Ángel Ramírez Ludeña es, sin lugar a dudas, uno de los más inquietos animadores socioculturales manchegos. Y digo bien, socioculturales, porque este abogado, bodeguero y comunicador dedica la mayor parte de sus desvelos a la divulgación vitivinícola, que tanto tiene de social como de cultural, según mi particular punto de vista. Impulsor y responsable de programas televisivos (La Vinoteca, Televisión Castilla-La Mancha) y radiofónicos (Coloquios del Vino, esRadio Albacete) y socio de Manuel Agudo en un respetado bufete albaceteño, su principal empeño es, sin embargo, Pago del Guzque, una bodega situada en la quijotesca (y toledana) población de El Toboso.
Heredera de una tradición vinícola de más de sesenta años, la nueva empresa concentra la experiencia acumulada por la familia Ramírez Ludeña en dos proyectos anteriores: Bodegas Montoya, en Pedro Muñoz (Ciudad Real), y Bodegas Ludeña, en El Toboso. La finca Monte Guzque, integrada por más de setenta hectáreas de viña de diferentes variedades tintas (tempranillo, cabernet sauvignon, petit verdot, merlot y graciano) y blancas (sauvignon blanc, chardonnay y moscatel de grano menudo), forma parte de los antiguos montes comunales toboseños, que dibujan la linde que separa las provincias de Toledo y Cuenca. Situada en lo que los lugareños denominan 'triángulo de oro' de La Mancha, la suave inclinación sur de sus tierras permite el máximo aprovechamiento del sol. Esos mismos suelos francos son de baja fertilidad y están salpicados de diferentes tipos de tierra montesa, rodeados de encinas, carrascas y tomillo. Además, su situación a casi novecientos metros de altura les confiere unas peculiaridades especiales para el cultivo de la viña, sobre todo por los elevados gradientes de temperatura día–noche durante el verano, en plena maduración. Todo ello, según puede leerse en la propaganda oficial de la bodega, concede a la finca especiales características para producir "los vinos más finos y elegantes de la comarca". Modestia aparte.
El proyecto Pago de Guzque está basado en la elaboración de uno de los escasos monovarietales de graciano comercializados en España y, probablemente, el primero producido en La Mancha. Su diseñador fue Juan Fuente Rus, artífice a su vez de los caldos de Mont Reaga, y su osadía ha sido prorrogada por Manuel Manzaneque Suárez, discípulo de Michel Rolland, bodeguero familiar y particular, ubicuo asesor en su región y, a la sazón, director técnico de explotación y viñedo de la bodega toboseña. Desde su creación, Graciano de Guzque no ha dejado de recibir parabienes, quizá más pendientes de su exclusivo carácter que de sus cualidades intrínsecas. Y por eso, por comprobar si en esta ocasión cobraba sentido aquello de que "algo tendrá el agua cuando la bendicen", hoy he puesto especial esmero al catar en la taberna la añada 2008 de este caldo sin par; y la verdad es que no hay motivo para la euforia.
Graciano es una cepa de origen español, de brotación y maduración tardía, cuyo vino, de acidez elevada, se utiliza principalmente para alargar la vida de sus coupages con otras variedades, con una presencia destacadísima en Rioja. Los caldos de graciano mantienen fácilmente la tonalidad, ya que por sus condiciones de pH los antocianos se encuentran más ionizados, por lo que incrementan la intensidad de color. Así las cosas, la etiqueta de Graciano de Guzque asegura que se trata de un vino "de color rojo púrpura", "limpio y brillante", que "huele a sotobosque, hierba y tierra mojada", "mineral y balsámico" en boca; pero pierde el norte cuando lo cataloga absurdamente como "varonil", como un vino "enigmático y profundo". Veamos.
Un ferviente admirador de los monovarietales de graciano (como buen caballero andante riojano que es), Juan Cuatrecasas, se muestra resignadamente implacable con un caldo que ofrece mucho menos de lo que promete: "Aunque se nota franqueza varietal, sin embargo lo veo lejos de uno de mis vinos de referencia en cuanto a su condición monovarietal de graciano. Sobre todo cuando afronta la parte final de la cata, y al menos en esta muestra y añada. Noto que el vino queda un tanto corto, sin esa prolongación que suele aportar la varietal, cayendo en un silencio, en una huida que evita que las buenas sensaciones se completen". Discreto, aunque decepcionado, El Alma del Vino prosigue: "No le he encontrado ese matiz de mineralidad que suele atribuirse al Graciano de Guzque, y siendo sincero, creo que tal vez no sea esta la mejor añada de cuantas esta bodega defiende en el mercado. ¿Podría decir que empieza correcto, avanza bien, pero se queda un tanto corto en el final?". Podría, por supuesto, porque eso es lo que hay, por mucho que sus entusiastas paisanos traten de encumbrarlo como un vino excepcional.
Mas no todo el mundo opina lo mismo. Antonio Jesús Pérez Reina, analista enológico de akataVino, se sitúa en el lado opuesto: "Un vino perfumado, seductor y frutal. Conserva la bravura de un graciano carnoso en boca que derrocha carácter y raza en todas sus fases. [...] Un vino para disfrutar y hacer disfrutar a los demás, una elaboración que nos va a sorprender, una perspectiva de esta variedad simplemente exquisita". Joaquín Parra, capitoste de Wine Up Consulting, también se alinea en ese bando, afinando en su nota de cata: "Rojo cereza muy brillante con destellos púrpura. Aromas de buena intensidad. Tostados para dar paso a un apreciable espliego, fruta roja, monte bajo, trufa. Especiado (nuez moscada) y un toque balsámico. En boca redondo, frutal y floral. Fresco. Balsámico y especiado. Pedernal. Largo. Personal".
Y todo eso es muy bonito y muy hermoso, como diría un popular humorista (también) manchego, lo que pasa es que (casi) nada de lo reseñado anteriormente aparece en la graciana copa que hoy me ha servido el tabernero. Se conoce que las muestras analizadas por Pérez Reina y Parra corresponden a otro vino, muy distinto al que hemos probado, cada uno en su sitio, el amigo Cuatrecasas y un servidor.
Graciano de Guzque
2008
Graciano
18 meses en roble francés y húngaro
13,5% alcohol
Vino de la Tierra de Castilla
Pago de Guzque, El Toboso, Toledo, Catstilla La Mancha, España