4.6.14

Un respiro

Por causas ajenas a mi voluntad, este blog se toma un respiro. Mientras dure este, no habrá actualizaciones, aunque tampoco dejaré de acudir a la taberna. O sea, que al tabernero y a mí nos seguirán pasando cosas; y seguiremos (anti)catando vinos; y, a lo peor, algún día vuelvo para contarlo.

3.6.14

Beber o no beber, esa es la cuestión

La Organización Mundial de la Salud ha anunciado el apocalipsis en su Informe Mundial de Situación sobre Alcohol y Salud 2014. Los datos y cifras contenidos en él, leídos de corrido, se bastan y se sobran para acongojar incluso a los más avisados: "Cada año mueren en el mundo 3,3 millones de personas a consecuencia del consumo nocivo de alcohol, lo que representa un 5,9% de todas las defunciones; el uso nocivo de alcohol es un factor causal en más de 200 enfermedades y trastornos; en general, el 5,1% de la carga mundial de morbilidad y lesiones es atribuible al consumo de alcohol; el consumo de alcohol provoca defunción y discapacidad a una edad relativamente temprana. En el grupo etario de 20 a 39 años, un 25% de las defunciones son atribuibles al consumo de alcohol; existe una relación causal entre el consumo nocivo de alcohol y una serie de trastornos mentales y comportamentales, además de las enfermedades no transmisibles y los traumatismos; recientemente se han determinado relaciones causales entre el consumo nocivo y la incidencia de enfermedades infecciosas tales como la tuberculosis y el VIH/Sida; más allá de las consecuencias sanitarias, el consumo nocivo de alcohol provoca pérdidas sociales y económicas importantes, tanto para las personas como para la sociedad en su conjunto".

Después de semejante sacudida, dan ganas de dejar la bebida, pasarse al bando de los alcohólicos anónimos y abandonar la escritura etílica. Pero, ¿realmente es para tanto? Como (casi) siempre, depende de la fuente a la que acudamos para saciar nuestra sed de conocimiento: si atendemos a las decenas de artículitos que cada día defienden los beneficios del bebercio moderado sin más fundamento que ser el eco del eco de la voz que subvenciona dicho corpus teórico en beneficio propio (o sea, la industria del alcohol), pues parece que no; en cambio, si nos dejamos llevar, siquiera por una vez, por las evidencias empíricas y las opiniones formadas, la cosa cambia.


A rebufo del informe de la OMS se han producido todo tipo de reacciones, como era de esperar: desde los que se toman el asunto a cachondeo (popthewine.com) y, pese a vivir de la venta de vino, concluyen que 'Ser un borracho [no] es más sano que no serlo' en una suerte de defensa desapasionada y coñona de la priva, hasta los que se ponen serios (Comer o no comer), aunque para nada solemnes, a la hora de demostrar que 'Cuanto menos alcohol, mejor. Cuanto más, peor'.

En una coyuntura dominada por los intereses creados, hasta las (aparentemente) bienintencionadas iniciativas como Quien sabe beber, sabe vivir (España) o Wine in Moderation (Europa) se convierten en ridículos pretextos para fomentar la venta de alcohol, apelando con la boca pequeña al consumo moderado pero sirviendo de coartada comercial a productores, distribuidores y vendedores, a quienes el dinero público invertido por los gobiernos nacionales y supranacionales les sirve de jabón para un más que indecente lavado de cara.

En la dura pugna de dos universos paralelos (el alcohólico y el farmacéutico) en los que todo quisque es a la vez juez y parte, algunos prefieren adoptar un punto de vista conservador, a la vista de los discutibles resultados de las recomendaciones que apelan a la responsabilidad individual. Como de costumbre, Julio Basulto ha venido a poner algo de sensatez al asunto echando mano de las publicaciones más incontrovertibles al respecto: "Más alcohol es peor para la salud, menos alcohol es mejor. Y no, no me refiero solo al whisky, al coñac o al orujo. Hablo de todas las bebidas alcohólicas, y eso incluye a la 'cervecita' y al 'vinito", haciendo suya una advertencia publicada en 2007 por el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer. En la misma línea se expresó en 2012 la Sociedad Americana del Cáncer: "El consumo total de alcohol es el factor importante, no el tipo de bebida alcohólica consumida". Y en febrero de este mismo año, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer: "No hay una cantidad segura de alcohol".


Recuerda el experto en Nutrición y Dietética desde las páginas virtuales de Comer o no comer que, para desbaratar la 'paradoja francesa' que ensalza los beneficios cardiovasculares del vino y sus supuestas cualidades antidepresivas, la OMS ha resumido la relación alcohol-salud de la siguiente manera: "El alcohol es teratogénico, neurotóxico, adictivo, inmunosupresor, perjudicial para el sistema cardiovascular, carcinogénico y aumenta el riesgo de muerte". La doctora Laura A. Stokowski zanja la cuestión con una contundencia irrebatible: "La evidencia de los efectos nocivos del alcohol es más fuerte que la evidencia de sus efectos beneficiosos". Y el doctor Jürgen Rehm abunda en dicho argumento: "Yo no sé por qué un vínculo beneficioso sería más importante que un simple enlace perjudicial, cuando el vínculo beneficioso es aproximadamente una décima parte de la relación perjudicial".

Según la revista OCU-Salud, el noventa por ciento de los adultos españoles incluye las bebidas alcohólicas como parte de su alimentación. Eso es lo que llevaba en la cabeza esta tarde cuando he llegado a la taberna para deleitarme con el bebercio cotidiano. Pero hoy no he consumado el acto. Le he dicho al tabernero que mejor lo dejaba para mañana y he pegado media vuelta. Por si las moscas.

