30.4.14

Despertar del 'Somni'

Hace unos pocos días, en una entrevista concedida a la revista 7 Caníbales, Joan Roca daba algunas pistas sobre su filiación: "Nuestro número 1 demuestra que lo de El Bulli no fue casualidad. Ni lo será ahora, porque no estamos solos: aquí hay compromiso, hay estructura, hay muchos restaurantes, mucha gente. Hemos dado visibilidad a un territorio y la gente se pregunta ¿qué pasa aquí?". Se refería, claro, a que las más vanguardistas casas de comida españolas están de moda, principalmente entre los gerifaltes del comercio (y del bebercio) mundial que, para nuestra desgracia, conspiran parapetados tras barricadas (in)franqueables para nuestra humilde campaña 'Por el fin de la bullipollez'.

El vértice humano sobre el que pivota el éxito del Celler de Can Roca todavía no sabía a esas alturas (¿o sí?) que su restaurante iba a ser relevado este año del primer puesto en la guía The World's 50 Best Restaurants por el danés Noma (regentado por René Redzepi), que recupera así el trono que ya ocupó en 2010, 2011 y 2012, pero parecía poner(se) la venda antes de la herida. En un primer nivel de lectura, no hay lugar para la decepción: España es, de largo, el país que sale mejor parado en la lista publicada por la revista británica Restaurant: entre los diez primeros comedores del mundo, se encuentran otros dos españoles: Mugaritz, de Andoni Luiz Aduritz (6) y Arzak (8); y entre los cincuenta mejores, el número asciende a siete, pues además de los mencionados se encuentran Azurmendi, de Eneko Atxa (26), el Asador Etxebarri, de Bittor Arguinzoniz (34), Lasarte, de Martín Berasategui (35) y Quique Dacosta (41). Además, hay una segunda lista (la que llega hasta el puesto cien), en la que aparecen Tickets (57) y 41º (74), ambos de Albert Adrià, y DiverXo, de David Muñoz (94).


Para los legos en la materia, Yanet Acosta recuerda el funcionamiento interno de eso que Joan Roca quiere creer "el termómetro de la gastronomía mundial": "La lista 50 Best se realiza a partir de las votaciones de 900 expertos divididos en 26 regiones distribuidas en todo el mundo; cada una de estas regiones tiene 36 miembros, incluyendo a un presidente, y cada miembro puede realizar siete votos. De esos siete, al menos tres deben reconocer restaurantes fuera de su propia región. Así, los votantes enumeran sus opciones en orden de preferencia basándose en los restaurantes que le ofrecieron su mejor experiencia en los últimos 18 meses. No hay una lista de verificación pre-determinada de criterios que deben cumplir". Pese a esta (aparente) transparencia, incluso un (supuesto) triunfador como Eneko Atxa, reconocía a la salida de la ceremonia de reconocimientos su extrañeza: “Es la primera vez que asisto, no sé cómo funciona esto pero los resultados me parecen muy raros”.

Ese mismo convencimiento es el que muestra José Carlos Capel, que desde su blog en El País se ha despachado a gusto con un listado "en muchos aspectos absurdo y más desgarrador que nunca". En su opinión, "pierden el tiempo los que intentan encontrar sentido a los resultados. Este año la lista, que cada edición se consolida como un ente amorfo, se ha mostrado más errática, desconcertante y absurda que nunca. Imposible saber qué tendencias han valorado los 900 miembros del jurado y los motivos que justifican cada una de las posiciones. Se trata de un tobogán que humilla y descoloca a los mismos que la elaboran. Que cada uno saque las conclusiones que quiera".

Sin embargo, desde 7 Caníbales, Xavier Agulló confirma que las esperanzas de quienes abogamos por la extinción de la vacua parafernalia culinaria no están del todo infundadas: "Un vistazo rápido a los 50 restaurantes que conforman la lista 2014 arroja un primer resultado: el caos. Es decir, melange de estilos, inspiraciones y filosofías. Hum… Acaso sea ésta precisamente la cartografía del panorama actual, vale decir, el caos teorizado. Podría ser. Sin embargo, un análisis más detallado, a mi juicio, desvela en ese magma aparentemente inescrutable algunos parámetros que nos pueden ayudar a especular las corrientes de fondo. La más notoria de las líneas que podríamos resaltar es una cierta involución general en las votaciones, que este año parecen primar [...] a restaurantes más consolidados o más conservadores, aunque, repito, dentro de una heterodoxia global clara fruto, por cierto, de un sistema de votación muy democrático. Restaurantes con propuestas osadas, muy vinculadas a los preceptos de la vanguardia bulliniana, han registrado descensos sorprendentes [...]. Por el contrario, han subido establecimientos con una visión culinaria más cauta, más establishment [...]. No sorprende entonces, siguiendo este hilo y yendo al nitty gritty, que un corpus conceptual tan potente y caleidoscópico como el generado por los tres hermanos Roca durante 2013 (y a plena marcha en 2014) haya cedido el protagonismo principal a un Noma que sigue atrincherado en el agotado dogmatismo culinario nórdico. Se prefiere, parece ser, el gamberrismo de enfant terrible aprés la lettre de René, sustanciado más en las formas que en el fondo, que la reflexión compleja, la abstracción y la exploración en vanguardia de los Roca".


Como quiera que sea, el mejor resumen de esta hoguera de las vanidades gastronómicas lo ha hecho Juan Echanove de una manera mucho más simple y enriquecedora: "Los papas de Roma levantan el pulgar a cincuenta escogidos templos de la restauración y se lo bajan, por decantación, a otros cincuenta que serán devorados por las deudas contraídas con esos banqueros devoradores de foies y de lubinas a quienes hemos tenido que hacer el boca a boca antes de que las espinas de los peces los asfixiaran para siempre". Esa es, para quien esté dispuesto a (re)conocerlo, la principal consecuencia de este desmedido afán por la meritocracia surrealista (subvencionada y económicamente inviable) que, para los hermanos Roca, se ha convertido durante un largo año en 'El Somni'; un sueño del que, por el momento, se han visto obligados a despertar bruscamente.

29.4.14

Graciano de Guzque 2008

Ángel Ramírez Ludeña es, sin lugar a dudas, uno de los más inquietos animadores socioculturales manchegos. Y digo bien, socioculturales, porque este abogado, bodeguero y comunicador dedica la mayor parte de sus desvelos a la divulgación vitivinícola, que tanto tiene de social como de cultural, según mi particular punto de vista. Impulsor y responsable de programas televisivos (La Vinoteca, Televisión Castilla-La Mancha) y radiofónicos (Coloquios del Vino, esRadio Albacete) y socio de Manuel Agudo en un respetado bufete albaceteño, su principal empeño es, sin embargo, Pago del Guzque, una bodega situada en la quijotesca (y toledana) población de El Toboso.


Heredera de una tradición vinícola de más de sesenta años, la nueva empresa concentra la experiencia acumulada por la familia Ramírez Ludeña en dos proyectos anteriores: Bodegas Montoya, en Pedro Muñoz (Ciudad Real), y Bodegas Ludeña, en El Toboso. La finca Monte Guzque, integrada por más de setenta hectáreas de viña de diferentes variedades tintas (tempranillo, cabernet sauvignon, petit verdot, merlot y graciano) y blancas (sauvignon blanc, chardonnay y moscatel de grano menudo), forma parte de los antiguos montes comunales toboseños, que dibujan la linde que separa las provincias de Toledo y Cuenca. Situada en lo que los lugareños denominan 'triángulo de oro' de La Mancha, la suave inclinación sur de sus tierras permite el máximo aprovechamiento del sol. Esos mismos suelos francos son de baja fertilidad y están salpicados de diferentes tipos de tierra montesa, rodeados de encinas, carrascas y tomillo. Además, su situación a casi novecientos metros de altura les confiere unas peculiaridades especiales para el cultivo de la viña, sobre todo por los elevados gradientes de temperatura día–noche durante el verano, en plena maduración. Todo ello, según puede leerse en la propaganda oficial de la bodega, concede a la finca especiales características para producir "los vinos más finos y elegantes de la comarca". Modestia aparte.

