2.6.14

Peligro: PP sobre ruedas

En la madrugada del sábado al domingo, a eso de las siete y media, un coche patrulla perteneciente a la comisaría de Chamartín del Cuerpo Nacional de Policía apostado en la confluencia de la calle Vitrubio con el paseo de la Castellana, cazó a una motocicleta que se había saltado en rojo un semáforo capitalino. Cuando le dieron el alto, los agentes comprobaron que el motorista no llevaba casco y que cuadruplicaba la tasa de alcoholemia permitida. En ese mismo instante, la carrera judicial de Enrique López se fue al traste.

Así sucedieron, pizca más o menos, unos hechos que hoy nos han permitido enzarzarnos dialécticamente en la tertulia de la taberna, ya que en ella participamos varios doctores en las cosas del beber a los que, cuando uno de los nuestros se encuentra en apuros, se nos despiertan los bajos instintos tribales. Con todo, los que peor lo pasan en estas circunstancias son los acérrimos del Partido Popular, cuyos correligionarios parecen haber hecho una promesa al dios Baco, pues la lista de peperos a los que les han tomado la matrícula mientras conducían borrachos va camino de ser enciclopédica. Desde fuera, da la sensación de que se han tomado al pie de la letra el contestatario mensaje lanzado por el beodo Aznar contra la Dirección General de Tráfico cuando recogió la medalla de honor de la Academia del Vino de Castilla y León: "¿Quién te ha dicho a ti las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber? Déjame que las beba tranquilamente". Y en eso andan sus concejales, alcaldes y diputados, que se juegan diariamente el tipo y el (escaso) prestigio que les queda atentando contra la seguridad vial mientras manejan con unas copas de más.


El perfil más ajustado de Enrique López lo trazó Luz Sánchez-Mellado hace ahora un año, cuando el magistrado se incorporó definitivamente al Tribunal Constitucional con la aquiescencia del PP. Era lo que podía deducirse de los artículos que publicó durante un lustro en el diario La Razón, que como muestra de gratitud ha silenciado hasta donde ha podido el fatal incidente: "Recto, leído, pedagógico, conservador. Un hombre de ley y orden disertando sobre lo divino y lo humano con profusión de citas de Ortega y Churchill, y una acusada querencia por las metáforas futbolísticas. Un opinador de salón con un tonito de yo ya lo dije, una pizca de exégesis de sí mismo y un punto de pedantería no exenta de cierto estilo literario". Como advertía la redactora de El País con ocasión del acto solemne de la toma de posesión de su nuevo cargo, "además de la toga, las puñetas y la medalla con el escudo del alto tribunal, el nuevo notable lucía una indisimulada sonrisa de satisfacción en el rostro", mientras todo era grabado con el teléfono móvil por su novia de entonces, la presentadora Silvia Jato. Aquellos fueron sus días de vino y rosas. Estos son solo sus días de vino.

Por culpa de un mal uso del bendito bebercio, el hombre que era juez y parte del Partido Popular dejará de ser lo primero (ya ha dimitido de su cargo y difícilmente podrá retornar a la carrera judicial) pero seguirá siendo lo segundo, aferrándose a la mano que le dio de comer (y de beber, a lo que parece) durante toda su carrera, por lo que no debería sorprendernos que en los próximos meses le cayera de rebote alguna colocación como pago por los servicios prestados.


De momento, el simple relato de su percance ha servido para retratar a la prensa nacional: mientras El País y los dos diarios catalanes de referencia (El Periódico y La Vanguardia) elevaban el asunto a la máxima potencia desde sus primeras páginas, los tres rotativos madrileños adscritos oficiosamente a la derecha mediática (El Mundo, ABC y La Razón) lo relegaban a un breve apunte arrinconado en sus portadas. Entre trago y trago, los más conspiranoicos de la tertulia han defendido, incluso, que la abdicación de Juan Carlos I no ha sido más que una estratagema de eso que Pablo Iglesias llama 'la casta' para minimizar el impacto de un caso que se podría volver contra el Gobierno. Y a lo peor no van desencaminados. El Borbón tenía que retirarse un día u otro, y sería mucha casualidad que lo haya anunciado precisamente hoy, obligando a los periódicos a sacar a la calle extraordinarias ediciones vespertinas monotemáticas e impidiendo que en las tertulias audiovisuales se analizaran las estrechas relaciones entre PP, alcohol y conducción, que ya acumulan escarceos suficientes como para dedicarle una tesis doctoral.