2.6.14

Peligro: PP sobre ruedas

En la madrugada del sábado al domingo, a eso de las siete y media, un coche patrulla perteneciente a la comisaría de Chamartín del Cuerpo Nacional de Policía apostado en la confluencia de la calle Vitrubio con el paseo de la Castellana, cazó a una motocicleta que se había saltado en rojo un semáforo capitalino. Cuando le dieron el alto, los agentes comprobaron que el motorista no llevaba casco y que cuadruplicaba la tasa de alcoholemia permitida. En ese mismo instante, la carrera judicial de Enrique López se fue al traste.

Así sucedieron, pizca más o menos, unos hechos que hoy nos han permitido enzarzarnos dialécticamente en la tertulia de la taberna, ya que en ella participamos varios doctores en las cosas del beber a los que, cuando uno de los nuestros se encuentra en apuros, se nos despiertan los bajos instintos tribales. Con todo, los que peor lo pasan en estas circunstancias son los acérrimos del Partido Popular, cuyos correligionarios parecen haber hecho una promesa al dios Baco, pues la lista de peperos a los que les han tomado la matrícula mientras conducían borrachos va camino de ser enciclopédica. Desde fuera, da la sensación de que se han tomado al pie de la letra el contestatario mensaje lanzado por el beodo Aznar contra la Dirección General de Tráfico cuando recogió la medalla de honor de la Academia del Vino de Castilla y León: "¿Quién te ha dicho a ti las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber? Déjame que las beba tranquilamente". Y en eso andan sus concejales, alcaldes y diputados, que se juegan diariamente el tipo y el (escaso) prestigio que les queda atentando contra la seguridad vial mientras manejan con unas copas de más.


El perfil más ajustado de Enrique López lo trazó Luz Sánchez-Mellado hace ahora un año, cuando el magistrado se incorporó definitivamente al Tribunal Constitucional con la aquiescencia del PP. Era lo que podía deducirse de los artículos que publicó durante un lustro en el diario La Razón, que como muestra de gratitud ha silenciado hasta donde ha podido el fatal incidente: "Recto, leído, pedagógico, conservador. Un hombre de ley y orden disertando sobre lo divino y lo humano con profusión de citas de Ortega y Churchill, y una acusada querencia por las metáforas futbolísticas. Un opinador de salón con un tonito de yo ya lo dije, una pizca de exégesis de sí mismo y un punto de pedantería no exenta de cierto estilo literario". Como advertía la redactora de El País con ocasión del acto solemne de la toma de posesión de su nuevo cargo, "además de la toga, las puñetas y la medalla con el escudo del alto tribunal, el nuevo notable lucía una indisimulada sonrisa de satisfacción en el rostro", mientras todo era grabado con el teléfono móvil por su novia de entonces, la presentadora Silvia Jato. Aquellos fueron sus días de vino y rosas. Estos son solo sus días de vino.

Por culpa de un mal uso del bendito bebercio, el hombre que era juez y parte del Partido Popular dejará de ser lo primero (ya ha dimitido de su cargo y difícilmente podrá retornar a la carrera judicial) pero seguirá siendo lo segundo, aferrándose a la mano que le dio de comer (y de beber, a lo que parece) durante toda su carrera, por lo que no debería sorprendernos que en los próximos meses le cayera de rebote alguna colocación como pago por los servicios prestados.


De momento, el simple relato de su percance ha servido para retratar a la prensa nacional: mientras El País y los dos diarios catalanes de referencia (El Periódico y La Vanguardia) elevaban el asunto a la máxima potencia desde sus primeras páginas, los tres rotativos madrileños adscritos oficiosamente a la derecha mediática (El Mundo, ABC y La Razón) lo relegaban a un breve apunte arrinconado en sus portadas. Entre trago y trago, los más conspiranoicos de la tertulia han defendido, incluso, que la abdicación de Juan Carlos I no ha sido más que una estratagema de eso que Pablo Iglesias llama 'la casta' para minimizar el impacto de un caso que se podría volver contra el Gobierno. Y a lo peor no van desencaminados. El Borbón tenía que retirarse un día u otro, y sería mucha casualidad que lo haya anunciado precisamente hoy, obligando a los periódicos a sacar a la calle extraordinarias ediciones vespertinas monotemáticas e impidiendo que en las tertulias audiovisuales se analizaran las estrechas relaciones entre PP, alcohol y conducción, que ya acumulan escarceos suficientes como para dedicarle una tesis doctoral.

31.5.14

K-naia 2011, 2012 y 2013

Hubo un tiempo en el que, como rememoraba no hace mucho José Peñín, el vino de Rueda "recordaba a los 'sobretabla' jerezanos antes de entrar en las andanas de botas, por su juventud, pero sin ningún rasgo frutal"; un tiempo en el que la variedad verdejo se utilizaba para llenar "garrafones de un blanco grueso, potente y un poco campesino"; un tiempo en el que la ecuación Rueda más verdejo equivalía a un caldo "sabroso, campechano, corpóreo, con la acidez justa y ese gusto amarguillo que lo diferenciaba" que "representaba la esencia castellana, su sobriedad, la imagen de vino honrado, vino de pueblo".

Pero llegó otro tiempo en el que, como también recordaba Peñín, Paco Hurtado de Amézaga introdujo en Rueda una casta providencial para equilibrar las cosas: la sauvignon blanc. Corría 1974 cuando el capitoste de Marqués de Riscal comenzó a poner en práctica sobre las tierras castellanoleonesas las pruebas realizadas en Burdeos por su maestro Emile Peynaud, quien defendía que "la rusticidad y la sobriedad de la verdejo habría que domarla con la elegancia y aroma de la sauvignon blanc".