El proyecto Pago de Guzque está basado en la elaboración de uno de los escasos monovarietales de graciano comercializados en España y, probablemente, el primero producido en La Mancha. Su diseñador fue Juan Fuente Rus, artífice a su vez de los caldos de Mont Reaga, y su osadía ha sido prorrogada por Manuel Manzaneque Suárez, discípulo de Michel Rolland, bodeguero familiar y particular, ubicuo asesor en su región y, a la sazón, director técnico de explotación y viñedo de la bodega toboseña. Desde su creación, Graciano de Guzque no ha dejado de recibir parabienes, quizá más pendientes de su exclusivo carácter que de sus cualidades intrínsecas. Y por eso, por comprobar si en esta ocasión cobraba sentido aquello de que "algo tendrá el agua cuando la bendicen", hoy he puesto especial esmero al catar en la taberna la añada 2008 de este caldo sin par; y la verdad es que no hay motivo para la euforia.


Graciano es una cepa de origen español, de brotación y maduración tardía, cuyo vino, de acidez elevada, se utiliza principalmente para alargar la vida de sus coupages con otras variedades, con una presencia destacadísima en Rioja. Los caldos de graciano mantienen fácilmente la tonalidad, ya que por sus condiciones de pH los antocianos se encuentran más ionizados, por lo que incrementan la intensidad de color. Así las cosas, la etiqueta de Graciano de Guzque asegura que se trata de un vino "de color rojo púrpura", "limpio y brillante", que "huele a sotobosque, hierba y tierra mojada", "mineral y balsámico" en boca; pero pierde el norte cuando lo cataloga absurdamente como "varonil", como un vino "enigmático y profundo". Veamos.

Un ferviente admirador de los monovarietales de graciano (como buen caballero andante riojano que es), Juan Cuatrecasas, se muestra resignadamente implacable con un caldo que ofrece mucho menos de lo que promete: "Aunque se nota franqueza varietal, sin embargo lo veo lejos de uno de mis vinos de referencia en cuanto a su condición monovarietal de graciano. Sobre todo cuando afronta la parte final de la cata, y al menos en esta muestra y añada. Noto que el vino queda un tanto corto, sin esa prolongación que suele aportar la varietal, cayendo en un silencio, en una huida que evita que las buenas sensaciones se completen". Discreto, aunque decepcionado, El Alma del Vino prosigue: "No le he encontrado ese matiz de mineralidad que suele atribuirse al Graciano de Guzque, y siendo sincero, creo que tal vez no sea esta la mejor añada de cuantas esta bodega defiende en el mercado. ¿Podría decir que empieza correcto, avanza bien, pero se queda un tanto corto en el final?". Podría, por supuesto, porque eso es lo que hay, por mucho que sus entusiastas paisanos traten de encumbrarlo como un vino excepcional.

Mas no todo el mundo opina lo mismo. Antonio Jesús Pérez Reina, analista enológico de akataVino, se sitúa en el lado opuesto: "Un vino perfumado, seductor y frutal. Conserva la bravura de un graciano carnoso en boca que derrocha carácter y raza en todas sus fases. [...] Un vino para disfrutar y hacer disfrutar a los demás, una elaboración que nos va a sorprender, una perspectiva de esta variedad simplemente exquisita". Joaquín Parra, capitoste de Wine Up Consulting, también se alinea en ese bando, afinando en su nota de cata: "Rojo cereza muy brillante con destellos púrpura. Aromas de buena intensidad. Tostados para dar paso a un apreciable espliego, fruta roja, monte bajo, trufa. Especiado (nuez moscada) y un toque balsámico. En boca redondo, frutal y floral. Fresco. Balsámico y especiado. Pedernal. Largo. Personal".

Y todo eso es muy bonito y muy hermoso, como diría un popular humorista (también) manchego, lo que pasa es que (casi) nada de lo reseñado anteriormente aparece en la graciana copa que hoy me ha servido el tabernero. Se conoce que las muestras analizadas por Pérez Reina y Parra corresponden a otro vino, muy distinto al que hemos probado, cada uno en su sitio, el amigo Cuatrecasas y un servidor.


Graciano de Guzque

2008

Graciano

18 meses en roble francés y húngaro

13,5% alcohol

Vino de la Tierra de Castilla

Pago de Guzque, El Toboso, Toledo, Catstilla La Mancha, España

28.4.14

¿El principio del fin?

Hubo un tiempo en el que, como recuerda José Peñín, "el sabor a madera significaba un vino viejo, de crianza, de mayor nivel, mejor, etc."; una época en la que "esta práctica llegó a protegerse institucionalmente con la implantación de los tipos 'crianza', 'reserva' y 'gran reserva' con unos tiempos mínimos de permanencia del vino en roble"; una etapa en la que esta ley "se estableció como un valor de ¡¡calidad!! sin legislarse la complexión o estructura del vino que pudiera soportar una crianza tan larga". Hubo un tiempo en el que las cosas fueron así, efectivamente, y los amantes del bebercio todavía estamos pagando sus consecuencias: en España, las más de las veces bebemos madera en vez de fruta y, además, la operación nos sale por un ojo de la cara. Pero esto podría empezar a cambiar. O no.


Apoyado en la barra de la taberna, desde donde analizo la cuestión mano a mano con el dueño de la casa, tengo la impresión de que los gurús de la enología nacional se están dejando querer peligrosamente por la pujante industria de los productos alternativos a la barrica, como demuestra la casual (o causal, vete tú a saber) coincidencia en el tiempo de sendos artículos a mayor gloria de los sucedáneos robleños, firmados por los influyentes Peñín y Carlos Delgado. Sus títulos, 'El roble secreto' y 'Que no te den virutas por barrica', indican por dónde van los tiros, con sus correspondientes matices, pero veamos qué se esconde en su interior.

El mandamás de la guía peñazo hace las presentaciones, incluyendo una mosqueante siembra de sospecha: "Existen, entre otras, unas prácticas secretas en la enología de las bodegas. Son los llamados 'alternativos', un eufemismo aplicado a sustituir la barrica de roble por virutas, duelas o trozos de distintos tamaños de roble introducidos en los tanques de acero o cemento. ¿Es un pecado? ¿Es un fraude?". Desde su flamante blog paisano, su veterano colega parece responderle: "El debate quedó sancionado, al menos desde el punto de vista legal, cuando, en 2006, la Unión Europea aprobó su uso en vinos, aunque cada Estado miembro ha podido desarrollar su propia legislación en un tema delicado como es el de añadir al vino trozos de roble de diferentes tipos y tamaños (virutas, cubos, polvo, granulates, blocks, etc.) En España se permite, sin que haya obligación de indicarlo, aunque no pueden mencionarse términos como 'fermentado', 'envejecido' o 'criado' en barrica en el etiquetado. Finalmente, la práctica se ha extendido más de lo que a muchos les gustaría reconocer".

Con el fin de contextualizar el tema, el ínclito Peñín hace memoria: "A partir de mediados de los años Noventa, la demanda de barricas de roble francés por parte de las bodegas españolas ha sido descomunal. Ningún país ha renovado y aumentado el parque de barricas tan rápidamente como el nuestro. Muchas tonelerías francesas han sobrevivido gracias al mercado español. Hemos presumido de contar con el mayor parque de toneles cuando los demás países, sobre todo los del Nuevo Mundo, nos veían como unos santos inocentes porque saben que, técnica y sensorialmente, llevar 'el roble al vino' y no 'el vino al roble' resulta, no sólo más barato, sino mejor para captar la complejidad de la fusión de los dos elementos sin que el uno y el otro obstaculicen el sabor de su conjunto". Y, en este punto, da rienda suelta a su apasionada defensa de los alternativos: "Me refiero a la utilización de robles de alta calidad, tanto del vino criado en barricas como criado en depósitos de acero con introducción de trozos de madera de diferentes tamaños y tostados. Si la sofisticación ha llegado a la producción de barricas, también ha llegado a la producción de alternativos de roble. No se trata de abaratar el coste del vino sino de mejorarlo, evitando la irregularidad del comportamiento del vino en las diferentes barricas".

