Un año más, el tabernero y yo hemos cumplido, entre viaje y viaje de tintorro, con un compromiso ineludible para los que somos, al mismo tiempo, jartibles y borrachuzos: recibir los días de carnestolendas revisando por enésima vez un hito insuperable de la (intra)historia del Carnaval de Cádiz, la desvergonzada versión invertida de 'Aquellos duros antiguos' alumbrada en 1992 por la mítica chirigota de José Luis García Cossío 'El que la lleva, la entiende', popularmente conocida entre la selecta chusma carnavalesca como 'Los borrachos'. Exactamente, lo que 'El Selu' y sus beodos compinches hicieron con el himno oficioso de la fiesta gaditana por antonomasia fue darle la vuelta como a un calcetín y cantarlo, con ebria pronunciación, de fin a principio.
Para los neófitos en la materia, vaya por delante que por himno oficioso del Carnaval de Cádiz se entiende el glorioso tanguillo citado más arriba, compuesto en 1905 por Antonio Rodríguez Martínez, 'El Tío de la Tiza', e inmortalizado para los restos por las voces de su coro 'Los anticuarios'. La pieza en cuestión es una irrepetible copla que sintetiza en clave doméstica y coñona un episodio menor pero legendario acaecido en las playas gaditanas un año antes, cuyo relato dejo (para quien quiera profundizar en el tema) en manos de profesionales:
"El jueves 2 de junio de 1904, la ciudad de Cádiz celebraba un espléndido día de Corpus. [...] Mientras la procesión transcurría por el centro de la ciudad, lejos de allí, en la almadraba situada al final del barrio de San José -frente a lo que hoy es la cochera de Comes- unos trabajadores se ocupaban de enterrar las cabezas y demás desperdicios de los atunes capturados. A las once de la mañana, cuando tenían ahondado poco más de medio metro, encontraron varios duros. Un trabajador, gallego por más señas, avisó a uno de los socios de la almadraba, José Zarandieta, y a los carabineros. Pero el resto de los trabajadores junto a vecinos del barrio que se enteraron del hallazgo, comenzaron a abrir frenéticamente zanjas hacia la orilla.
Durante aquella jornada de Corpus, fueron muchas las personas que encontraron lo que llamaron duros, y resultaron ser monedas de curso legal de la época de Fernando VI, llamadas 'de ambos mundos' porque en la cruz figuraban dos esferas terráqueas. Corrió el rumor de que una de las buscadoras acopió 500 duros. La cantidad exacta de monedas aparecidas nunca se supo, ya que los vecinos, temerosos de que se las quitara el fisco, las escondieron. Las estimaciones cifraban que entre las arenas de la playa afloraron un total de 1.500 duros que comenzaron a venderse en la propia playa al precio de tres pesetas.
Corrió la voz por Cádiz y al amanecer del día siguiente la playa es una feria repleta de personas que, provistas de palas y cribas, escarbaban con entusiasmo. Los dueños de la almadraba intentaron prohibir la búsqueda requiriendo a la guardia municipal del barrio de San José y a una pareja de la Guardia Civil. Los agentes no pudieron contener a los buscadores de tesoros, que llegaron a interrumpir los trabajos de la almadraba. El Diario publicó que el filón no estaba agotado, creciendo la animación. A las dos de la madrugada del día cuatro ya había una multitud de hombres, mujeres y niños haciendo zanjas en la concurrida playa, con toda clase de herramientas. Ese mismo día comenzaron a escasear las apariciones -solo 30 monedas- y el precio de venta era ya de 18 reales. Pero a mediodía corre el rumor de que quedaban aún 60.000 duros enterrados y de nuevo la playa se cubrió de buscadores.
La búsqueda fue cada vez menos provechosa, hasta el día seis en que aparecieron unos pocos. El público comenzó a aburrirse y a interesarse más en contemplar las faenas de la almadraba que en cavar con espiochas. Aquella almadraba había capturado en lo que iba de temporada casi 12.000 atunes, y cuando reanudó su actividad pescó cuatrocientos más. Poco a poco decrece la expectación, aunque los trabajadores de las bodegas vinateras por allí situadas, al final de su jornada acudían a escarbar a la playa.
Fueron muchas las discusiones que surgieron sobre el origen de los duros. Unos opinaban que procedían del Defiance, navío francés hundido tras la batalla de Trafalgar en 1805. Otros afirmaban que era el botín de un barco pirata, el Defensor de Pedro".