Viene esto a cuento porque hoy he participado en la taberna en una (mini)cata vertical de uno de los actuales superventas de la Denominación de Origen Rueda, el desenfadado K-naia (más estimulante fonética que gráficamente), cuyas numerosas virtudes se asientan sobre una notable mezcla de verdejo (85%) y sauvignon blanc (15%). Lo cual que el tabernero y yo nos hemos enfrentado, mano a mano y sin cuadrilla, a sendas copas correspondientes a las añadas 2011, 2012 y 2013, con resultados que demuestran que los años no pasan en balde y que entre la juventud y la vejez está la verdadera flor de la vida, la madurez.


Antes de nada, conviene saber que K-naia es el vino más personal (no el mejor, ni mucho menos) de Bodegas Naia, una factoría instalada desde 2002 en La Seca (Valladolid), término considerado alegremente, en parte por lo relatado más arriba, como el grand cru de Rueda. Bajo la dirección técnica del prestigioso Eulogio Calleja y la supervisión enológica de Cristina Bosch, se trabajan algo más de una veintena de hectáreas enclavadas en la meseta castellana, situada entre setecientos y ochocientos metros sobre el nivel del mar con una influencia continental y mediterránea que la condena a sufrir los extremos propios de las estaciones, con una diferencia térmica de casi cincuenta grados entre el crudo invierno y el verano seco y cálido. Además, la escasa pluviometría anual convierte las cepas en resistentes naturales y favorece el equilibro entre grado y acidez de los racimos de verdejo, que son los que dominan el viñedo.

Las cepas destinadas a la elaboración de K-naia, de entre quince y veinte años de antigüedad y alimentadas por suelos arcillo-calcáreos y arcillo-arenosos entremezclados con cantos rodados, se vendimian por la noche y, en su mayor parte, de forma manual. Ya en la mesa de selección, se separan solo los racimos que tienen una maduración óptima para ser enfriados posteriormente en cámara y, en algunos casos, llevados a pre-congelación para que, a través del frío, los componentes aromáticos del hollejo pasen a la pulpa de la uva.

Hablamos de un bebercio canalla nacido con vocación de masas que ni puede ni quiere esconder sus intenciones, como se comprueba leyendo su contraetiqueta bilingüe: "Creado para gustar a todo el mundo, este vino, intenso y refrescante, reparte sensaciones de fruta blanca y balsámicas. Es fácil de beber, amable, sin complejos, aunque no oculta su estirpe castellana, ni el pronunciado carácter de la uva Verdejo. Un toque sutil de aguja completa su atractivo perfil".

El ínclito Peñín defendía hace unos meses en un decálogo sobre las que deberían ser las actitudes del ciente in (haciéndose eco de una opinión muy extendida) que lo más aconsejable es "pedir un albariño de Rías Baixas o un verdejo de Rueda de 2 años", pues "estas dos variedades por su complejidad y estructura desarrollan mejor sus valores varietales al segundo año". Y tanto el tabernero como un servidor hemos concluido nuestra particular (mini)cata vertical dándole la razón al gurú doméstico, aunque con matices. El tono dorado de la copa correspondiente al 2011 advierte que ya ha sido superada su fecha de consumo preferente, y la nariz refrenda esa certidumbre: los aromas brillan por su ausencia. Contrasta esa sensación con el amarillo pálido del 2013 y su potencia frutal y herbácea. Pero el hecho definitivo que permite tomar partido por uno o por otro se produce a su paso por boca: el 2011 lo hace con discreción, un tanto apagado, aunque plenamente disfrutable; el 2013 atropella por culpa una juventud demasiado ácida; sin duda, el trago más agradable llega con el 2012, en el que la ligereza y la frescura se manifiestan en su punto álgido.

Si hubiera que concluir con una moraleja, como las adorables fábulas de Iriarte y Samaniego, podría valer esta: no son recomendables ni la prisa ni la ansiedad por los vinos recién embotellados, ni siquiera en el caso de blancos y rosados, pues las más de las veces guardan en su interior una fiera sin domesticar cuya agresividad solo es aplacada, generalmente, con el paso del tiempo.


K-naia

2011, 2012 y 2013

Verdejo y Sauvignon Blanc

13,5%, 13% y 13% alcohol

DO Rueda

Bodegas Naia, La Seca, Valladolid, Castilla y León, España

30.5.14

Je me souviens...

Esta tarde me he escapado a una exposición sin salir de la taberna ni abandonar mi copa, en lo que ha resultado una visita de lo más provechosa. Hace tres años, la Asociación General de Empresas de Publicidad y el Instituto Cervantes, a través de su Centro Virtual Cervantes, crearon el Museo Virtual de Arte Publicitario con la noble intención de fomentar el conocimiento de las estrechas relaciones entre el arte y la publicidad. Gracias a ese acuerdo de colaboración vio la luz un proyecto "sin fronteras espaciales ni temporales", que recoge las más destacadas muestras de la creatividad hispánica y que, irremediablemente, despierta la nostalgia del visitante, sea cual sea la generación a la que pertenezca.


Yo me he lo he pasado especialmente en grande recorriendo la primera de sus ocho salas, que acoge una muestra (permanente) titulada 'Cien años de publicidad española', producida y organizada por Mediterránea Books y coordinada por José Antonio Lombardo Navarro (secretario general de la AGEP), cuyo catálogo se publicó en el año 2000. Una vez inmerso en ella, he observado con mayor detenimiento sus cuatro primeros apartados, dedicados a las cosas del bebercio y del comercio, que como es sabido son las que a mí me dan la vida.