En contra de esta opinión, la mayoría de los profesionales todavía justifica las (in)superables particularidades de la crianza. Sirva como muestra la tesis avalada por Roberto Laguna: "Es altamente importante el intercambio gaseoso entre el ambiente y el vino (microoxigenación) que se produce debido a la porosidad de la madera (proceso oxidativo), así como la cesión de los compuestos químicos de las duelas de madera al vino (proceso de disolución)". Una tesis que se resume en cinco puntos: "Entrada de aire a través de la madera; evaporación de componentes volátiles a través de la madera; precipitación de diversas sustancias inestables del vino en la barrica (afinamiento); cesión de sustancias contenidas en la madera hacia el vino. Dependerá del tipo de roble empleado así como de la intensidad del tostado de la madera; formación y transformación de multitud de compuestos en los vinos (entre ellos los polifenoles)".

Ajeno a la corriente mayoritaria, monsieur Peñín continúa erre que erre, desvelando de refilón al paganini de su publirreportaje: "Me puse a catar en la delegación en Madrid de Oenochêne una muestra de un vino de calidad media sin roble, otra con 6 meses en barrica y otra con 4 meses criado en depósitos de acero con trozos de roble. El resultado fue espectacular a favor de los alternativos. Por pura deducción y a la vista de que la selección de materia prima, origen del roble, secados y diferentes tuestes de las maderas son las mismas que para la fabricación de barricas, no existen elementos que prueben que un vino criado en roble sea mejor que el roble introducido en el tanque de acero. Si la diferencia a favor del tonel se halla en la lenta microxidación, hoy existen procedimientos técnicos para regular mecánicamente y con más rigor esa labor. Algunos ponen en tela de juicio la posibilidad de que el vino envejezca igual que el criado en roble. Sin embargo, esta contingencia está encomendada, no al tiempo de la crianza en barricas, sino al pH del vino y la eficiente microxidación del mismo. Las moléculas odoríficas del roble se transmiten al vino de la misma forma, ya sean con trozos o duelas de roble introducidos en el depósito o incluso en la barrica vieja".

Por su parte, el crítico de El País se muestra más reservado, aunque también parece por la labor: "Lo cierto es que, bien utilizados, se consiguen resultados estimables. Sobre todo si se procede a una pequeña micro oxigenación que compense la falta del intercambio gaseoso proporcionado por la barrica. [...] En contra, la vida más corta del vino en botella, y la evolución a peor de sus parámetros organolépticos. Algo que no debe importar mucho en vinos con una rotación inferior al año".


El gracioso Peñín, sin embargo, juega a dos bandas con la mano que le da de comer. Primero, le ofrece una de cal: "Es evidente que impuesto por el pudor de la tradición ningún enólogo confiesa esta práctica. Si acaso, en los vinos de batalla". Más tarde, contrarresta con otra de arena: "¿No será que su secreto se deba más a la difícil justificación de los altos precios de un vino de calidad con estas prácticas infinitamente más baratas, que a la irreverencia de las mismas? Un kilo de alternativos de madera de alta calidad (la misma de las barricas más suntuosas) con la dosificación de 3 g/l, cuesta 8 € para 333 litros de vino, más o menos la capacidad de una barrica. Basta hacer un sencillo cálculo para observar que la diferencia de costes es abismal, sin contar con la reposición de barricas, las mermas por evaporación, la mayor inmovilización de la mercancía, el cuidado permanente de la tonelería, el peligro de accidentes en su desplazamiento y el espacio mayor que ocupa en las bodegas. Todo ello incrementa innecesariamente el precio del vino". Ya en caliente, se pone la camiseta verde para lanzar su (pen)última andanada: "¿No es un lujo innecesario incluso inmoral por afectar a la sostenibilidad y por su valor ecológico, que una de las mejores maderas del mundo como el roble se utilice solo para 'dar sabor' al vino, construyendo un envase semiartesano como la barrica?". Aún antes de poner punto y final, el todopoderoso guía se las da de futurólogo y adelanta: "La barrica es el único utillaje antiguo que todavía sobrevive. En las próximas décadas ¿veremos las barricas sólo como una pieza de museo? La sofisticación de los alternativos parece anunciar el principio de su fin".

Ante esta dicotomía entre crianza o simple maceración, Carlos Delgado reincide en su cautela y solo pide honestidad: "Hay que exigir a las bodegas que si lo hacen lo ponga bien claro en la etiqueta. No es ninguna vergüenza. Si lo haces, dilo. Todos saldremos ganando". Pero se despide con un aviso para navegantes: ya existen estudios, como el publicado por un grupo de investigadores españoles en el número de marzo de Food Research International, que desarrollan métodos para discriminar entre los dos tipos de vino con aciertos superiores al noventa por ciento.

En vista de cómo está el patio, ni el tabernero ni yo nos atrevemos a aventurar un pronóstico al respecto. De lo único que estamos seguros es de que hace ya mucho tiempo que nos vienen dando virutas por barricas, porque en España la picaresca sigue a la orden del día. De eso, y de que no conocemos a nadie capaz de jugarse el cuello diferenciando las unas de las otras.

26.4.14

Las enemistades peligrosas

Choderlos de Laclos incluyó en su turbadora novela Las amistades peligrosas un proverbio que dos siglos más tarde sigue haciendo fortuna: "La venganza es un plato que se sirve frío". Mas, después de contemplar anonadado en el televisor de la taberna la segunda parte de una trepidante campaña publicitaria de Pepsi Max, se me ocurre que habría que modificar ligeramente el adagio: 'La venganza es un plato que se sirve a mil por hora'.


Sucede que, en marzo de 2013, la compañía norteamericana de refrescos lanzó a través de su canal de YouTube una campaña de márquetin viral en forma de cortometraje. En dicha (mini) road movie, el piloto profesional Jeff Gordon, actual líder de las Sprint Cup Series de la NASCAR, se hace pasar (convenientemente caracterizado) por un inexperto conductor que ambiciona adquirir un Chevrolet Camaro, pese a barruntar que se trata de mucho coche para él. Para demostrarle lo injustificado de sus prejuicios, el vendedor de un concesionario de Carolina del Norte le ofrece probarlo, sin sospechar ni remotamente la que se le viene encima. El 'Test drive' derivado de la inconsciente oferta se convierte en una implacable lección de conducción temeraria durante la cual las gónadas del vendedor van aupándose al ritmo del acelerador hasta situarse a la altura donde se anuda la corbata, mientras el sufridor pasivo se agarra como puede a la esperanza de que la broma termine bien.


Sucede además que, tras el visionado de la peliculita en cuestión, el bloguero Travis Okulski denunció desde su tribuna en Jalopnik (un popular sitio digital dedicado a las cosas de la velocidad) la falsedad del espurio experimento, poniendo en duda incluso la participación del propio Gordon como peligro andante. Pero la cosa no quedó ahí. Un año más tarde, los presuntos implicados se propusieron desfacer el entuerto y, tras ocho meses de preparación, rodaron una secuela del 'Test drive' original. Esta vez, Jeff Gordon se disfrazó de taxista exconvicto y su víctima fue el propio Okulski, quien se convirtió por unos minutos en el (in)voluntario pasajero de un descenso a los infiernos de la velocidad tras el que no tuvo más remedio que reconocer la veracidad de las bromas ejecutadas al alimón por Pepsi y el genial piloto. La infamia, por tanto, quedó debidamente vengada y la refrescante multinacional volvió a demostrar su acierto con las campañas virales, algo que había logrado anteriormente con la trilogía protagonizada por el Tío Drew.

25.4.14

Infiltrado 2013

La Hacienda del Carche ocupa un centenar de hectáreas de viñedos y olivares en Jumilla (Murcia) y combina umbría y regadío con secano. Fundada en 2006 por varias familias de larga tradición vinícola y emparentada actualmente con Casa de la Ermita bajo el amparo del "otro García Carrión" (Juan Vicente), sobre sus suelos pardos y calizos comparten protagonismo variedades autóctonas y foráneas así como cepas viejas y otras (mucho) más jóvenes, plantadas en el momento de su creación, lo que posibilita un considerable equilibrio a sus caldos. Situada a una altitud media de 550 metros sobre el nivel del mar, su clima es seco y soleado, continental aunque con una notable influencia mediterránea.

