22.1.14

¿Cuánto cuesta una botella de vino?

¡Maldita la hora en la que mi tabernero y yo nos hemos inmiscuido en una de las más agrias polémicas que mantienen en vilo desde antiguo al tinglado vitivinícola español: el precio de la botella de vino! Cuanto más me adentro en el abismo de este negocio, a base de tragos y charlas, más cercano me siento a la rutina dominical instalada en casa de Valerio Magrelli. En su último libro, Adiós al fútbol, el poeta romano confiesa cerrar la semana dando vueltas por el salón, intentando evadirse del resultadismo balompédico: "Quiero saber y al mismo tiempo no saber". Lo mismo me ocurre a mí con el vino.

En fin, que el tabernero y yo nos las hemos tenido tiesas a cuenta del irresoluble asunto. La chispa que ha prendido una mecha trenzada tiempo atrás han sido sendos artículos publicados en los últimos días por una de las (más resistentes) fuerzas vivas de la crítica enogastronómica de nuestro país (Carlos Delgado) y por un blog paradigmático de la posmodernidad librecambista (Popthewine.com), que han dejado (más o menos) claras sus respectivas posturas sobre la peliaguda cuestión.


Por un lado, los responsables del portal de venta online que se cisca desde sus principios fundacionales en puntos, guías, medallas y gurús, defienden, tras una larga exposición de motivos, que "solo en costes de producto 'puro" (uva, sustancias adicionales, barrica, recipiente, tapón y etiquetado) una botella de vino puede "superar los 6 euros fácilmente", a los que habría que añadir "el coste humano (nóminas de los empleados en bodega y trabajos sobre la viña), el coste estructural (edificio de la bodega, depósitos, maquinaria agrícola), el coste de elaboración (máquina embotelladora, depósitos, luz, agua, productos, abonos, combustible, etc.), los costes financieros (hay vinos que salen de la bodega tras años de su vendimia), costes de marketing (acudir a premios, ferias, salir en las guías y publicaciones, catas, degustaciones, etc.) y los impuestos (que tan solo el IVA del vino comprado en una tienda es del 21%) o pertenencia a denominaciones de origen"; sin olvidar que "¡algo habrá que sumarle a eso para que gane algo de dinero la bodega, el que lo transporta y el que lo vende!".

Por otro lado, el autor del Manual del Santo Bebedor afina un poco más la puntería antes de lanzar un dardo envenenado contra el todopoderoso prescriptor patrio: "La guerra de los precios bajos (lowcost) puede causar estragos en el sector vitivinícola español y afectar seriamente la imagen de calidad de sus vinos. A la política agresiva de las grandes superficies, con promociones, venta en exclusiva y fuertes rebajas, se unen los vinos de marca 'blanca', que, en el caso de Carrefour, han tenido el privilegio de ser valorados por la prestigiosa Guía Peñín 2014. Y con puntuaciones de notable para arriba". Tras lo cual se atreve a poner nombre y apellidos a sus desvelos: "La duda surge ante determinadas ofertas, como un Rioja Reserva 2008 por 3,80 euros, el Tres Reinos de Carrefour (84 puntos GP), embotellado por Marqués del Atrio".

Tenemos, por tanto, dos hechos incontrovertibles y (aparentemente) enfrentados: de una parte, una razonada (y más que razonable) justificación del precio medio recomendado para una botella de vino español; de la otra, la (más que tozuda) realidad: su verdadero precio de mercado. Y a un servidor, marcado por el estigma del escepticismo desde su forzado paso por la pila bautismal, ni lo uno ni lo otro le terminan de convencer, para qué engañarnos. Sobre todo porque, a fin de cuentas, ambos enunciados vienen a decir lo mismo: que una botella de vino no debe ser tan cara como la venden unos ni tan barata como tratan de venderla otros.


A estas alturas de la historia, no se trata de alistarse con tirios o con troyanos, sino de ir al meollo de la guerra. El principal peligro de la estrategia que (mal)vende los caldos a precio de saldo no es el coste en sí mismo, sino el (convenientemente remunerado) aval prestado por los consejeros más mediáticos a semejantes (sub)productos. Concretando: el pasado 17 de diciembre, la Guía Peñín de los Vinos de España anunciaba a bombo y platillo la inclusión (por primera vez) en su edición 2014 de "los más de 70 vinos de marca propia de los hipermercados Carrefour", y justificaba la medida (auto)erigiéndose en servicio público: "Con la incorporación de los vinos de marca propia de la Bodega Carrefour se atiende a la demanda de aficionados al vino que buscan en la Guía Peñín una herramienta que les oriente entre el amplísimo número de marcas que existen en el mercado".

A decir verdad, a mí no me han preguntado nunca, y al resto de la parroquia que se ha sumado al debate mantenido entre el tabernero y yo, tampoco. Así que me barrunto que donde dice "demanda de aficionados al vino", debería decir "talegada aflojada por los paganinis de la cadena de hipermercados". En caso contrario, resultaría imposible de digerir el comunicado lanzado solo tres días después por la propia Guía, en un alarde de farisaísmo sin parangón que afectaba directamente a la competencia: "La cadena de supermercados Lidl ha accedido a retirar cualquier alusión a Guía Peñín en la sección de bebidas de todos sus establecimientos". Con vomitivo recochineo, el presidente de honor del alcohólico vademécum, José Peñín, zanjaba la cuestión el 22 de diciembre vanagloriándose en las redes sociales de su subvencionada omnipotencia: "En Carrefour ponen los puntos Guía Peñín hasta en las cajas de vinos", se podía leer en un bochornoso tuit que adjuntaba foto del desmán. Resumiendo: la Guía Peñín solo tiene amigos entre quienes que pasan por caja.


Todo esto dibuja un escenario devastador para el futuro del vino español, en el que el consumidor medio habrá de andarse con cuidado si no quiere caer en alguna de las numerosas trampas que le tiende el mercado. Por ir concluyendo: para elaborar la Guía Peñín 2014 se han catado (supuestamente) unas 10.000 referencias, pertenecientes a 2.137 bodegas (menos de la mitad de las existentes en España), con una nota media de 87,8 puntos; si tenemos en cuenta que casi un tercio de los vinos reseñados (3.328) supera el umbral de los 90 puntos, a nadie en su sano juicio se le ocurriría exhibir con orgullo puntuaciones de 84 (Tres Reinos, citado por Carlos Delegado) o de 87 (Moralinos, tuiteado por monsieur Peñín). Pero, en un país asolado por la necedad, incluso el cutrerío más atroz (ocupar el puesto 6.000 u 8.000 en un sector determinado) puede ser vendido con ostentación. Los puntos comprados al peso pretenden compensar un precio aligerado de cargas con el único fin de confundir al consumidor desinformado, y así es imposible adivinar cuánto cuesta realmente una botella de vino.