Esos cuatro microespacios ilustran, respectivamente, la (intra)historia publicitaria de las bebidas no alcohólicas (refrescos e infusiones), las bebidas alcohólicas y el tabaco, la alimentación (básica) y otros productos menos alimenticios (placeres y caprichos). Paseando (virtualmente) por ellos he realizado un reconfortante viaje (interior) hacia mis recuerdos, que ha transitado desde el inocente clasicismo sin acreditar de ¡Miau! (1920), Freixenet (1922) o La Casera (1950), hasta los primeros amagos de dobles lecturas de Magno (1973, agencia MMLB), Ortiz (1986, Ricardo Pérez Asociados) o Cruzcampo (1998, agencia Contrapunto). Cómo habrá sido la cosa que hasta me han entrado ganas de volver a recrear el Je me souviens de Perec, como me enseñó a hacer el añorado Félix Romeo en sus talleres de escritura creativa.

29.5.14

El (escaso) poder de la influencia

Carlos Schölderle, que en su perfil de Linkedin se define como "wine blogger and freelance journalist" (para entendernos, periodista sin trabajo estable que escribe, aparentemente, por amor al arte), lleva algún tiempo entregado al agitprop vitivinícola, algo que, de entrada, no me parece en absoluto despreciable. Pero su (interesado) idealismo chirría demasiado y su (inocente) división del panorama comunicacional entre buenos y malos absolutos linda con el ridículo. Sin ir más lejos, hace unas pocas semanas demostró en su bitácora virtual (Vinumvitis) lo encantado que está de conocerse, (auto)erigiéndose en portavoz de la blogosfera de la ebriedad. Pretendía disertar, a lo que se ve, sobre la situación, evolución y tendencias de los mercados del vino, aunque no se le ocurrió otra cosa mejor que arrancar con un sermón acerca de los blogueros y su papel en este cambiante mundo, evidenciando que es triste pedir pero mucho más triste es robar: "Los estudios de los expertos dicen que cada vez tendremos más peso en las decisiones del consumidor final. Lo que no dicen es, de qué van a vivir esos blogueros que con su esfuerzo hacen posible el mensaje de las marcas y las empresas que necesitan vender en un mercado cada vez más deshumanizado".

La martingala que adjuntó a continuación, que parece redactada con escopeta de feria, es digna de un estudio en profundidad que yo no tengo ni tiempo ni fuerzas para abordar, pero ahí va una aproximación rápida: "Nosotros hacemos el acercamiento del producto [pobrecito, el vino, que no sabe cómo llegar hasta el consumidor] y humanizamos las compras [¡no me digas que tú también lees a Ortega!], somos las caras visibles de un producto recomendado que antes hemos degustado [como los peces en el río del villancico] y catalogado como bueno [siempre positivo, nunca negativo, que diría el fatuo Van Gaal. ¿O era al revés?]. Esto es un hecho que solo nosotros los blogueros debemos valorar y buscar respuestas [no pierdas el tiempo: cuando quieras me llamas y te cuento]. Muchos de nosotros ni siquiera vivimos de esto [¿del cuento?] y sin embargo las empresas se nutren de nuestro trabajo [vampiros, las llamó Marx en El Capital], haciendo real un camino donde a veces el experto del marketing se pierde [suerte que te tiene a ti para guiarlo]. Las empresas y productos siguen teniendo en los blogueros un canal de comunicación y de fidelización del consumidor [su buen dinerito les cuesta]. El posible comprador primero se hace amigo y después escucha la valoración que al ser imparcial [ja] justifica su compra sabiendo de primera mano cómo es el producto y quién lo vende [ja, ja], ya sea on-line o en tiendas especializadas [ja, ja, ja]. He escuchado y valorado todo lo aprendido en estos años de lucha [ya será menos] pero cuando llega el momento de buscar apoyos [¿pasta? ¿quieres pasta por hacer lo que haces?] parece mentira que nos sigamos peleando entre nosotros [¡qué remedio!]. Solo las grandes marcas ganan [aplaudo tu descubrimiento, lince]: enseguida les abrimos nuestras puertas y hacemos lo que sea para ser sus amigos más fieles [unas botellitas de gañote o una cata ad hoc o un blogtrip a todo confort no hacen daño a nadie, ¿verdad?]. Dice una gran dicho, divide y vencerás y esto lo saben los expertos y lo utilizan muy bien, no haciendo nada ya que saben que nosotros solos nos dividiremos [¿cabe otra opción?]. No quiero decir expresamente que las grandes empresas tienen la culpa, en realidad la culpa no es del chancho si no quien le rasca el lomo [me he perdido entre tanto desliz sintáctico: ¿tú eres el rascador o el rascado?]. Las empresas deberían empezar a pensar seriamente en el papel de los blogueros como campo de acción para sus promociones [no sé por qué pero me da en la nariz que tu sugerencia llega tarde]. Este acercamiento no es sencillo y sabemos que solos no somos nadie pero unidos podemos mover montañas [pues ten cuidado, no te vayan a reclutar para arar las viñas].


No contento con haber largado semejante pliego de descargo, que todavía no sé si archivar como diatriba o como ditirambo en el cajón del olvido, el amigo Schölderle ha vuelto sobre las andadas esta semana para inaugurar su nuevo blog, que no cambia de nombre sino de plataforma, y que no se mueve un ápice de la absurda prepotencia ya adelantada: "Los bloggers tenemos una independencia [¿cuántas botellas quieres, Carlos?] que no tienen los periodistas y redactores de prensa ya que son muy pocos los que tienen la libertad de elegir sus artículos y publicarlos [ahí le has dao]. Somos los caballeros de una nueva forma de comunicación [¿que cuántas botellas quieres, pregunto?] que interactúa con los lectores dándoles aquello que más necesitan y es 'opinar' [¿compañía? ¿desahogo?]. Somos escritores que amamos y animamos la comunicación y estamos totalmente entregados con la información [y con el dinero, que te veo venir], sea ésta cual sea". Suma y sigue: "Los escritores hemos cambiado la gloriosa máquina de escribir por las nuevas tecnologías [¿no me irás a soltar la de McLuhan, que el medio es el mensaje?] y la gran mayoría hemos descubierto lo bien que nos ha venido esto para poder llegar a más gente [no hacía ni puta falta] y expresar lo que sentimos por los intereses de unos pocos, convirtiendo todo el silencio de la gran mayoría de la gente en un altavoz que diga la verdad [¿y solo la verdad?] y muestre un poco de respeto en un mundo en el que la palabra y las promesas son devastadas por la mentira y el poder de aquellos que solo se miran el ombligo [¿como tú?]". Un poco de paciencia, que ya vamos llegando al final: "Soy uno más del sector del vino que escribe con la pasión lógica de quien ama el vino pero además intenta ganarse la vida con sus escritos [lo sabía: quieres pasta; te veía venir]".