El último niño mimado de la Hacienda es Infiltrado, un vino recién parido en cuyo pintoresco continente confluyen (casi) todas las tonterías ofertadas hoy en día por el posmoderno mercado vinícola: botella estrafalaria, etiquetado heterodoxo, infografía para dummies, superfluas advertencias textuales... El colmo de la gilipolluá, o sea. Pero vayamos por partes.


Infiltrado se pasea por el mundo (y para más inri por mi taberna favorita) luciendo llamativas trazas, enfundado en un traje de hombros desparejos que se hace llamar botella Abellán en honor a su inventor, al que me gusta imaginar un tanto avergonzado a la hora de redactar las (presuntas) virtudes de su artefacto: "Es una botella decantadora. Su peculiar hombro invertido evita que los sedimentos o partículas sólidas que se puedan encontrar en su contenido, salgan al exterior"; "Debido a sus características y su altísima calidad, está catalogada como botella Premium"; "Su novedoso diseño también se refleja en sus paredes, que no son paralelas, lo que impide el deterioro del etiquetado al no rozarse unas con otras en el momento del almacenado o exposición"; "Comercialmente, ante dos botellas de vino similares, el consumidor percibirá como el de mayor calidad el más alto y pesado. [...] Su gramaje, similar al peso de una botella de cava o champagne; su altura, de las más altas; y su diseño, la convierten en una botella única y diferente de las de la competencia". Pero, como diría Super Ratón, "no se vayan todavía, aún hay más": "Lo más importante es que la botella Abellán brinda la posibilidad de no tener que filtrar el producto. De esta manera conseguimos un género que conserva todas sus propiedades organolépticas intactas. Completamente natural. Sin adulterar. Un producto orgánico, de mayor calidad. Y con el vino en particular, por un lado, dota al enólogo de una herramienta más para obtener caldos más personales, aprovechando todos los matices, sin perder los aromas y sin perder color, y por otro, permite a la bodega reducir costes de fabricación al poder suprimir la 'estabilización por frío'. Los altos costes, tanto energéticos como medioambientales que conlleva enfriar el vino con el fin de filtrarlo desaparecerían". Así que, para pasmo de propios y extraños, de las palabras del crecidito Pablo Abellán Guillén se deduce que la práctica totalidad de las bodegas y los vinos del mundo mundial son antinaturales, adúlteros, inorgánicos, de escasa calidad, impersonales, sin matices, sin aromas, sin color... y derrochones. O lo eran hasta que llegó él, por supuesto, con su revolucionario invento bajo el brazo. A partir de ahora sí que vamos a saber lo que es beber vino de calidad. El secreto estaba en la botella... ¡y nosotros sin enterarnos!

Además, para envolver su flamante regalito, la bodega murciana utiliza un etiquetado voyeurista, con artísticas pegatinas oblicuas al frente y tipografía más propia del embalaje industrial de la ley seca que del consumista lassez faire contemporáneo; y sobre él estampa un dibujito indicando la posición correcta de servicio, como si para tomarse una copa de su presuntuoso bebercio fuera necesario hacer un máster en inclinación botellil; y sobre la ridícula ilustración, añade la catalogación más absurda de cuantas se vienen imponiendo en la enología universal en los últimos años, traducida, en su desmedido afán de sinvergonzonería, a varios idiomas: "Vino de autor". Y, como ya no soporto más sandeces, acudo al diccionario; y compruebo que 'autor' significa lo que yo creo que significa ("Persona que es causa de algo"); y me pregunto si los vinos en los que se omite tan desatinada advertencia se hacen solos, debido a alguna extraña conjunción de los astros; y harto ya de estar harto, como Serrat, me cago (con perdón) en las castas de los vendemotos. Para colmo, aún sigo intentando digerir el avispado juego de palabras que los macarras de la mercadotecnia emplean para presentar su producto: Infiltrado - Vino sin filtrar. Casi ná, los cerebritos.

¿Y del contenido, qué? Pues más o menos lo mismo que del continente. Se trata de un coupage de syrah (50%), monastrell (40%) y garnacha (10%), en el que lo más destacable es su paso (parcial) por barricas nuevas de roble francés para realizar la fermentación maloláctica. La nota de cata oficial lo presenta de "un atractivo color violáceo con intensos aromas a frutos rojos y golosinas, con finos atisbos de madera nueva y especias blancas" y añade que "en la boca se desvela muy fresco con gran exaltación de su juventud, al mismo tiempo que se percibe su naturalidad". Pero, en este caso, resultan mucho más descacharrantes las apreciaciones de uno de sus primeros catadores públicos, Oscar Sonsiera, dueño y señor de Hemoglovinum: "En copa muestra un rojo cereza intenso y radiante, con una capa superior azulada que deriva en un ribete violáceo precioso. Como veréis, al movimiento tiñe el balón creando la sensación de ver un Chupa Chups de fresa". Esto promete. Sigamos: "La nariz es intensa, potente, mucha fruta roja, notas lácteas acompañadas de golosina de fresa, las típicas regalices rojas y después untadas en Petit Suisse, muy divertido. Las notas especiadas también aparecen junto a unas leves notas cremosas". Lo dicho. Y todavía queda la boca: "Es una pasada, fruta roja madura pero en un punto juerguista, pura explosión. Toques ahumados, con grandes dosis de chucherías, una fiesta dulce en la boca, curiosamente el vino está equilibrado, nadie despunta ni amarga la fiesta, dotándolo de una extraña sensación de frescura y bien hacer. Encantador, joven y divertido".

¿Divertido? Ni mucho menos. Infiltrado es un vino que dice mucho más por fuera (y no precisamente para bien) que por dentro. "Divertido no es lo contrario de serio", dejó avisado el gran Chesterton; "divertido es lo contrario de aburrido, y de nada más". Y, por desgracia, este caldo no es nada serio aunque sí (muy) aburrido. Por cierto, por culpa de tanta parafernalia, cuesta mucho más de lo que vale.


Infiltrado

2013

Syrah, Monastrell y Garnacha

13% alcohol

DO Jumilla

Hacienda del Carche, Jumilla, Murcia, España

24.4.14

El viaje (de ida y vuelta) de Tío Pepe

En 2009, el Ayuntamiento de Madrid indultó cuatro emblemáticos luminosos como excepción que confirmaba la regla fijada por una nueva ordenanza de publicidad exterior que pretendía reducir la contaminación lumínica capitalina. Se salvaron de la quema el anuncio de Schweppes en Callao, el de Firestone en las Escuelas Aguirre, el del BBVA en la Castellana y el más popular de todos, que fue hiperbólicamente defendido por el (entonces) alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón: "El Tío Pepe es a Madrid lo que la Torre Eiffel a París, dado que ambos iconos surgieron sin vocación de permanencia pero se han acabado incorporando al paisaje urbano de ambas capitales".


Dejando a un lado la odiosa comparación (y la relamida grandilocuencia) del retrógrado ministro pepero, lo que parece (in)discutible es que el neón que anunciaba el famoso fino jerezano en la Puerta del Sol se había convertido, cuando menos, en un símbolo de resistencia. Más antigua que el kilómetro cero (1950), el oso y el madroño (1967) o la estatua ecuestre de Carlos III (1994), esta insuperable atalaya había sobrevivido a una guerra (in)civil, a una rancia dictadura y a los antojos de los politicastros de turno. Lo que en un principio fue solo una copa apoyada en la 'G' de González Byass, y más tarde se transformó en una botella vestida con chaquetilla roja y sombrero por obra y gracia de Luis Pérez Solero, parecía ya un elemento inamovible del centro oficioso de nuestra península histérica. Hasta el 18 abril de 2011, cuando fue trasladado a una nave industrial de Alcalá de Henares de la que hace unos días ha vuelto debidamente restaurado, tan solo tres años más tarde de su incomprensible destierro. Mas no ha regresado para ocupar su antiguo emplazamiento sino para encaramarse a las alturas de un edificio vecino, operación para la que han sido necesarias arduas negociaciones y varias campañas sociales y mediáticas.

Pese a todo, los motivos de su retirada (inicial) y de su traslado (definitivo) poco tienen que ver con la lógica de la normativa municipal. La peripecia sufrida por el publicitario elemento se debe, a falta de confirmación oficial, a las leyes no escritas de la competencia globalizadora: de un tiempo a esta parte, corre por los mentideros castizos que la remodelación del hotel París, sobre cuya azotea descansaba hasta hace tres años el luminoso de marras, incluirá definitivamente la apertura en sus bajos de una Apple Store; y cuentan las lenguas de vecindonas que son los celos de la compañía manzanera los responsables del simbólico destierro.

