El diseño se ha convertido en un pretexto para el consumo innecesario".

Le doy la razón a regañadientes al portadista de los discos de Joy Division y New Order al tiempo que me entero de que Loco es el primer vino blanco de las toledanas Bodegas Canopy y que procede de una viña de garnacha blanca de más de 65 años cultivada de forma tradicional en vaso, que es obtenido mediante cosecha manual en pequeñas cajas y que su crianza está matemáticamente equilibrada: una mitad, fermentada durante seis meses en barrica con batonnage; la otra, en tanques de acero inoxidable trabajando las lías finas. Pero a lo que vamos: ¡Qué locura de presentación!


Una agencia madrileña (no la llames Dolores, llámala Lola) tiró la casa (creativa) por la ventana para envolver con insuperable acierto esta extravagancia vinícola de la que solo salieron al mercado mil botellas; y me gusta pensar que sus privilegiados compradores tendrán a buen recaudo esas codiciadas piezas artísticas hasta el día en que se levante un verdadero museo del vino español. Por si cuela, ordeno al tabernero que incluya a este Loco en mi lista de deseos (in)confesables mas, por lo que anuncia su torva mirada, parece concluir que el chalado soy yo. Así lo dejo cuando apuro el último trago y me dispongo a abandonar la taberna poniendo mientes en la locura, el diseño y el (anti)consumismo. De pronto, caigo en la cuenta de que el poeta Joseph Brodsky resolvió hace mucho tiempo semejante galimatías: "No es la locura lo que debemos evitar, sino la prostitución".