Llegados a este punto, conviene rescatar un párrafo incluido en 'El poder de los miedos, ¡perdón!, de los medios', un artículo publicado por Txetxu Ausín (investigador del CSIC y del Instituto Globernance) en el número 233 de la revista Claves de Razón Práctica. Allí se repentiza un diagnóstico sobre el actual funcionamiento de los medios de comunicación de masas que vale para los emisores generalistas pero también para los altavoces especializados a los que se refiere Carlos Schölderle en sus vomitonas: "La anécdota se convierte en el paradigma del periodismo contemporáneo. Junto a los tópicos y las declaraciones oficiales forman el grueso de la mayoría de grandes reportajes. También el ruido, la sobreinformación y la exageración. Por no hablar de la homogeneización, falta de riesgo y miedos de los profesionales y de los medios, el abuso de las noticias de agencia –las grandes agencias determinan los asuntos noticiables– y la escasa elaboración propia de contenidos". Ese es el verdadero estado de las cosas, del que nuestro bloguero portavoz no es una excepción, pues en sus escritos demuestra un desprecio absoluto por una famosa advertencia del maestro del constructivismo estructuralista, Pierre Bourdieu: para saber lo que uno va a decir hay que saber lo que han dicho los demás.


Pero el recalcitrante Schölderle no se rinde y, para reforzar su tesis sobre la (supuesta) influencia de los bloggers en las compras, ha realizado una (micro)encuesta entre un puñado de personajes (más o menos) relacionados con el mundillo vinícola que, como no podía ser de otra forma, le ha salido regulera. Para comprobarlo basta hacer un breve repaso por las opiniones vertidas: Ricardo Sellers Rubio, profesor titular de Marketing en la Universidad de Alicante: "Por supuesto depende del blogger, pero yo creo que hasta el más modesto es capaz de influir (aunque solo sea en su círculo de amistades)"; Javier López Lorenzo, sommelier y community manager: "Por supuesto que algunos bloggers tienen influencia en las compras, incluso algunos 'twitteros"; José Manuel Tenorio Mariscal, CEO & owner de tmediasolutions.com: "Blogueros con comunidad, que posteen con asiduidad y con conocimientos no pasamos de diez en España"; Paco Higón, profesor en la Universidad de Valencia: "En España hay poquísimos bloggers de vinos con la suficiente capacidad como para influir sobre el consumo de forma mínimamente representativa"; Estefanía Sánchez Sola: "Hay muchos bloggers y no todos son influyentes. Influyen pero, como para tomar una decisión de compra muy pocos, bloggers".

Pese a que esta breve consulta está a años luz de un trabajo científico, sirve al menos para hacerse una idea de cómo está el patio. Por eso mismo tengo la sensación de que Carlos Schölderle arriesga demasiado cuando asegura que "los estudios de los expertos dicen que cada vez tendremos más peso en las decisiones del consumidor final" sin citar ni un solo trabajo que avale su afirmación. Quizá ahora tenga algo más claro "de qué van a vivir esos blogueros que con su esfuerzo hacen posible el mensaje de las marcas y las empresas": vivirán de un trabajo digno y serio... o no vivirán.

28.5.14

Vaso de Luz 2009

Como recordaba su paisano Juan Cruz con motivo de la presentación de su antología póstuma, el tinerfeño Manuel Padorno fue "uno de los poetas mayores de su generación, la del 50". Pero también fue un pintor que "dibujó esa luz que buscaba, y que encontró", a su regreso a las islas Canarias, "en libros de una pureza luminosa impresionante". 'El vaso de luz' es una de las pinturas que intenta atrapar esa obsesión sobre el lienzo; y es, además, un bellísimo poema antologado en La Guía (1996); y 'Comer y beber luz' es una de las más emocionantes y alucinadas canciones atlánticas publicadas tras su muerte. Y Vaso de Luz es, finalmente, un vino que homenajea todo eso ensamblándolo a su manera.

Pedro Mercado, propietario de Pago los Balancines y rendido admirador del artista, justifica así su gesto: "Vaso de Luz rinde tributo a Manuel Padorno en un intento de devolver mínimamente los innumerables momentos de disfrute artístico que su obra pictórica y poética me han reportado, intento sin duda baldío dado que la profunda huella que su forma de entender el mundo ha ido dejando en mi es difícilmente comparable". En cualquier caso, conviene saber que este sobresaliente caldo viene a sumarse a Salitre, el primero de los 'bootleg wines' (vinos de contrabando) de la bodega extremeña, dedicado al cantautor Quique González en alusión al título de una canción y de un disco que, a su vez, remitían a la madrileña calle en la que residió.


Pago los Balancines es, en realidad, un viñedo de Oliva de Mérida rodeado (naturalmente) de olivos y monte, y situado en alto, entre dos sierras, donde "es mimado por aires del Atlántico en pasillo de encuentro con el Mediterráneo". Sobre el terreno, la propiedad solo dispone de un centro logístico, pero sus vinos son elaborados en la bodega particular de quien es, a la vez, enólogo y socio de la empresa, Fernando Toribio.