Don dinero, el poderoso caballero glosado por Quevedo, se impuso por un tiempo a la tradición y el (supuesto) deseo popular, pero ahora que la afrenta yanqui está vengada, merced a la aviesa hospitalidad del parné nacional, se vienen escuchando algunas tímidas voces (más ordenancistas que las propias ordenanzas) denunciando la aberración que supone (re)instalar el nuevo rótulo en el centro neurálgico del país. Y, aunque nuestro refranero advierte claramente que a palabras necias deberían corresponderle oídos sordos, no ha faltado quien se ha ofrecido voluntario para dar algunas pistas de por dónde van las cosas en el mundo civilizado: por ejemplo, Víctor de la Serna (juez y parte del tinglado vinícola), argumentando con ejemplos gráficos de "una discreta y austera ciudad protestante, Ginebra" o "una vibrante metrópoli americana, Nueva York", su defensa razonada de que, en pleno siglo XXI, los rótulos luminosos forman parte indisoluble de los paisajes urbanos más cosmopolitas.


Pero quien ha rizando el rizo del cachondeo alrededor del asunto ha sido un competidor directo de Apple, que ha aprovechado el acontecimiento para poner en práctica una nueva especie de parasitismo publicitario: Nokia Spain ha anunciando en las redes sociales su modelo Lumia 1020 tirando de retranca nacionalista: "El Tío Pepe no está en la Gran Manzana", es la frase sobreimpresionada que puede leerse sobre el mítico cartel, haciendo alarde, de paso, de las virtudes ópticas (cámara de 41 megapíxeles) del flamante modelo de teléfono móvil. Visto lo visto, el espectáculo no ha hecho más que comenzar.

23.4.14

Vino de hierro y cordobán

Desde 1996, cada 23 de abril se celebra, con el aval de la Unesco, el Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor. Se eligió esta fecha porque las convenciones la señalaban como el día más funesto de la historia de la literatura universal, dando por bueno que Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega la diñaron en la misma jornada del año 1616, aunque, en realidad, el 'Príncipe de los Ingenios' murió un día antes y el 'Bardo de Avon' el 23 de abril del calendario juliano, que viene a ser el 3 de mayo de nuestro calendario gregoriano. Pero, entre la leyenda y la verdad, los gerifaltes de la mercadotecnia globalizadora optaron por la leyenda, como la prensa en 'El hombre que mató a Liberty Valance'.

El caso es que, en España, el sector libresco aprovecha la efeméride para vender algunos miles de ejemplares que el resto del año cuesta sangre, sudor y lágrimas encasquetar, al tiempo que las autoridades estatales hacen entrega del premio Cervantes, que esta vez ha recaído en la escritora mexicana Elena Poniatowska. Los más clásicos, en cambio, preferimos rendir tributo al libro releyendo algún pasaje del más insigne de entre los escritos en nuestra lengua, Don Quijote de la Mancha. Este año, el tabernero y yo hemos seleccionado para la ocasión un trasunto de nuestras ordinarias tribulaciones: un divertido pasaje incluido en el capítulo XIII de su segunda parte. En él, mientras el Caballero de la triste Figura y un desconocido Caballero del Bosque debaten sus respectivas cuitas amorosas, sus escuderos se escabullen con la noble intención de permitir que sus amos "se den de las astas". Sancho Panza y el paje del Bosque se enzarzan en una suerte de entremés que tiene al vino como protagonista y que dice así:


"Escupía Sancho a menudo al parecer un cierto género de saliva pegajosa y algo seca; lo cual visto y notado por el caritativo bosqueril escudero, dijo:
—Paréceme que de lo que hemos hablado se nos pegan al paladar las lenguas, pero yo traigo un despegador pendiente del arzón de mi caballo que es tal como bueno.
Y, levantándose, volvió desde allí a un poco con una gran bota de vino y una empanada de media vara, y no es encarecimiento, porque era de un conejo albar tan grande, que Sancho, al tocarla, entendió ser de algún cabrón, no que de cabrito; lo cual visto por Sancho, dijo:
—¿Y esto trae vuestra merced consigo, señor?
—Pues ¿qué se pensaba? —respondió el otro—. ¿Soy yo por ventura algún escudero de agua y lana? Mejor repuesto traigo yo en las ancas de mi caballo que lleva consigo cuando va de camino un general.
Comió Sancho sin hacerse de rogar, y tragaba a escuras bocados de nudos de suelta, y dijo:
—Vuestra merced sí que es escudero fiel y legal, moliente y corriente, magnífico y grande, como lo muestra este banquete, que si no ha venido aquí por arte de encantamento, parécelo a lo menos, y no como yo, mezquino y malaventurado, que solo traigo en mis alforjas un poco de queso tan duro, que pueden descalabrar con ello a un gigante; a quien hacen compañía cuatro docenas de algarrobas y otras tantas de avellanas y nueces, mercedes a la estrecheza de mi dueño, y a la opinión que tiene y orden que guarda de que los caballeros andantes no se han de mantener y sustentar sino con frutas secas y con las yerbas del campo.
—Por mi fe, hermano —replicó el del Bosque—, que yo no tengo hecho el estómago a tagarninas, ni a piruétanos, ni a raíces de los montes. Allá se lo hayan con sus opiniones y leyes caballerescas nuestros amos, y coman lo que ellos mandaren; fiambreras traigo, y esta bota colgando del arzón de la silla, por sí o por no, y es tan devota mía y quiérola tanto, que pocos ratos se pasan sin que la dé mil besos y mil abrazos.
Y diciendo esto se la puso en las manos a Sancho, el cual, empinándola, puesta a la boca, estuvo mirando las estrellas un cuarto de hora, y en acabando de beber dejó caer la cabeza a un lado, y dando un gran suspiro dijo:
—¡Oh hideputa, bellaco, y cómo es católico!
—¿Veis ahí —dijo el del Bosque en oyendo el hideputa de Sancho— como habéis alabado este vino llamándole «hideputa»?
—Digo —respondió Sancho— que confieso que conozco que no es deshonra llamar «hijo de puta» a nadie cuando cae debajo del entendimiento de alabarle. Pero dígame, señor, por el siglo de lo que más quiere: ¿este vino es de Ciudad Real?
—¡Bravo mojón! —respondió el del Bosque—. En verdad que no es de otra parte y que tiene algunos años de ancianidad.
—¿A mí con eso? —dijo Sancho—. No toméis menos sino que se me fuera a mí por alto dar alcance a su conocimiento. ¿No será bueno, señor escudero, que tenga yo un instinto tan grande y tan natural en esto de conocer vinos, que, en dándome a oler cualquiera, acierto la patria, el linaje, el sabor y la dura y las vueltas que ha de dar, con todas las circunstancias al vino atañederas? Pero no hay de qué maravillarse, si tuve en mi linaje por parte de mi padre los dos más excelentes mojones que en luengos años conoció la Mancha, para prueba de lo cual les sucedió lo que ahora diré. Diéronles a los dos a probar del vino de una cuba, pidiéndoles su parecer del estado, cualidad, bondad o malicia del vino. El uno lo probó con la punta de la lengua; el otro no hizo más de llegarlo a las narices. El primero dijo que aquel vino sabía a hierro; el segundo dijo que más sabía a cordobán. El dueño dijo que la cuba estaba limpia y que el tal vino no tenía adobo alguno por donde hubiese tomado sabor de hierro ni de cordobán. Con todo eso, los dos famosos mojones se afirmaron en lo que habían dicho. Anduvo el tiempo, vendióse el vino, y al limpiar de la cuba hallaron en ella una llave pequeña, pendiente de una correa de cordobán. Porque vea vuestra merced si quien viene desta ralea podrá dar su parecer en semejantes causas.
—Por eso digo —dijo el del Bosque— que nos dejemos de andar buscando aventuras; y pues tenemos hogazas, no busquemos tortas, y volvámonos a nuestras chozas, que allí nos hallará Dios, si Él quiere.
—Hasta que mi amo llegue a Zaragoza, le serviré, que después todos nos entenderemos.
Finalmente, tanto hablaron y tanto bebieron los dos buenos escuderos, que tuvo necesidad el sueño de atarles las lenguas y templarles la sed, que quitársela fuera imposible; y así, asidos entrambos de la ya casi vacía bota, con los bocados a medio mascar en la boca, se quedaron dormidos, donde los dejaremos por ahora, por contar lo que el Caballero del Bosque pasó con el de la Triste Figura".

