Conrado Xalabarder, uno de los tipos que más (y mejor) controla de música cinematográfica en nuestro país, sostiene que la banda sonora compuesta por Ramin Djawadi para 'Juego de Tronos' "musicalmente -y salvo en sus partes más líricas- no es excesivamente interesante, pero sin duda es eficiente en su aplicación". Modestamente, mi parecer se aproxima mucho al del responsable del imprescindible Mundo BSO pero, desde hace una semana, cuando el tabernero me abrió los oídos a la (pen)última frikada youtubera, su tono "fantasioso/épico/legendario" me sabe distinto.
La culpa la tiene Dan Newbie, el intérprete de la versión más bizarra (hasta la fecha) del tema principal de la popular ficción televisiva. Armado con una garrafa de agua, una sartén, un cubo, un rodillo de cocina y un puñado de copas de vino, el (seudo)artista (re)interpreta en clave doméstica la danza céltica que acompaña a los títulos de crédito del serial que adapta al lenguaje audiovisual la Canción de hielo y fuego escrita por George R. R. Martin. Y, pese a lo rudimentario del experimento, consigue lo mismo que pretendía el compositor alemán a la hora de abordar el score original: domar los "aires medievales" de esa shakespeareana versión de la guerra de las Dos Rosas "desde una perspectiva moderna".
Interpretar música utilizando como instrumento principal un rosario de copas de vino se ha convertido, con el tiempo, en todo un (sub)género que nos ha regalado, a los melómanos borrachines, gloriosos momentos de placer multiplicado, como el que proporciona el visionado de la campaña creada por la compañía italiana de publicidad viral Mosaicoon para su paisana Tasca d'Almerita: doscientas cincuenta copas, ciento treinta botellas y diez músicos de la BjM Glass Orchestra de Mario Bajardi para extraer el verdadero sonido del vino de la manera más sofisticada posible.