26.4.14

Las enemistades peligrosas

Choderlos de Laclos incluyó en su turbadora novela Las amistades peligrosas un proverbio que dos siglos más tarde sigue haciendo fortuna: "La venganza es un plato que se sirve frío". Mas, después de contemplar anonadado en el televisor de la taberna la segunda parte de una trepidante campaña publicitaria de Pepsi Max, se me ocurre que habría que modificar ligeramente el adagio: 'La venganza es un plato que se sirve a mil por hora'.


Sucede que, en marzo de 2013, la compañía norteamericana de refrescos lanzó a través de su canal de YouTube una campaña de márquetin viral en forma de cortometraje. En dicha (mini) road movie, el piloto profesional Jeff Gordon, actual líder de las Sprint Cup Series de la NASCAR, se hace pasar (convenientemente caracterizado) por un inexperto conductor que ambiciona adquirir un Chevrolet Camaro, pese a barruntar que se trata de mucho coche para él. Para demostrarle lo injustificado de sus prejuicios, el vendedor de un concesionario de Carolina del Norte le ofrece probarlo, sin sospechar ni remotamente la que se le viene encima. El 'Test drive' derivado de la inconsciente oferta se convierte en una implacable lección de conducción temeraria durante la cual las gónadas del vendedor van aupándose al ritmo del acelerador hasta situarse a la altura donde se anuda la corbata, mientras el sufridor pasivo se agarra como puede a la esperanza de que la broma termine bien.


Sucede además que, tras el visionado de la peliculita en cuestión, el bloguero Travis Okulski denunció desde su tribuna en Jalopnik (un popular sitio digital dedicado a las cosas de la velocidad) la falsedad del espurio experimento, poniendo en duda incluso la participación del propio Gordon como peligro andante. Pero la cosa no quedó ahí. Un año más tarde, los presuntos implicados se propusieron desfacer el entuerto y, tras ocho meses de preparación, rodaron una secuela del 'Test drive' original. Esta vez, Jeff Gordon se disfrazó de taxista exconvicto y su víctima fue el propio Okulski, quien se convirtió por unos minutos en el (in)voluntario pasajero de un descenso a los infiernos de la velocidad tras el que no tuvo más remedio que reconocer la veracidad de las bromas ejecutadas al alimón por Pepsi y el genial piloto. La infamia, por tanto, quedó debidamente vengada y la refrescante multinacional volvió a demostrar su acierto con las campañas virales, algo que había logrado anteriormente con la trilogía protagonizada por el Tío Drew.