29.3.14

Convirtiendo el vino en agua

Está visto y comprobado que los seres humanos llevamos malamente que nos la cuelen; y los que tenemos pasaporte español, peor aún, como quedó demostrado recientemente tras la emisión de 'Operación Palace', el televisivo mockumentary en el que Jordi Évole falseaba nuestra (intra)historia para denunciar el oscurantismo oficialista en torno al 23-F. Sin embargo, a diario nos tragamos toneladas de mentiras (y lo que es peor, de medias verdades) que son digeridas con mayor o menor pesadez pero sin rechistar. Por eso, o sea, por llevar la contraria, el tabernero y yo hemos recibido con especial simpatía la (pen)última trola que ha manejado a su antojo la suspensión de incredulidad del mundo mundial, consistente en traer al presente continuo aquella parábola bíblica narrada por San Juan en su Evangelio según la cual un travieso mocetón llamado Jesús convirtió el agua en vino durante la celebración de las bodas de Caná.


Sin llegar a la cachonda maestría mostrada por el sabio Juan Luis de Tarifa a la hora de relatar el popular bodorrio al loco Quintero, asegurando que él estuvo entre los invitados, lo cierto es que esta nueva relectura del mito evangélico ha sido tomada como cierta (y difundida de buena gana) por centenares de prestigiosos medios de comunicación internacionales (entre ellos Time o Esquire). A saber: el abracadabrante milagro incluía, presuntamente, las formidables virtudes de una máquina que convertía el agua en vino: en solo tres días y por la módica cantidad de un par de dólares, el artefacto en cuestión era capaz de transformar un concentrado de uva y levadura, más 600 mililitros de agua, más una bolsita de polvo de acabado, en un vino de categoría con la simple ayuda de una aplicación para smartphones que iba controlando el proceso. Era, se suponía, el resultado de aunar los esfuerzos tecnológicos y enológicos de dos míticos valles californianos: Silicon y Napa. Y una multitud de curiosos parecía dispuesta a invertir en el proyecto.


Pero en tan solo unos días, los burladores burlados vieron su gozo en un pozo. Entonces se supo que la verdadera historia es justo al revés: Wine to Water es una organización sin ánimo de lucro, fundada por Doc Hendley hace una década, que se ha propuesto llevar el agua potable a los 800 millones de personas que carecen de ella y a los 2.500 millones que no tienen acceso a servicios de saneamiento. En estos diez años ha intervenido en 17 países y en la actualidad lo hace en otros ocho, repartidos en cuatro continentes. La estratagema utilizada para llamar la atención de las masas socialadormecidas tenía (y tiene) como loable finalidad la financiación de un mecanismo que, mediante el empleo de filtros de agua y pozos, "puede cambiar la vida de mucha gente por solo una fracción del precio de la máquina falsa que tantos estaban dispuestos a comprar. Por el precio de una botella de buen vino, proporcionamos una manera de producir agua potable (al 99,9%) a una familia durante cinco años. Ese es el verdadero milagro", asegura el responsable del invento. Su único objetivo es evitar bajas humanas, porque solo en el tiempo que se tarda en leer este artículo habrá muerto una decena de niños por beber agua contaminada. Así que poca risa con el asunto.