28.3.14

Dulce Crápula

Gabriel Martínez Valero vino al mundo en Jumilla y comenzó su andadura por los inextricables caminos del vino como cofundador de Casa de la Ermita, empresa en la que permaneció ocho años dedicado con ahínco a ennoblecer la variedad autóctona de su tierra, la monastrell. Tras un breve paso por la Rioja alavesa, donde contribuyó a situar en el mapa de las bodegas más recomendables a Baigorri, decidió emprender un proyecto personal (G.L.M. Estrategias de Vinos) que engloba marcas comerciales como NDQ, Cármine o Crápula. Para la elaboración de esos vinos cuenta desde hace un lustro con la colaboración de un par de amigos enólogos cuya tarea se está haciendo notar tanto en las sugerencias de los prescriptores de postín como entre los bebedores de acá y de acullá, que no pueden disimular su simpatía hacia algunos de sus caldos.

Sobre las tácticas empleadas a la hora de gestionar su joven negocio, su idea madre parece irreprochable: "Prefiero, antes que tener viñedos propios, comprar uvas seleccionadas por mi equipo de asesores y yo mismo, y que mejor se adapten a mis necesidades. Seleccionamos viñedos viejos de monastrell, de 60 años de media y de un gran porte, autorregulados de forma natural". De ahí salen tanto su vino estrella, Crápula, como su hermano pequeño, Dulce Crápula, con el que hoy me he relamido hasta el hartazgo en la taberna.


Se trata de un jarabe tintorro, afrutado y dulzón procedente de una cuidadosa selección de racimos sobremadurados de monastrell del que se cuenta que, tras un proceso de elaboración tradicional, es envejecido durante tres meses en barricas de roble, aunque en su ramplón etiquetado se omite cualquier dato que certifique dicha crianza. Así se obtiene un bebercio que en la última Guía Peñín es despachado con su laconismo habitual: "Color cereza, borde granate. Aroma fruta escarchada, fruta confitada, hierbas de tocador, especias dulces, tostado. Boca potente, sabroso, largo".

En cambio, el presidente fundador y de honor de la Unión de Asociaciones Españolas de Sumilleres, Juan Muñoz, se recrea un poco más a la hora de ponderar esta golosina apta para todos los públicos "que expresa una sinfonía de aromas y sabores que inundan los sentidos, donde aparecen notas de confitura de tomates, chocolate, higos, etc.", y recomienda servirlo bien frío y en pequeñas dosis (no seré yo quien le lleve la contraria) como acompañamiento de quesos azules, chocolates e "incluso para un buen robusto habano". Por su parte, la responsable de Evol, Elisa Martínez Navarro, barre para casa y sugiere maridar Dulce Crápula con chucherías típicas de Jumilla, como sequillos o pirusas, aunque se cuela a la hora de proponer una temperatura de consumo (demasiado alta, para mi gusto) en torno a los 10-12º.

Para quienes a estas alturas aún alberguen dudas acerca de la tipología del caldo que nos ocupa, bastará advertir que se trata de un vino que no siente compasión por los golosos y que, por eso mismo, debería incluir en alguna parte la misma advertencia que los medicamentos más traicioneros: manténgase fuera del alcance de los niños... y de los lamerones, claro.


Dulce Crápula

Monastrell

16% alcohol

DO Jumilla

G.L.M. Estrategias de Vinos, Jumilla, Murcia, España