"Todo lo que no es tradición es plagio". Esa lección la damos por sabida, por lo menos, desde que Eugenio d'Ors la patentara hace poco más de un siglo en forma de aforismo. Y nada tiene de malo la posmoderna deshumanización del arte, que diría Ortega, pero de vez en cuando conviene poner algo de orden en un anónimo totum revolutum que mezcla con demasiada alegría originalidad y copia, verdad y mentira.
Viene esto a cuento porque hoy ha pasado por la taberna un grupo de turistas suecos y, de refilón, he visto que uno de ellos leía absorto lo que luego he sabido que era una versión evangélica cristiana de la modernosa novela policíaca nórdica. Se trataba de Döden ett bekymmer, una devota historia de detectives escrita a cuatro manos por los veteranos Torgny Lindgren y Eric Åkerlund que es, a su vez, una reelaboración de otra colaboración anterior, Den röda slöjan (1990). Pero lo que me ha llamado la atención no ha sido el título, ni los autores, ni el género, ni la temática, ni la lengua original del librito de marras. Lo que me ha despertado de la modorra provocada por los efectos del tintorro ha sido la ilustración de la portada: un dibujo del cotizado Jonas Bergstrand fechado en 2003 que recuerda demasiado a una de las fotografías más reconocibles de Chema Madoz, tomada en 1987. Tanto en la una como en el otro, aparece una mujer en segundo plano; delante de ella, en ambos casos, una copa (siempre una copa) con forma de triángulo invertido estratégicamente colocada hace las veces de pubis; cada una con sus respectivas particularidades pero sospechosamente parecidas.
Semejante plagio fue destinado, curiosamente, a envolver una novela de Lindgren, un autor que en una obra previa dedicada a reflexionar sobre la autenticidad de la obra de arte, En elogio de la verdad (1991), había escrito: "Eso que llaman falsificaciones es la única expresión verdadera de nuestra época". Así que el fraudulento envoltorio no podía ser más apropiado.
Sucede, sin embargo, que algunos todavía preferimos el original (en el más amplio sentido del término) a la copia. En este caso concreto, y por decirlo con palabras del maestro Fernando Castro Flórez, esa "suerte de poesía sonriente en la que los objetos entran en relaciones que no son tanto absurdas cuanto una singular codificación, que podría entenderse nombrando los tropos de la metáfora o la metonimia"; esa "particular reiteración funcional"; ese "simbolismo de una enorme densidad"; esa "finura increíble con los parecidos"; o esa "deriva hacia la heterogeneidad de lo imaginario en clave surrealista" que protagonizan la obra de uno de nuestros fotógrafos imprescindibles, Chema Madoz.