9.5.14

Cervezas de película

Dedico la primera tarde de asueto del fin de semana a enredar en la taberna retrocediendo casi un siglo en el tiempo (por gentileza de internet) y saltando hasta el otro lado del otro lado del charco, concretamente hasta San Francisco. En la pacífica ciudad californiana se mantiene activa desde hace casi diecisiete años una cervecería artesanal que adoptó como nombre una palabreja que forma parte de la mitología particular de aquellos que sentimos una atracción fatal por eso que Albert Pla llamó "el lado más bestia de la vida" adaptando a nuestra lengua el "wild side" loureediano. El término en cuestión es 'speakeasy' y, para mi sorpresa, el traductor de Google me lo devuelve convenientemente adaptado: "bar clandestino".


En efecto, speakeasy (hablar bajito) era la denominación recibida por los establecimientos que dispensaban tragos de manera ilegal durante la Ley Seca, una enmienda constitucional que se prolongó desde 1920 hasta 1933 y que prohibía la venta, importación, exportación, fabricación y transporte de bebidas alcohólicas en todo el territorio de los Estados Unidos. Desde 1997, Speakeasy es, además, la marca que vende algunas de las cervezas mejor envueltas del mundo, gracias a la lógica asociación entre sus productos y el ambiente gansteril.


La mafia se puso las botas con el contrabando de alcohol durante los años que duró la Prohibición y el cine negro se encargó de inmortalizar su estética, que desde entonces ha supuesto una tentación irrechazable para los cinéfilos. Conscientes de ese legendario atractivo, los responsables de la cervecera Speakeasy encargaron al estudio Emrich Co. un diseño para el etiquetado y empaquetado de sus creaciones líquidas que recreara los peliculeros ambientes habitados por temibles gánsteres, turbadoras mujeres fatales, ambiguos detectives y policías intocables, logrando dar forma a una serie con la que a los coleccionistas de placeres se nos hace la boca agua, por la forma y por el fondo, por decirlo en términos gestálticos.