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9.4.14

Dime qué bebes y te diré qué (y cuánto) votas

Las conexiones entre el vino (tomado como la más noble de las bebidas alcohólicas) y la política son, cuando menos, tan antiguas como la propia existencia del vino y la política, fijada en ambos casos por los historiadores en el Neolítico. De hecho, uno de los más egregios representantes de dicho gremio, el ateniense Tucídides, atribuyó en el siglo V antes de Cristo un (pelín exagerado) carácter civilizador al líquido elemento: "Los pueblos del Mediterráneo empezaron a salir de la barbarie cuando aprendieron a cultivar la aceituna y la uva".

Dejando al margen hipérboles más o menos discutibles, lo que no podíamos sospechar en ningún caso (ni el tabernero ni yo, que hoy nos hemos echado unas risas haciendo como que nos acabábamos de caer de un guindo), es que el alcohol apto para el consumo humano, además de con la política (en general), tuviera una estrecha relación con las ideologías (en particular). Pero parece ser que sí, pues hay quien asegura ser capaz de adivinar nuestras intenciones en materia electoral en función de las bebidas alcohólicas que consumimos. Al menos en los Estados Unidos de (Norte)América, que es donde el National Media Research, Planning and Placement (un lobby republicano) acaba de publicar un alucinante estudio basado en una encuesta realizada por la empresa de mercadotecnia Gesellschaft für Konsumforschung / Mediamark Research and Intelligence para perfilar la relación entre más de cincuenta conocidas marcas de vinos y bebidas espirituosas y el censo electoral y su actividad votante.


El gráfico en el que se reflejan los resultados de dicho experimento demuestra que los bebedores demócratas son más propensos a beber licores claros, como Absolut, mientras que los republicanos prefieren las bebidas más oscuras, como Jim Beam, cuyas resacas (no es coña) son más pesadas; y que las personas que toman chupitos de Jägermeister o Don Julio son mucho menos propensas a votar. Los datos indican, además, que mientras los demócratas parecen consumir una variedad más amplia de bebidas espirituosas (hay más y mayores burbujas en el lado izquierdo), los republicanos tienden a beber licores fuertes (mariconadas, las justas).

Aunque lo que más nos ha chocado ha sido comprobar que catorce de las quince primeras marcas consumidas por los más comprometidos con el voto son de vino. En ese punto es en el que hemos echado a volar nuestra imaginación, intentando extrapolar las conclusiones del experimento yanqui a nuestra nunca bien ponderada península histérica. Y ahí lo hemos dejado, pues nos adentrábamos en terreno pantanoso y el resto de la parroquia comenzaba a mirarnos con recelo al tiempo que echaba una miradita de soslayo a sus respectivos bebercios. Mientras escuchaba nuestra conversación, más de uno se ha sobresaltado al comenzar a (re)conocerse a sí mismo; y no quisiera mentir pero me ha parecido entrever que alguno incluso se ha asustado con el ejercicio.

2.4.14

El güisqui de Mogwai

Desconozco a quién diablos se le ocurrió la peregrina idea de identificar el colmo de la felicidad con un niño con zapatos nuevos, pero en un día como hoy tampoco me voy a devanar los sesos tratando de averiguarlo. Ahora sé lo que es sentirse como un niño con zapatos nuevos, y con eso basta. El tabernero me ha regalado una de las 324 botellas de RockAct81w (no me preguntéis cómo la ha conseguido), un bebercio que esconde una particular (intra)historia y que pasará a ocupar un lugar privilegiado entre los más exclusivos fetiches de mi bodega particular.


Se trata de un güisqui escocés de barrica procedente de Speyside, la ribera del río homónimo en la que se concentra la mayor proporción de destilerías de toda Escocia, a la que pertenecen etiquetas tan veneradas en nuestro país como Cardhu, Glenrothes o Macallan. El 57,1% de su contenido es alcohol destilado en las instalaciones de Glenallachie en septiembre de 2004 y el ambarino fluido en el que se ha transformado a lo largo de esta última década fue embotellado por The Creative Whisky Company en enero de 2014 con una excusa muy especial: se hizo coincidir con la salida al mercado de 'Rave Tapes', el último disco de Mogwai, la banda escocesa de cuya obra maestra, 'Rock Action' (2001), toma prestado su nombre.

RockAct81w y 'Rave Tapes' comparten, por tanto, diseño gráfico y potencia, aunque esta última coincidencia se haga notar con mayor discreción. El flamante álbum de la banda más representativa de aquello que el crítico Simon Reynolds bautizó como post-rock ha sido definido por Albert Fernández (Blisstopic) como "un cancionero adictivo, susceptible de ser inyectado, esnifado y lamido", un trabajo en el que, según Lucas Garófalo (los inRocks), Mogwai "no hace más que perfeccionarse. Ese es el capital del grupo, e incluso hoy, en un nuevo intento por no quedarse parados en el mismo lugar, con las guitarras en segundo plano y los sintetizadores pasando definitivamente al frente, con la tímida intención de agregar algunas voces (sampleadas y reales), el juego sigue siendo el mismo: hacernos flotar en un mar de sonidos saturados, distorsión y melodías melancólicas".


Mogwai es una de mis bandas favoritas, y la mezcla de friki y santo bebedor en la que el tiempo me ha convertido no termina de entender cómo el tabernero se ha hecho con un producto (el güisqui) rubricado por los miembros del quinteto de Glasgow que solo se pudo adquirir a través de internet, por un limitadísimo tiempo y al precio de 55 libras esterlinas (alrededor de 66 euros), aunque me temo que el estraperlo y los sobrecostes habrán tenido algo que ver en la operación. Sobra decir que ni ha confesado ni confesará. Eso sí, para aplacar mi curiosidad ha reproducido en el televisor de la taberna la grabación de una intervención de Mogwai en 'Other Voices', un programa de la irlandesa RTÉ Two en la que tocaron en directo 'Master Card', una sobresaliente pieza incluida en 'Rave Tapes' en la que Albert Fernández ha descubierto "la confianza para tomarnos la vida a la ligera, y aún así con tono grave". Brindemos por ella.