Carlos Schölderle, que en su perfil de Linkedin se define como "wine blogger and freelance journalist" (para entendernos, periodista sin trabajo estable que escribe, aparentemente, por amor al arte), lleva algún tiempo entregado al agitprop vitivinícola, algo que, de entrada, no me parece en absoluto despreciable. Pero su (interesado) idealismo chirría demasiado y su (inocente) división del panorama comunicacional entre buenos y malos absolutos linda con el ridículo. Sin ir más lejos, hace unas pocas semanas demostró en su bitácora virtual (Vinumvitis) lo encantado que está de conocerse, (auto)erigiéndose en portavoz de la blogosfera de la ebriedad. Pretendía disertar, a lo que se ve, sobre la situación, evolución y tendencias de los mercados del vino, aunque no se le ocurrió otra cosa mejor que arrancar con un sermón acerca de los blogueros y su papel en este cambiante mundo, evidenciando que es triste pedir pero mucho más triste es robar: "Los estudios de los expertos dicen que cada vez tendremos más peso en las decisiones del consumidor final. Lo que no dicen es, de qué van a vivir esos blogueros que con su esfuerzo hacen posible el mensaje de las marcas y las empresas que necesitan vender en un mercado cada vez más deshumanizado".
La martingala que adjuntó a continuación, que parece redactada con escopeta de feria, es digna de un estudio en profundidad que yo no tengo ni tiempo ni fuerzas para abordar, pero ahí va una aproximación rápida: "Nosotros hacemos el acercamiento del producto [pobrecito, el vino, que no sabe cómo llegar hasta el consumidor] y humanizamos las compras [¡no me digas que tú también lees a Ortega!], somos las caras visibles de un producto recomendado que antes hemos degustado [como los peces en el río del villancico] y catalogado como bueno [siempre positivo, nunca negativo, que diría el fatuo Van Gaal. ¿O era al revés?]. Esto es un hecho que solo nosotros los blogueros debemos valorar y buscar respuestas [no pierdas el tiempo: cuando quieras me llamas y te cuento]. Muchos de nosotros ni siquiera vivimos de esto [¿del cuento?] y sin embargo las empresas se nutren de nuestro trabajo [vampiros, las llamó Marx en El Capital], haciendo real un camino donde a veces el experto del marketing se pierde [suerte que te tiene a ti para guiarlo]. Las empresas y productos siguen teniendo en los blogueros un canal de comunicación y de fidelización del consumidor [su buen dinerito les cuesta]. El posible comprador primero se hace amigo y después escucha la valoración que al ser imparcial [ja] justifica su compra sabiendo de primera mano cómo es el producto y quién lo vende [ja, ja], ya sea on-line o en tiendas especializadas [ja, ja, ja]. He escuchado y valorado todo lo aprendido en estos años de lucha [ya será menos] pero cuando llega el momento de buscar apoyos [¿pasta? ¿quieres pasta por hacer lo que haces?] parece mentira que nos sigamos peleando entre nosotros [¡qué remedio!]. Solo las grandes marcas ganan [aplaudo tu descubrimiento, lince]: enseguida les abrimos nuestras puertas y hacemos lo que sea para ser sus amigos más fieles [unas botellitas de gañote o una cata ad hoc o un blogtrip a todo confort no hacen daño a nadie, ¿verdad?]. Dice una gran dicho, divide y vencerás y esto lo saben los expertos y lo utilizan muy bien, no haciendo nada ya que saben que nosotros solos nos dividiremos [¿cabe otra opción?]. No quiero decir expresamente que las grandes empresas tienen la culpa, en realidad la culpa no es del chancho si no quien le rasca el lomo [me he perdido entre tanto desliz sintáctico: ¿tú eres el rascador o el rascado?]. Las empresas deberían empezar a pensar seriamente en el papel de los blogueros como campo de acción para sus promociones [no sé por qué pero me da en la nariz que tu sugerencia llega tarde]. Este acercamiento no es sencillo y sabemos que solos no somos nadie pero unidos podemos mover montañas [pues ten cuidado, no te vayan a reclutar para arar las viñas].