The Bootleg Wines, la serie que incorpora el subtítulo 'Rare and Unreleased' (raro e inédito), es una colección que cataloga vinos de altísima calidad, hechuras singulares y edición muy limitada que rinden homenaje a personas del ámbito cultural y, de momento, su puesta en marcha está resultando más que satisfactoria: Salitre fue considerado (oficiosamente) como el mejor monovarietal español de garnacha tintorera de su año y Vaso de Luz ha repetido reconocimiento, esta vez referido a los vinos elaborados con cabernet sauvignon, como atestigua su primer puesto en diferentes guías comerciales (Peñín, La Semana Vitivinícola, Palacio...).

Cuentan sus productores que Vaso de Luz se embotellará únicamente en años excepcionales (de momento, solo la cosecha de 2009) y que su proceso de elaboración fue extremadamente delicado: cuidada selección, transporte nocturno en pequeñas cantidades, depósitos especiales y remontados manuales, para extraer todo lo que la uva fue acumulando durante el año: "su expresión frutal, su color, su estructura". Una vez finalizada la fermentación alcohólica, el líquido elemento fue trasladado a las barricas de roble francés en las que realizó la fermentación maloláctica, donde permaneció durante veinticuatro meses.

La botella que hoy hemos compartido el tabernero y yo no ha dejado mentir a la nota de cata oficial: "Color cereza picota muy intenso. En nariz destaca por su intensidad. Concentrado, sutil, elegante. Roble cremoso, notas varietales, fruta madura y mineral. En boca es complejo, de taninos maduros y persistente". El enólogo Anders Vinding-Diers, que conoce bien esta variedad bordelesa (se educó vitivinícolamente en su terruño originario) y los suelos extremeños (donde ha instalado su bodega, Mirabel) defiende que Vaso de Luz es "un vino que expresa 100% su terroir, elegante, cálido y al mismo tiempo fresco y limpio". Por su parte, José Joaquín Cortés, Nariz de Oro 2012, lo ha definido como "un cabernet muy elegante y armónico, cálido y muy pulido y refinado de taninos en su paso gustativo" y, aparte de redundar en lo más obvio, sostiene que se trata de "una versión muy diferente y original de una cabernet española, con sutileza aromática, justa en potencia, menos aguerrida y tendente al equilibrio gustativo". Para terminar, lo ha llamado "vino con memoria": con eso lo dice todo aunque parezca no decir nada.


Vaso de Luz

2009

Cabernet Sauvignon

24 meses en barrica de roble francés

15% alcohol

DO Ribera del Guadiana

Pago los Balancines, Oliva de Mérida, Badajoz, Extremadura, España

27.5.14

Ni sí ni no sino todo lo contrario

La comunicación y el vino son dos insaciables chupópteros que tanto me dan como me quitan. Resumiendo: tiempo, dinero y relaciones. Por separado, me seducen. Juntos (y revueltos), me resultan irresistibles. Por eso, se me hace la boca agua cuando me topo con un titular como 'La información y la venta de vino, directamente relacionadas', aunque al cabo termine descubriendo que solo se trata de un espejismo en medio del desierto (des)informativo.


La ilusión pasajera se la debo, una vez más, a Castro Galiana, una empresa dedicada a la elaboración de informes de medios y al asesoramiento comunicativo de bodegas. El tabernero me ha pasado hoy, para que le echara un ojo, la última comparativa efectuada por la consultora valenciana, que relaciona la presencia mediática de los vinos de Castilla y León (pertenecientes a las denominaciones Bierzo, Cigales, Ribera del Duero, Rueda, Tierra de León y Toro) en los años 2012 y 2013 con las cuotas de venta computadas por la encuesta Nielsen en esos dos años, facilitadas recientemente por el gobierno castellanoleonés.

De entrada, la cosa prometía, aunque doña obviedad se adueña rápidamente del argumentario: "La imagen del vino entre los consumidores es fruto de una comunicación sostenida durante largos periodos de tiempo y estimamos que incrementar o reducir los esfuerzos de comunicación ha de incidir necesariamente a medio y largo plazo en el nivel del consumo". No debemos olvidar que el artífice del informe es, en este caso, juez y parte, pues se gana la vida proponiendo estrategias comunicativas. Por eso, hasta aquí, todo es perfectamente entendible. Sin embargo, en el siguiente punto, aparece el desconcierto: "Detectamos una alta proximidad entre las ventas y la penetración que alcanzan en prensa los vinos tintos y rosados de Castilla y León; mientras que los blancos de la región se venden en mucha más proporción que la notoriedad que alcanzan en los medios". ¿Mande?

O sea que han realizado un análisis cuya conclusión es que no hay conclusión, pues en unos casos la presencia mediática va pareja a las ventas pero en otros no, que es tanto como decir que la penetración en la prensa y el éxito comercial no tienen absolutamente nada que ver. Una deducción que sitúa en una delicada tesitura a la empresa y que, por el camino, arruina la tesis defendida en el titular y la entradilla del trabajo: la presencia mediática de los vinos de Castilla y León guarda una relación directa con las ventas de algunos tipos de vino e indirecta con las del resto, como aclara el propio informe: "Si se considera la cuantía proporcional de sus ventas, observamos en la DO Rueda una discreta política de comunicación. En el caso de Ribera del Duero y de otras denominaciones es mucho más paralela su presencia mediática y sus niveles de ventas".


No obstante, Castro Galiana sigue barriendo para casa, pese a las notables evidencias: "La prensa en España ha destinado en 2013 más de tres mil páginas no directamente publicitarias [ejem] a glosar catas, bodegas, personalidad de los elaboradores, eventos y también a resaltar la incidencia económica del sector; por lo tanto es un medio fundamental a la hora de amplificar esa propagación del vino". ¡Pero cómo! ¿No habíamos quedado en que unas veces sí y otras no? A ver si nos aclaramos.

