16.1.14

El vino, la pela y el chisme

Mi bodeguero de cabecera me hace saber que Castro Galiana, una consultora especializada en el asesoramiento comunicacional vitivinícola, acaba de hacer público un resumen de su Informe del sector del Vino en la prensa 2013 [para conocer el informe completo hay que rascarse el bolsillo] y, aunque sus conclusiones se comentan solas, no quiero dejar de subrayar tres puntos que explican por sí mismos el funcionamiento del mercado interno del vino:
· Según los expertos (un ente abstracto cuyo análisis en profundidad dejaremos para mejor ocasión), en España hay alrededor de cinco mil bodegas, de las cuales solo 1.546 han tenido presencia mediática. O sea, hay unos 3.500 productores de los que no se tiene noticia, literalmente. Y, curiosamente, los que más han dado que hablar en los mentideros vitivinícolas no lo han hecho por la excelencia de sus productos sino por rencillas familiares (Vega Sicilia) o cuestiones políticas (Freixenet). 
· Lo mismo sucede si fijamos nuestra atención en las marcas: únicamente 3.324 han sido citadas en la prensa y, de ellas, las más cacareadas lo son por motivos extravinícolas: una, por ser la sangre de Su sangre utilizada por los prebostes del Vaticano como alimento espiritual; otra, por ser vendida, conjunta e inseparablemente, por un diario venido a menos; otra más, porque su etiqueta ha sido Custo(mizada); y así sucesivamente. 
· En cuanto al origen, entre dos ases (Rioja y Ribera del Duero) se reparten casi un tercio de la baraja mediática, y otro repóquer (Cava, Rías Baixas, Jerez, Penedés y Rueda) acapara un cuarto de las cartas puestas sobre el tapete, circunstancia que deja solo los descartes para el resto de las comarcas productoras.
Teniendo en cuenta estos datos, se comprende mejor la rutinaria labor de los 622 escribanos, 52 revistas y 99 periódicos analizados en el informe de marras. Su criterio se rige, con mínimas aunque honrosas excepciones, por la pela y el chisme, el poder y la gloria. Así se decide desde las alturas lo que compramos y, peor aún, lo que bebemos.