22.4.14

Onubis

Teniendo en cuenta que Onuba fue el nombre que fenicios y tartessos dieron a lo que hoy conocemos como Huelva, y que los imperiales romanos siguieron la corriente a sus civilizados predecesores pero dejando su impronta al añadirle el definitorio Aestuaria (por su situación entrambasaguas, saladas y dulces), debemos suponer que Onubis fuera el ablativo de la primera declinación latina del milenario topónimo, que vendría a ejercer aquí funciones de complemento circunstancial de lugar para referirse a lo propio 'de Huelva'. En caso contrario, siempre nos quedará la posibilidad de (auto)defendernos como el hereje Giordano Bruno: "Se non è vero, è ben trovato".


Sea como fuere, desde que el tabernero me lo ha ofrecido hoy chupito a chupito, Onubis es para mí un vino generoso de licor elaborado y embotellado por las Bodegas Díaz, fundadas en 1955 en Bollullos Par del Condado; un dulce moscatel certificado por la Denominación de Origen Condado de Huelva perteneciente a la misma casta nobiliaria que sus paisanos pale dry, médium, cream, pale cream y Pedro Ximénez: todos ellos, oficialmente, secos o dulces de entre 15 y 22 grados de alcohol volumétrico con una crianza mínima de dos años.

Concretamente, Onubis se presenta en público arropado por una manejable (y suficiente) botella de medio litro cuyo contenido alcohólico asciende al 15%. Su contraetiqueta explica que se trata de un "vino elaborado a partir de uvas moscatel seleccionadas y envejecido durante tres años en botas de roble"; una información que la web de la bodega marismeña completa añadiendo que dicho envejecimiento se lleva a cabo mediante crianza oxidativa, producida según el tradicional sistema de criaderas y soleras. Además, en la retaguardia de la botellita puede leerse que, "en la boca", este generoso "es dulce, suave y persistente", antes de rematar aclarando que "a la vista es de color caoba teja oscura de alta intensidad".

De todo ello puedo dar fe tras empinar el codo varias veces por su culpita, pero lo que más me ha llamado la atención del etiquetado de Onubis es el derroche tipográfico dedicado a subrayar eso que los modernos pasados de moda denominan maridaje. Los productores del alejandrino néctar tiran de mayúsculas y negritas para despejar las dudas acerca de su combinación ideal: "Postres y pastas". Y, no contentos con ello, antes de detallar los datos corporativos de la bodega, vuelven a incidir en el asunto: "Vino ideal para finalizar una comida". Una machaconería rayana en lo ofensivo para con la libertad de elección de los bebedores, máxime cuando se le reservan un espacio y un tamaño más propios de la propaganda que de la sugerencia.

Al margen de la oficialidad, el responsable enológico del Grupo DecantiaCarlos Martín Lobera, aporta sus particulares matices a la nota de cata de Onubis: "De color pardo caoba con ribete yodado, en nariz es goloso de típico aroma amoscatelado, fruto seco, higo y orejón, con notas dulces de caramelo. La boca es dulce, golosa y recuerda los tostados de café en retronasal". Palabras más, palabras menos, que cantarían Los Rodríguez.


Onubis

Moscatel

3 años en botas de roble

15% alcohol

DO Condado de Huelva

Bodegas Díaz, Bollullos Par del Condado, Huelva, Andalucía, España

21.4.14

Elogio y refutación de la nota de cata

Enredando en internet (bendito pleonasmo) desde mi rinconcito tabernario, mientras me entrego al bebercio cotidiano, aterrizo en uno de mis destinos vinícolas favoritos: Wine Folly. De cuando en vez suelo darme un garbeo por las virtuales páginas de este encantador blog norteamericano para solazarme entre sus adorables infografías, tan útiles para descansar la mente de los tópicos, prejuicios y redundancias consustanciales al universo enológico. Pero algunas veces me irrita sobremanera su simplismo. Como hoy, sin ir más lejos.


La generala del citado canal, Madeleine Puckette, se ha enfundado el disfraz de master of wine y ha dedicado su último escrito a enumerar los pasos a seguir para escribir lo que, bajo su particular punto de vista, debe ser una excelente nota de cata, cayendo en el mismo reduccionismo que ha provocado que la red de redes se encuentre aturdida en la actualidad por un constante cacareo de notas perfectamente intercambiables entre sí, con independencia de variedades, crianzas, procedencias o casas comerciales.

Los (escasos) lectores familiarizados a estas alturas con las tres o cuatro obsesiones omnipresentes en The Wine Accuser saben bien que, en lo tocante a la valoración sensorial del vino, aquí hemos optado por un género bastardo: la (anti)cata; esto es, una heterodoxa mezcla de información deslavazada, subjetivismo atroz y fisking a raudales que busca, primordialmente, elogiar o refutar lo que la crema de la intelectualidá enológica publica a diestro y siniestro, incluyendo la perniciosa propaganda escupida por los asalariados de bodegas, viñedos y consejos reguladores.

Sostiene la friki Puckette (el calificativo es suyo, no mío) que, en la última década, las notas de cata vinícolas se han tornado meras valoraciones de los consumidores con tendencia a ser imparciales; y, aunque solo en parte, lleva razón: ciertamente, hay una corriente mayoritaria que se dedica a copiar y pegar o, en el peor de los casos, a modificar subrepticiamente las notas oficiales, que funciona como una red de altavoces (des)interesados a medio camino entre la secta y el rebaño. No es que pretendan ser imparciales; es que no alcanzan a ser parciales. Copean; no beben. Pimplan; no catan. Conforman una caterva licenciada en gramática parda que, como mucho, atesora el conocimiento justo para saltar del Ctrl+C al Ctrl+V. Poco más.

Pues bien, a esta horda de la necedad, la extravagante Puckette la anima a seguir transitando por la senda de la estupidez: para comenzar, descríbanse los aromas primarios (procedentes de la variedad y el terroir), secundarios (del proceso de elaboración) y terciarios (del envejecimiento y la madera); continúese con el cuerpo, los taninos y la acidez; entre medias, un consejo: enumérense primero los sabores más obvios; por último, póngase especial cuidado en el momento de definición del caldo, que puede marcar, según la adoctrinadora, "la diferencia entre un vino de 89 puntos y un vino de 95 puntos".


Por lo visto, missy Puckette cata como quien contempla un telefilme: si hay happy end, lo que le precede se vuelve más digerible. La mandamás de Wine Folly apuesta, así, por un circo mediático clónico, impersonal, sin voz y sin talento; por el continuísmo de un endogámico microcosmos en el que ninguna voz suene más alta que otra; por la perpetuación de una especie depredadora de intelectos que, por desgracia, jamás sabrá lo que es estar en peligro de extinción.

16.4.14

La(s) última(s) cena(s)

Cenas postreras hay muchas pero última cena no hay más que una: la que dio inicio a lo que los cachondos de Mongolia han definido como la "yihad" de "una de las sectas más peligrosas del mundo". Con todo, ni siquiera entre ellos y ellos se ponen de acuerdo: ni en la fecha de la francachela ni en el menú servido para la ocasión. Desde antiguo, físicos, papas, arqueólogos, cocineros y demás adalides de la (seudo)investigación, han malgastado sus esfuerzos en intentar resolver una cuestión irresoluble, pues los mitos y leyendas que nos intentar vender como acontecimientos históricos están (y siempre estarán) sujetos a las más variadas interpretaciones.