26.5.14

Cuando el hígado es la diana

Jot Down es, (in)discutiblemente, el mejor magacín cultural del momento. De España y de parte del extranjero. Definido a sí mismo como "contemporary culture mag", sus páginas (reales y virtuales) se afanan cada día en mantenerse fieles a sus postulados iniciales: "Analizar con humor las cosas serias, abordar la cultura y el ocio desde otra perspectiva y departir con sus protagonistas de forma diferente. [...] Entretener sin ser superficiales, informar sin caer en una frialdad impersonal". Su irrupción en la web se produjo el 16 de mayo de 2011 y su primera edición impresa salió a la calle en junio del año siguiente. Desde entonces, sus centenares de (larguísimos) artículos digitales reciben más de seiscientas mil visitas mensuales, cuya duración media se acerca a la hora, y sus monográficos en papel suman otras cuantas decenas de miles de lectores. Sus responsables barruntan que "el siglo XXI es y será la era del caos cultural" en la que "la cantidad sustituye a la calidad y el dictado de las agencias sustituye al cultivo del propio criterio". Por eso llevan ya tres años huyendo de todo ello y llamando a las cosas por su nombre.

Los contenidos de Jot Down, que yo leo con fruición en sus dos formatos (gratis total en la red y pagando algunos euros por la revista en papel), son de lo más variopinto, pero rara vez dejan indiferente. Esta tarde, mientras me adentraba en su inabordable fuente de sabiduría desde mi rinconcito tabernario, me he topado con un relato que no quiero dejar de compartir con todos los amantes de la priva. Se trata de la historia (inconclusa) de Andy Fordham, un dardista de élite cuya peripecia se ha convertido en el paradigma de las tempestuosas relaciones entre alcohol y deporte. El artículo viene firmado por E.J. Rodríguez y, dada su considerable extensión (cuya lectura completa recomiendo), extraigo aquí algunos párrafos que pondrán en un brete a los aficionados al bebercio y a las emociones fuertes:


"En sus mejores años de competición le llamaban 'el Vikingo'. No resulta extraño: medía 1,83 de altura y en algún momento llegó a estar cerca de los doscientos kilogramos de peso; además lucía tatuajes y una larga melena estilo mullet. No podía evitar llamar la atención aunque solamente fuese por su volumen corporal: a veces se le ha llamado 'el peso pesado de los dardos".
"Nació en Charlton, una zona de Londres. Nadie lo diría viendo su aspecto durante sus mejores años como lanzador de dardos, pero de joven fue un chaval muy atlético, delgado y tan rápido que todos le llamaban 'galgo'. Le gustaba mucho el fútbol, era un ávido seguidor del Glasgow Rangers y jugaba a la pelota siempre que podía, además de practicar el atletismo. Fue precisamente a través del fútbol y por pura casualidad como descubrió los dardos: a sus compañeros de equipo les faltaba una persona para poder echar unas partidas y pidieron a Andy que se uniera. [...] En 1995, con treinta y dos años, se clasificó para su primer campeonato mundial".
"No resulta sorprendente que a un jugador que acude por primera vez al campeonato le terminen consumiendo los nervios. Eso fue lo que le sucedió a Andy Fordham en 1995. Ya antes de la primera ronda descubrió que la situación le superaba. Se puso 'increíblemente nervioso' y decidió que la única manera de combatir aquel nerviosismo era bebiéndose unas cervezas. [...] A fin de cuentas, el moderno juego de dardos nació en los bares; en el mundillo anglosajón dan por hecho que la diana y las pintas de cerveza van prácticamente de la mano. Pero, naturalmente, un buen jugador querrá controlar su ingesta de alcohol para no perder la puntería, así que todo tiene sus límites".
"No controló demasiado la ingesta el día de su debut mundialista. Atenazado por la ansiedad antes de su primera eliminatoria, se dejó llevar: 'Bebí un montón. Y sucedió lo peor que podía suceder. Que funcionó. Llegué a las semifinales'. El alcohol, sorprendentemente, no le había quitado la puntería. En cambio sí había eliminado los nervios y la angustia de la situación. Le permitió salir a competir sintiéndose en calma. Estaba aislado del público, de las cámaras, de los ruidos. Le tranquilizó y le dejó centrarse única y exclusivamente en el tablero. Sí, había bebido unas cuantas cervezas, pero seguía jugando bien. En su mente, eso iba a marcar una asociación indeleble entre el alcohol y la alta competición, de la que ya no iba a poder desprenderse. [...] Algunas de las personas que lo conocieron en competición jurarían y perjurarían después que nunca lo habían visto borracho. Cuando en realidad lo que sucedió era precisamente todo lo contrario: que nunca lo habían visto sobrio".
"Desde 1995 hasta 2004 se clasificó todos los años para el campeonato mundial de la BDO, y eso que su consumo de alcohol en las competiciones iba en aumento conforme parecía aumentar su tolerancia a los efectos de la bebida. [...] Su récord, decían, estaba en sesenta botellas de cerveza diarias, más el licor que consumiera aparte. Aquello hubiese bastado para que cualquier individuo adulto tirase los dardos a las paredes. Pero él seguía jugando bien: no lanzaba los dardos a la pared, sino a la diana. No obstante se había convertido en un alcohólico, y en grado muy severo".
"En el año 2004, tras una década en la élite, llegó su consagración absoluta cuando consiguió finalmente ganar el título mundial. Bebiendo, cómo no. Y una vez más: 'fue lo peor que pudo haberme pasado'. Se convirtió en una celebridad [...]. Empezaron a hacerle entrevistas, solicitaban su presencia en exhibiciones o lo invitaban a actos sociales de todo tipo. Aquello le producía una ansiedad añadida: no se sentía preparado para afrontar todo el trajín mediático, para estar repentinamente bajo los focos. Pero siempre tenía su particular medicina a mano".
"Aquel mismo año 2004 en que se proclamó campeón participaba en una importante exhibición contra el otro campeón mundial vigente (el de la PDC) cuando sufrió un colapso en pleno torneo".
"Su nueva fama le permitió participar en un reality show televisivo donde algunos personajes famosos acudían para perder peso bajo la supervisión de entrenadores. [...] En 2005, mientras estaba a régimen, se clasificó de nuevo para el mundial, pero perdió en la primera ronda. Su descenso de peso estaba haciéndole perder la puntería. La energía cinética de su brazo cambiaba. Ya no era tan bueno como antes. [...] Aunque en el 2006 se clasificó de nuevo para el mundial, señal de que seguía perteneciendo a la élite, volvió a perder en la primera ronda".
"Aunque también se clasificó para el campeonato mundial del 2007 y se desplazó al evento, no llegó a jugarlo. Todo estaba preparado para la primera ronda cuando empezó a sufrir dolores en el pecho y una severa dificultad para respirar. Apenas podía caminar unos metros sin perder el aliento. Sentía que se estaba asfixiando. Evidentemente, algo grave le estaba sucediendo y ya no había manera de ocultarlo. Tuvo que ser hospitalizado de urgencia. [...] Los médicos le dijeron que sufría cirrosis hepática y que la enfermedad estaba muy avanzada. El alcohol había destrozado más de tres cuartas partes de su hígado".
"Hoy, a sus cincuenta y un años, ya es un feliz abuelo. Eso sí, nunca ha vuelto a ser el mismo jugador. Él mismo lo achaca, como decíamos, a que su cuerpo ha cambiado y que el delicado equilibrio de movimientos que requiere lanzar con puntería ha sufrido por ello. Pero también a problemas de espalda que padecía desde hace años pero cuyos dolorosos síntomas ya no puede mitigar con el alcohol. Ha continuado recibiendo invitaciones para algunos torneos y exhibiciones importantes. Sus resultados ya no son buenos pero Fordham no se rinde y continúa intentando recuperar la forma. De todos modos, sigue vivo, que es lo más importante".