No contento con haber largado semejante pliego de descargo, que todavía no sé si archivar como diatriba o como ditirambo en el cajón del olvido, el amigo Schölderle ha vuelto sobre las andadas esta semana para inaugurar su nuevo blog, que no cambia de nombre sino de plataforma, y que no se mueve un ápice de la absurda prepotencia ya adelantada: "Los bloggers tenemos una independencia [¿cuántas botellas quieres, Carlos?] que no tienen los periodistas y redactores de prensa ya que son muy pocos los que tienen la libertad de elegir sus artículos y publicarlos [ahí le has dao]. Somos los caballeros de una nueva forma de comunicación [¿que cuántas botellas quieres, pregunto?] que interactúa con los lectores dándoles aquello que más necesitan y es 'opinar' [¿compañía? ¿desahogo?]. Somos escritores que amamos y animamos la comunicación y estamos totalmente entregados con la información [y con el dinero, que te veo venir], sea ésta cual sea". Suma y sigue: "Los escritores hemos cambiado la gloriosa máquina de escribir por las nuevas tecnologías [¿no me irás a soltar la de McLuhan, que el medio es el mensaje?] y la gran mayoría hemos descubierto lo bien que nos ha venido esto para poder llegar a más gente [no hacía ni puta falta] y expresar lo que sentimos por los intereses de unos pocos, convirtiendo todo el silencio de la gran mayoría de la gente en un altavoz que diga la verdad [¿y solo la verdad?] y muestre un poco de respeto en un mundo en el que la palabra y las promesas son devastadas por la mentira y el poder de aquellos que solo se miran el ombligo [¿como tú?]". Un poco de paciencia, que ya vamos llegando al final: "Soy uno más del sector del vino que escribe con la pasión lógica de quien ama el vino pero además intenta ganarse la vida con sus escritos [lo sabía: quieres pasta; te veía venir]".
Llegados a este punto, conviene rescatar un párrafo incluido en 'El poder de los miedos, ¡perdón!, de los medios', un artículo publicado por Txetxu Ausín (investigador del CSIC y del Instituto Globernance) en el número 233 de la revista Claves de Razón Práctica. Allí se repentiza un diagnóstico sobre el actual funcionamiento de los medios de comunicación de masas que vale para los emisores generalistas pero también para los altavoces especializados a los que se refiere Carlos Schölderle en sus vomitonas: "La anécdota se convierte en el paradigma del periodismo contemporáneo. Junto a los tópicos y las declaraciones oficiales forman el grueso de la mayoría de grandes reportajes. También el ruido, la sobreinformación y la exageración. Por no hablar de la homogeneización, falta de riesgo y miedos de los profesionales y de los medios, el abuso de las noticias de agencia –las grandes agencias determinan los asuntos noticiables– y la escasa elaboración propia de contenidos". Ese es el verdadero estado de las cosas, del que nuestro bloguero portavoz no es una excepción, pues en sus escritos demuestra un desprecio absoluto por una famosa advertencia del maestro del constructivismo estructuralista, Pierre Bourdieu: para saber lo que uno va a decir hay que saber lo que han dicho los demás.
Pero el recalcitrante Schölderle no se rinde y, para reforzar su tesis sobre la (supuesta) influencia de los bloggers en las compras, ha realizado una (micro)encuesta entre un puñado de personajes (más o menos) relacionados con el mundillo vinícola que, como no podía ser de otra forma, le ha salido regulera. Para comprobarlo basta hacer un breve repaso por las opiniones vertidas: Ricardo Sellers Rubio, profesor titular de Marketing en la Universidad de Alicante: "Por supuesto depende del blogger, pero yo creo que hasta el más modesto es capaz de influir (aunque solo sea en su círculo de amistades)"; Javier López Lorenzo, sommelier y community manager: "Por supuesto que algunos bloggers tienen influencia en las compras, incluso algunos 'twitteros"; José Manuel Tenorio Mariscal, CEO & owner de tmediasolutions.com: "Blogueros con comunidad, que posteen con asiduidad y con conocimientos no pasamos de diez en España"; Paco Higón, profesor en la Universidad de Valencia: "En España hay poquísimos bloggers de vinos con la suficiente capacidad como para influir sobre el consumo de forma mínimamente representativa"; Estefanía Sánchez Sola: "Hay muchos bloggers y no todos son influyentes. Influyen pero, como para tomar una decisión de compra muy pocos, bloggers".
Pese a que esta breve consulta está a años luz de un trabajo científico, sirve al menos para hacerse una idea de cómo está el patio. Por eso mismo tengo la sensación de que Carlos Schölderle arriesga demasiado cuando asegura que "los estudios de los expertos dicen que cada vez tendremos más peso en las decisiones del consumidor final" sin citar ni un solo trabajo que avale su afirmación. Quizá ahora tenga algo más claro "de qué van a vivir esos blogueros que con su esfuerzo hacen posible el mensaje de las marcas y las empresas": vivirán de un trabajo digno y serio... o no vivirán.