El caso es que todos los años, al llegar estos días que las agencias de viaje y los pocos creyentes que van quedando han dado en llamar Semana Santa, de las fuentes (des)informativas manan infinidad de articulitos que le dan (nuevas) vueltas al asunto; y, gracias a ellos, algunos (el tabernero y yo, por ejemplo) nos alejamos cada vez más de la fe, mayormente por cuestiones de salud mental. Este año, además, nos lo hemos pasado en grande contemplando en el televisor de la taberna la ridícula aportación al tema que el paleogastrónomo (sic) Miguel Ángel Almodóvar se ha sacado de la manga al abrigo de tan magno acontecimiento. Producido al alimón por los canales temáticos Cocina e Historia, el documental referido se olvida pronto de sus sesudos propósitos iniciales para convertirse en un vanguardista retrato de los artefactos comestibles concebidos por los prestigiosos chefs Ramon Freixa y Paco Roncero a partir del (supuesto) menú de la última cena original: un nuevo trampantojo gastronómico de esos que (retro)alimentan la sociedad de bombos mutuos sostenida por los acólitos de la bullipollez.


Por eso y por mucho más, mi última cena favorita es la que orquestaron los miembros de Vampire Weekend para ilustrar a modo de videoclip 'Diane Young', el primer single de su último disco, 'Modern Vampires of the City' (2013). En ese irreverente desvarío aparecen los músicos de la banda neoyorquina, acompañados de colegas como Santigold, Chromeo, Sky Ferreira, Despot, Dave Longstreth (de Dirty Projectors) y Hamilton Leithauser (de The Walkmen), inmersos todos en un banquete gamberro y estupefaciente cuyo menú no me atrevo a enumerar aquí. Mejor, échale un vistazo.

15.4.14

Señorío de Badajoz Tinto 2013

Cosecha Extremeña podría definirse, siendo muy benévolos, como una inexperta bodega nacida en 2010 y situada en Fuente del Maestre (Badajoz), en plena Tierra de Barros, en las Vegas Bajas de la Ribera del Guadiana. Sobre los cimientos de un edificio de mediados del siglo pasado se han levantado para acogerla unas instalaciones que (supuestamente) aúnan tradición y modernidad, pero que, en realidad, aún quedan demasiado lejos tanto de la una como de la otra. De momento, lo que los hermanos Moreno Suárez (José Carlos y Fátima) están poniendo en práctica son las lecciones aprendidas desde hace décadas de boca de sus padres, Antonio y Aurelia, que fueron quienes les enseñaron a amar la tierra y sus frutos. Pero, aunque en estos primeros cursos su actividad progresa adecuadamente, sus exámenes no pasan del aprobado raspado.


Los viñedos de Cosecha Extremeña están situados a una altitud media cercana a los trescientos metros, sobre suelos arcillosos-limosos, y gozan de un clima continental ligeramente atlantizado, con veranos largos y castigadores, inviernos benignos y transiciones cortas y suaves entre ellos: unas condiciones inmejorables para las cepas de merlot cultivadas en la finca El Cahoso, con cuyas uvas se elabora el tinto joven que hoy me ha dado a probar el tabernero: un caldo glicérico y lamentablemente desequilibrado al que aún le faltan algunos meses en botella para que sus (limitadas) virtudes luzcan en todo su esplendor.

Se trata de un monovarietal de ascendencia bordelesa y personalidad bellotera en el que la finura intrínseca de la materia prima se ve ampliamente superada por el poderoso carácter del terruño que la alimenta, resultando de esa mezcolanza un vino "carnoso" que, según sus productores, confirma en boca las notas de violeta adelantadas en nariz junto a otros intensos recuerdos a "pimienta negra y naranja amarga"; irrefutable apreciación que se deja notar en la copa pero a la que un contenido alcohólico demasiado juguetón hace la puñeta, impidiendo al bebedor concentrarse en las citadas cualidades.

En consonancia con un vino solo disfrutable por los paladares menos exigentes, el etiquetado de su señorial botella resulta manifiestamente mejorable, aunque incluye una particularidad muy de agradecer para los más cortos (de vista y de lo otro): su información no les supondrá ningún problema, pues puede leerse en español, en inglés y en braille. Algo es algo.


Señorío de Badajoz Tinto

2013

Merlot

14% alcohol

DO Ribera del Guadiana

Cosecha Extremeña, Fuente del Maestre, Badajoz, Extremadura, España

14.4.14

El 2 x 1 de Bárcenas

Acabamos de saber que el hombre que transformó 13 Rue del Percebe en Génova 13, el fulano que convirtió la comiquera casa de los líos peperos en el protoibérico templo de la corrupción, el delincuente que cobraba en 'b' lo que edificaba en 'a', devolvía los favores en especie. En el último informe que la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal del Cuerpo Nacional de Policía ha remitido al juez Pablo Ruz se recoge que Gonzalo Urquijo, el arquitecto que remodeló la sede del Partido Popular entre 2005 y 2011 con cargo a la mordida aflojada por los empresarios del trinque, pagó con vino la intermediación de Luis Bárcenas en sus trapicheos con eso que el añorado Umbral gustaba de llamar La Derechona.

El redecorador de la españolísima cueva de Alí Babá era dueño y señor, por tanto, de uno de esos estómagos agradecidos que en pleno apogeo de la burbuja de la (de)construcción se dejaba parte de su inmerecida talegada en botellas de vino de las que aportan glamour a las oscuras transacciones. Calderilla, en cualquier caso, para quienes están acostumbrados a intercambiar los euros por millones, pero que esta vez le salió al lince Urquijo por el doble de lo presupuestado. Mira tú por dónde: uno de los (incontables) ladrones sin escrúpulos que nos han sisado el pan de nuestros hijos fue a dar con el más sinvergüenza de los de su misma condición.


Parece ser que el bribón Bárcenas, que durante años sostuvo en público que los gastos en vino y frutos secos efectuados en las sedes del PP "estaban de más", olvidó sus remilgos a la hora de recibir en abril de 2008 una partida de veinticuatro botellas de Contino Viña del Olivo, deferencia del arquitecto de sus sueños. Mas resulta que el caldo enviado al enemigo público número uno de nuestra actual (in)estabilidad democrática no era el indicado por el paganini de la factura, por lo que en unas horas se le hizo llegar otra partida, similar en cantidad pero del "vino bueno". La sorpresa (inicial) de la empresa suministradora y (ulterior) de los investigadores del caso llegó al comprobar que el individuo cuyos papeles podrían provocar el derrumbe definitivo de nuestro artificioso sistema político y empresarial se había quedado con ambos envíos (el erróneo y el correcto), ahorrándose la fatigosa tarea de devolver el que no le correspondía. El preso menos común de todos nuestros presos comunes aprovechó la oferta dos por uno que el azar le sirvió en bandeja. Por aquel entonces, el temible burlón todavía no sospechaba que finalmente sería el destino quien se burlaría de él.

12.4.14

Puntualidad dietoadicta

Para referirse a la secta de los dietoadictos, Carmen Peláez, científica del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación del CSIC, no se anda con chiquitas: "El problema es que la mayoría de los ciudadanos no están capacitados para distinguir cuándo un estudio tiene realmente una referencia científica o no. Y muchas veces la información que les llega más fácilmente no es la que se apoya en fuentes científicas, sino la que hace más ruido en los medios". Y no es que sea necesario hacer un máster para suscribir afirmación tan obvia, pero conviene refrescar nuestro sistema operativo de cuando en vez para no dejarnos envolver por la vorágine (des)informativa que inunda la red de redes.

La (pen)última ocasión en la que he tenido que echar mano de la sensatez para atenuar los devastadores efectos de los maximalismos con segundas intenciones ha sido a lo largo de estos últimos días, según iba conociendo por boca de mi tabernero de cabecera las conclusiones de un estudio realizado por investigadores de las universidades de Murcia, Harvard y Tufts que convergen en que lo más determinante para adelgazar es la hora a la que se realizan las tres comidas principales del día; una tesis que, así expresada, no parece demasiado peregrina, pero que roza lo absurdo cuando el director de Forza Supplements, Lee Smith, riza el rizo de la puntualidad británica: "Hemos aprendido que los tiempos óptimos para cada comida son las 7:11 de la mañana para el desayuno, las 12:38 de la tarde para la comida y las 18:14 para la cena, aunque, obviamente, nadie se ajusta a estos horarios rígidamente".