La fábula de las aventuras y desventuras de Andy Fordham esconde una moraleja evidente, aunque para recomendarnos beber con moderación se bastan y se sobran las autoridades sanitarias. Lo que parece claro es que nadie necesita sesenta cervezas diarias para ser campeón deportivo. O sí.

24.5.14

Blanco de Tempranillo 2011

Eso que los franceses llaman 'blanc de noir' no es otra cosa que vino blanco de uva tinta y, pese a la sorpresa que provoca en los neófitos, no debe ser visto, ni mucho menos, como un invento revolucionario. De hecho, gran parte del champagne (blanco) que se bebe en el mundo recurre a las variedades tintas para dotarse de equilibrio, estructura y complejidad, sin que nadie se haya llevado hasta ahora las manos a la cabeza. Esto es posible porque, salvo en contadas excepciones, la pulpa de las uvas tintas es blanca, lo que permite que su mosto pueda fermentar en solitario, convenientemente desprovisto de hollejos y del resto de los elementos que contienen coloración, dando lugar a estos grandes desconocidos del mercado vinícola.


El Blanco de Tempranillo de Pago del Vicario pertenece a esa extraordinaria categoría de vinos blancos de uva tinta, que no debe ser confundida con los diferentes tempranillos blancos aparecidos en los últimos años en Rioja, toda vez que las investigaciones de una mutación albina de la tempranillo común han comenzado a dar sus frutos y que el Consejo Regulador de la Denominación de Origen ha aprobado su uso. La variedad tempranillo blanco surgió de la alteración natural de una cepa de tempranillo tinto descubierta en 1988 en la localidad riojana de Murillo de Rio Leza y, tras un exhaustivo seguimiento, se ha comprobado que lo único que la diferencia de su hermana es el color de la epidermis de la baya.

Pero el Blanco de Tempranillo es otra cosa: concretamente, un capricho de la enóloga Susana López Mendiondo para dar una lección de enología moderna al vulgo y, mayormente, para epatar con los consumidores ávidos de excentricidades; una ocurrencia elaborada exclusivamente con el mosto obtenido del prensado de la uva, fermentado a muy baja temperatura y sometido posteriormente a dos meses de bâtonnage sobre sus lías en depósito que le imprimen un carácter sin igual.

El resultado es, según la propia bodega, un caldo "amarillo pálido acerado, con ribetes verdosos, con densidad. Glicérico y muy brillante". La nota de cata oficial subraya su "expresión frutal" en nariz, "recordando a la papaya, a la ciruela y a la piel del melón, con notas de hinojo y hierbabuena", y asegura, además, que su boca es "amplia, fresca y untuosa, destacando la agradable combinación entre el dulzor frutal de la piña y la frescura de la hierba fresca". Por último, refiere una "persistencia alta" y un "postgusto largo".

Para Carlos Martín Lobera, mandamás enológico de lugerdelvino.com, este vino varietal supone "un golpe de aiere fresco para los sentidos" en el que sobresale una "cuidada acidez con notas frescas cítricas de limón y pomelo" que no puede esconder los "aromas de fruta roja fresca" de la tempranillo. En el caso de la copa con la que hoy me he refrescado en la taberna, el blanc de noir de Pago del Vicario se presentaba afeado por notables impurezas blanquecinas, que enturbiaban la copa levantando unas sospechas, en cualquier caso, insuficientes para anular todo lo relatado más arriba.


Blanco de Tempranillo

2011

Tempranillo

13,5% alcohol

Vino de la Tierra de Castilla

Pago del Vicario, Ciudad Real, Castilla La Mancha, España