Consecuentemente, la pregunta que se impone es: ¿qué demonios es y a qué se dedica Forza Supplements? Y la subsecuente respuesta, también es la esperada: se trata de la división minorista de Forza Industries, una firma comercial entregada a hacer negocios a costa de la ansiedad reductora de los súbditos de la reina madre, a quienes venden a tutiplén su "pionera" fórmula T5, uno de los engañabobos (presuntamente) adelgazantes más populares del Reino Unido. Para más inri, es la empresa que ha realizado la encuesta que ha llegado a la conclusión de que debemos adelantar todas nuestras comidas, algo que parece una osadía teniendo en cuenta que en su muestreo solo han participado un millar de personas a dieta y que los horarios de sus resultados atufan a costumbrismo british.

Antonio Ortí, del imprescindible Observatorio Permanente para el Estudio de Mitos y Dietas Milagro Comer o No Comer, reconoce que la cronoterapia es "un campo interesante en el que se trabaja desde hace años", y añade que, concretamente, lo que se investiga es "si la grasa humana expresa genes reloj capaces de poner en hora a otros genes importantes del tejido adiposo". Pero su reflexión final no deja lugar a las dudas: "Debemos poner en cuarentena los resultados de la investigación con la que empezábamos pues se trata de un estudio observacional". O sea, no deberíamos obsesionarnos con ajustar nuestros relojes ni comenzar a pegarnos los madrugones alimenticios que proponen los tiburones del mar del Norte. Si pretendemos adelgazar pero nos comemos un burro acostado relleno de pajaritos, me da a mí que la hora del atracón va a ser lo de menos.

11.4.14

Nestares Rincón In 3.0 2009

Si Federico la llamó "país de ninguna parte", por algo sería. García Lorca confesó su admiración por La Alpujarra en una fraternal misiva fechada en 1926, tras una breve estancia en esa fascinante sucesión de valles y barrancos que une y separa Sierra Nevada y el mar Mediterráneo: "Yo no he visto una cosa más misteriosa y exótica. Parece mentira que esté en Europa". Por aquel entonces, las viñas ya dominaban los incomparables miradores de una región en la que la familia Nestares Rincón se ha propuesto ahora perpetuar el prestigio de sus personalísimos caldos, determinados por una altitud cercana a los 1.400 metros sobre el nivel del mar y por la templada brisa marina que los envuelve.


La finca Juan de Reyes, que los flamantes bodegueros gestionan en la sierra de la Contraviesa, se ha convertido en los últimos años en el principal baluarte de la viticultura de la zona, gracias, entre otras cosas, a la creación del Centro Temático del Vino Alpujárride, un complejo que supera con mucho el mero concepto de bodega. Respecto a lo que aquí nos importa, de las cuarenta y dos hectáreas que abarca la finca, veinticuatro están pobladas por almendros, nueve por bosque mediterráneo y el resto por viñedos; concretamente, por viñedos que se cuentan entre los más altos de Europa, una particularidad inesquivable a la hora de valorar la singularidad de los vinos allí producidos, certificados por la Denominación de Origen Protegida Vinos de Calidad de Granada aunque la botella que me traigo entre manos no dé noticia de ello.

El ejemplar con el que el tabernero ha reincidido hoy ha sido In 3.0, perteneciente a la añada 2009, para más señas: un vino de cibernético nombre y etiquetado modernérrimo que, según el responsable de la empresa anunciadora, está hecho al gusto de los consumidores actuales; lo que, traducido al lenguaje bebercial, significa equilibrio fruta-madera, ataque agradable y daño justo. Para llevar a cabo tan encomiable propósito se realiza un coupage con las variedades tempranillo, syrah y merlot que, posteriormente, es sometido a una crianza de doce meses en barricas de roble francés (80%) y americano (20%).

La escueta nota de cata oficial retrata un caldo "rojo cereza picota con capa alta, borde granate, fruta roja, madura con notas a cacao, sabroso, potente y glicérico". Y poco se puede reprochar a una aproximación tan comedida. Pero en esta ocasión, más interesante que la propia descripción del producto resulta la recomendación de consumo que puede leerse en un colgajo amarrado al cuello de la botella con un lazito rosa: "Para conseguir expresar sus propiedades aromáticas, estructura, cuerpo, equilibrio y persistencia en boca se recomienda, debido a su poca filtración, verter lentamente en un decantador sin apurar la botella, antes de servir"; un mensaje que se complementa desde la web de la bodega con otra redundante e infantiloide apreciación: "Es muy interesante comprobar que cuando está en la copa, evoluciona y cambia sus aromas y sabores haciéndolo muy interesante y divertido a la vez".

Debo aclarar que habitualmente las sugerencias de consumo me parecen innecesarias, por tópicas, por ridículas o por ambas cosas a la vez. Sin embargo, en el caso de In 3.0 las advertencias no están de más, si obviamos algunos excesos verbales propios de colegiales. Mi experiencia personal (e intransferible) con este vino certifica que algo de cierto hay en la propuesta del productor. Lo probé hace meses, de una botella recién abierta y sin darle tiempo a expresarse. Resultado: indiferencia. Lo he vuelto a catar ahora, reposadamente, permitiendo que sus excelencias hicieran acto de presencia. Resultado: alta aprobación. Teniendo en cuenta, además, que se trata de un caldo que ya lleva un (considerable) tiempo en botella, la conclusión hay que buscarla entre dos opciones no necesariamente excluyentes: el vino ha mejorado con el tiempo y/o el que ha progresado he sido yo. Aunque esto último se me antoja harto improbable.


Nestares Rincón In 3.0

2009

Tempranillo, Syrah y Merlot

12 meses en barrica de roble francés y americano

14,5% alcohol

VC Granada

Nestares Rincón, Torvizcón, Granada, Andalucía, España

10.4.14

La tradición y el plagio

"Todo lo que no es tradición es plagio". Esa lección la damos por sabida, por lo menos, desde que Eugenio d'Ors la patentara hace poco más de un siglo en forma de aforismo. Y nada tiene de malo la posmoderna deshumanización del arte, que diría Ortega, pero de vez en cuando conviene poner algo de orden en un anónimo totum revolutum que mezcla con demasiada alegría originalidad y copia, verdad y mentira.

Viene esto a cuento porque hoy ha pasado por la taberna un grupo de turistas suecos y, de refilón, he visto que uno de ellos leía absorto lo que luego he sabido que era una versión evangélica cristiana de la modernosa novela policíaca nórdica. Se trataba de Döden ett bekymmer, una devota historia de detectives escrita a cuatro manos por los veteranos Torgny Lindgren y Eric Åkerlund que es, a su vez, una reelaboración de otra colaboración anterior, Den röda slöjan (1990). Pero lo que me ha llamado la atención no ha sido el título, ni los autores, ni el género, ni la temática, ni la lengua original del librito de marras. Lo que me ha despertado de la modorra provocada por los efectos del tintorro ha sido la ilustración de la portada: un dibujo del cotizado Jonas Bergstrand fechado en 2003 que recuerda demasiado a una de las fotografías más reconocibles de Chema Madoz, tomada en 1987. Tanto en la una como en el otro, aparece una mujer en segundo plano; delante de ella, en ambos casos, una copa (siempre una copa) con forma de triángulo invertido estratégicamente colocada hace las veces de pubis; cada una con sus respectivas particularidades pero sospechosamente parecidas.


Semejante plagio fue destinado, curiosamente, a envolver una novela de Lindgren, un autor que en una obra previa dedicada a reflexionar sobre la autenticidad de la obra de arte, En elogio de la verdad (1991), había escrito: "Eso que llaman falsificaciones es la única expresión verdadera de nuestra época". Así que el fraudulento envoltorio no podía ser más apropiado.

Sucede, sin embargo, que algunos todavía preferimos el original (en el más amplio sentido del término) a la copia. En este caso concreto, y por decirlo con palabras del maestro Fernando Castro Flórez, esa "suerte de poesía sonriente en la que los objetos entran en relaciones que no son tanto absurdas cuanto una singular codificación, que podría entenderse nombrando los tropos de la metáfora o la metonimia"; esa "particular reiteración funcional"; ese "simbolismo de una enorme densidad"; esa "finura increíble con los parecidos"; o esa "deriva hacia la heterogeneidad de lo imaginario en clave surrealista" que protagonizan la obra de uno de nuestros fotógrafos imprescindibles, Chema Madoz.